El 27 de enero de 1158 nacía la Orden militar de Calatrava, la primera que emulaba en España el espíritu de sacrificio guerrero de las órdenes del Santo Sepulcro. La vieja fortaleza de Calatrava había sido encomendada por el rey castellano Alfonso VII a los caballeros templarios. Al morir el monarca a mediados del siglo xii los templarios abandonaron la fortaleza, aduciendo que aquel promontorio fortificado era indefendible en medio de la estepa castellana si no se contaba con fuerzas suficientes. Como era de esperar, los almohades atacaron la fortaleza toledana, pero el abad Raimundo, del monasterio cisterciense de Fitero, organizó su defensa auxiliado por un monje que había sido caballero, Diego Velázquez.
Entre los dos aguerridos clérigos convocaron una cruzada, logrando formar un pequeño ejército que resistió heroicamente el ataque. En recompensa, el rey castellano Sancho III otorgó la plaza de Calatrava a Fray Raimundo de Fitero, quien para su defensa establecería una guarnición permanente de soldados con votos monásticos, que llamó la Gran Orden Militar de Calatrava. Los caballeros de Calatrava vestían hábitos, salvo en la guerra, y juraban un voto único de obediencia, aunque en la práctica éste incluía pobreza y castidad.
La idea de conjugar el ascetismo de la vida monástica con el arte de la guerra estaba poco arraigada en la cultura occidental. Así y todo, las órdenes del Temple y del Hospital penetraron en Aragón y Cataluña hasta llegar a Castilla. En la Península se daba una situación de guerra contra el infiel comparable a la de los Santos Lugares, por lo que la idea de cruzada cuajó con naturalidad. A la Orden de Calatrava le siguieron muchas otras. La Orden de San Juan, cuyo priorato dio nombre a la ciudad manchega de Alcázar, la Orden de San Julián de Pereiro, que más tarde cambió el nombre por la más conocida Orden de Alcántara, o la principal, la Orden de Santiago, fundada en 1169 con la misión de proteger a los peregrinos que visitaban la tumba del apóstol. Todas ellas tuvieron poder y prestigio ganado en combate, cumpliendo una importante función militar, pero también social y política en sus zonas de influencia.
Miguel