Ya es mi tercer hijo, así que ―en teoría― yo ya debería de dominar este tema, pero la verdad es que no es así. Como si nunca hubiera pasado por esto, una vez más me las estoy viendo negras con Luca y sus “terrible twos” (terribles dos)… no por nada, algunas personas también se refieren a esta etapa como “la primera adolescencia”.
Luca nunca ha sido un niño tranquilo, eso me queda claro, pero antes el problema eran sus travesuras: rompía, tiraba, jalaba, abría y volvía a romper. La curiosidad era demasiada y tenía un mundo entero por explorar. Pero ahora me estoy enfrentando a algo muy diferente: rebeldía y berrinches; anarquía total.
Luca, Luca… ¿qué vamos a hacer contigo, chaparrito?
Por eso decidí investigar y consultar a mi pedagogo y psicólogo de cabecera (Dr. Google), para investigar de qué se trata esta etapa de los “terribles dos”. Esto fue lo que encontré:
1.- Emociones a la máxima potencia. Es justo alrededor de los dos años cuando los niños comienzan a experimentar muchas emociones de manera extrema: las alegrías son eufóricas, las tristezas son profundas y el enojo es terrible. Esto los hace sentir confundidos, abrumados y fuera de control. Estas emociones de pronto los invaden y no saben cómo manejarlas. De ahí las carcajadas, los llantos y los berrinches que literalmente quedan fuera de las manos y el control de nuestros pequeños. Simplemente, no lo comprenden.
¿Qué hacer? Ayúdale a comprender lo que está sintiendo, nombrando sus emociones. Ellos todavía no tienen las palabras para describir lo que les está pasando, pero si nosotros les ayudamos a traducir estos sentimientos en palabras, poco a poco podrán ir comprendiendo estas emociones y con el tiempo encontrarán una manera más aceptable de expresarlas.
En cuanto a los berrinches, la mayoría de los expertos coinciden en que la mejor solución es ignorarlos. El chiste es no darles la mayor importancia. De esta manera, pronto aprenderán que no obtienen nada actuando de este modo. Respira hondo y cuenta hasta 10…
2.- No, no y no. Yo no sé ni para qué pregunto si ya sé la respuesta: “¡no!”… a TODO. Parece ser su palabra favorita. Esto sucede porque por primera vez en su (cortísima) vida, se están percatando de que son personitas independientes con sus propios gustos y sus propias decisiones. Esta idea les encanta. Han descubierto el poder del “no”. ¡Imagínate qué increíble sensación! Y si les funciona una vez, créeme, lo van a intentar mil veces más.
¿Qué hacer? Para empezar, hay cosas que no se preguntan. No es lo mismo: “¿Te pongo la chamarra, amor?” a “Ven, te pongo tu chamarra”. En segundo lugar, evita las preguntas en las que la respuesta sea un sí o un no. Ya sé, es bastante obvio, pero a veces se nos olvida. No es lo mismo: “¿Quieres calabazas?” a “¿Qué prefieres, calabazas o chayote?”. Por último, elige tus batallas. Pelea por aquello que realmente valga la pena y deja pasar las cosas pequeñas. Y recuerda… paciencia, paciencia, paciencia.
3.- Yo solito. Ya es grande; ya tiene dos añotes. Por supuesto que ya no necesita de tu ayuda, él solito puede. Respira hondo y cuenta hasta diez… paciencia, paciencia, paciencia. Ésta es la edad en la que necesitan poner a prueba su independencia. Diez minutos para ponerse los zapatos cuando tienes prisa, ¿qué tiene de malo?
¿Qué hacer? Ni modo. Es la única manera en la que pueden aprender. ¿Quiere comer solo? No te queda más que limpiar el tiradero. ¿Quiere subir solito todas las escaleras? Prepárate mentalmente para tardarte 5 minutos en 10 escalones. ¿Él solito se pone el sweater para salir? Avísale con 15 minutos de anticipación que ya se van. Resiste la tentación de ayudarle, a menos de que él te lo esté pidiendo. Y cuando lo logre, no te olvides celebrárselo. Le encantará sentirse como niño grande.
Éste fue un post de auto-ayuda. Te lo digo, Juan, para que lo entiendas, Pedro. Ya entendí. No es personal, es tan sólo una etapa. Respira hondo y cuenta hasta diez. Gracias, Dr. Google.
Me sacas canas verdes… pero cómo te quiero, condenado.
¡Feliz dos añotes, Luca!