En una entrevista al escritor portugués Gonçalo M. Tavares encuentro estos párrafos que me hacen detenerme y pensar:
"Para mí, cualquier lectura tiene dos momentos y el esencial tal vez sea aquel en que no estás encima de las palabras, aquel en el que no estás físicamente leyendo. Cuando suspendes la lectura, levantas la cabeza del texto y estás pensando en algo a partir de lo que acabas de leer. Eso es lo esencial de la lectura para mí. Eso es algo que diferencia claramente la literatura y el cine. Cuando estas viendo una película, la cinta no se detiene, está siempre avanzando y no puedes apartar la vista de la pantalla porque te pierdes. Con la lectura no pasa eso porque la frase siguiente está esperando por ti. Cuando leo lo hago siempre con un lápiz en la mano.
La lectura tiene un tiempo individual muy distinto de otros tiempos, como el de la televisión o el que comentaba del cine. Una persona puede demorarse unas horas, o días, o incluso años en leer un libro que a otra persona le lleva un tiempo completamente distinto. La duración de lectura de un libro es muy personal. Sin embargo, cuando nos dicen que tal película dura una hora y media, se nos está diciendo que durante ese tiempo concreto somos receptores. Por el contrario, la lectura no es una recepción. La lectura no es pasividad, es actividad. La lectura es una actividad que requiere esfuerzo. Yo no soy capaz de leer cuando estoy fatigado. No me gusta nada la idea de que leer es un pasatiempo. No es consumir algo sino un espacio de humanidad, de reflexión, de cambio…
A veces se utiliza como un elogio el hecho de leer de un tirón, pasando una hoja detrás de otra a toda velocidad. Para mí eso no es un elogio. Me gusta la idea de que la lectura obliga a interrumpir la propia lectura."La entrevista se titula "Leer no es un pasatiempo". Estoy plenamente de acuerdo. Como dice Tavares, la lectura no es una recepción, no es pasiva. En cualquier lectura, buena parte del trabajo lo hace el lector. Y esto lo reconocen los escritores:
Joseph Conrad
"El autor sólo escribe la mitad del libro. De la otra mitad debe ocuparse el lector."
Paul Auster
"Siempre me han gustado los libros en que el lector se convierte en un participante del desarrollo de la historia, donde no es sólo un observador distante."
Cada lector aporta a la lectura parte de su individualidad. Por eso, cada lectura es única. Seguramente, no soy una lectora tan atenta ni tan profunda como Tavares. Confieso que no siempre leo con un lápiz en la mano. A veces, es cierto, leo para distraerme (¿cómo calificar sino la lectura de thrillers o novelas románticas?). A veces, incluso, leo libros de un tirón; rápido, rápido, porque quiero saber qué pasa en la siguiente página, que peligros o qué pruebas aguardan a los protagonistas. Pero no es una simple manera de llenar el tiempo, "no es un pasatiempo", no señor. Al cerrar el libro, sé que he pasado por una experiencia, me he involucrado -más o menos, según sea de convincente el escritor; ahí también él debe hacer su parte- en esas vidas que son las mías. Y que en realidad no existen, aunque durante unas horas he preferido creer otra cosa. A veces, esos personajes se han materializado de tal manera en mi mente (y seguro que de un modo totalmente diferente de lo que lo han hecho en la mente de otros lectores) que sé que son reales. Lo son para mí. Otras veces, es el estilo el que me cautiva: saboreo una frase, una imagen, soy capaz de ver un paisaje, la esquina de una calle... Esa es una lectura de tiempo lento, donde, como dice Tavares, "levantas la cabeza del texto" y piensas. Estos tiempos diferentes, individuales, son lo que no comprenden los partidarios de la lectura en diagonal ni los inventores de una nueva aplicación, Spritz, que promete una lectura ultrarrápida jugando con la velocidad de reconocimiento del ojo humano. Alguien debería decirles que el tiempo de la lectura no se mide en minutos ni en segundos. Que cada libro y cada lector requiere su propio tiempo.