Revista Economía
El empeño de algunos en ‘enmiendar’ el fútbol con la política raya en la paranoia. Pobreza argumental de esa gentuza cuando tienen que echar mano de un club que se ha hecho gracias a la aportación de docenas de miles de catalanes y no catalanes durante más de cien años. Me refiero, claro está, a algunos patéticos dirigentes del Barsa.
El políticamente impresentable de Laporta, ha perdido para centenares de miles de seguidores culés lo que debería haber sido su vitola como presidente: el mejor, deportivamente hablando, en la historia de los blaugranas. Ahora suelta que su equipo es el representante de Cataluña como el Madrid lo es de España; hay que ser majadero con avaricia para confundir la pretendida ensoñación de algunos mezclando ovejas con carneros; que unas son eminentemente pacíficas, dan notable carne y buena lana, y los otros sólo sonapetecibles de muy jóvenes cuando aún no han desarrollado cuerna. El rubicundo, juergueras y aparentemente simpático presidente cuando aparecía por el palco del Nou Camp, vio en su presidencia la oportunidad de dar el salto a la política y debutó en la misma con minúsculo pero relativo éxito. Sin embargo, y como era previsible, en cuanto empezó a rozar con sus atributos de macho serrano los recovecos del Parlament, alcanzó su máximo grado de incompetencia, como en su día preconizara un tal Peters. Ahora anda el hombre esmirriado en la política desde sus segundas frustrantes elecciones, y pugna por volver al Barsa embistiendo contra su sucesor y lanzando gilipolleces urbi et orbe.
Ni el Barsa representa a todos los catalanes ni el Madrid a todos los españoles. En Cataluña hay seguidores de diferentes colores, hasta del Madrid, y en España también, incluso del Barsa. Ya me dirá el tontarra si en Sevilla, en Valencia, en Coruña, en Pamplona o en Murcia, por ejemplo, no tienen seguidores prioritarios sus respectivos equipos antes que del Real. Seguramente, las raíces de los atributos a que antes me refería le impedirán recordar a él, con algunos más, la de cientos de peñas barcelonistas que hay en toda España, e incluso en el extranjero; se han hecho fotos con esos peñistas que en su mayoría no son catalanes. Y además, saben, que en la propia Barcelona y en Cataluña hay aficionados no barcelonistas. Que hablen los del Español, los de Tarragona, Lérida o Gerona; habrá de todo. Y también hay por allí peñas de catalanes y no catalanes de otros equipos españoles.
Pero claro, es que algunos vivían mejor contra Franco, por decir algo, que en democracia. En aquella época se decía que el Madrid era el representante del Régimen en Europa, porque ganaba mucho, pero se olvidaban, como ahora, que bajo su mando se recalificó descaradamente el terreno de su antiguo campo de Les Corts, y gracias a ello pudieron disponer de mucho dinero para fichar y erigir el Nou Camp y sus aledaños. Es lo que consiguió Florentino Pérez con la ciudad deportiva blanca hace unos años en nuestra inquietante democracia para hacer caja y Valdebebas. La historia, como los números, es muy cabezona. Y la manipulación como pasto de ingenuos e ignorantes, ante ella y ellos, tiene las patas muy cortas.
Uno puede entender que futbolistas catalanes, como el extraordinario Xavi, digan que les agrada ver la senyera en su estadio, como a otros les gustará ver en la Condomina la murciana , en el Cartagonova la cartagenera o en Lorca la suya. Y que en el triunfo luzcan la del pueblo como homenaje particular. Otro caso es si manifiestan esas muestras para reafirmar sus aspiraciones secesionistas, en cuyo caso habría que decirles que sólo los tontos se echan zancadillas.
De todos modos, el propio Xavi ha dicho también que ellos sólo se dedican a jugar al fútbol. ¡Eso hace camino! Y yo le he visto tras la Eurocopa de Viena gritar ¡viva España! en la plaza colón de Madrid. Lógicamente, cuando viven en sociedades muy presionadas por la política partidista no pueden sustraerse, y alguna tontuna les mancha. Es tan humano como tener ideales. Otra cosa es hacer propaganda política aprovechando el deporte. Eso es propio de dictaduras.
Y cuando alguno, como el admirado Guardiola, echan también por las piedras, hay que censurárselo porque son referentes para muchos niños, jóvenes o menos jóvenes que aún no están enmierdados. Máxime cuando han defendido, y muy bien, a España.
Con lo bien que juegan,¡hay que ‘joerse’!