Algún gracioso desconocido (al menos para mi) acuñó aquello de que donde esté una buena corrida, que se quite el Fútbol. Y los Toros.
(Toro de lidia en la Plaza. Fuente: http://crisolplural.com/2008/06/18/entre-el-hombre-y-el-toro/).
Estos días los Toros están en portada de los medios de comunicación, debido a la votación que se ha realizado en el Parlament de Catalunya para prohibir su celebración en ese territorio.
La semana de la votación yo estaba de viaje por Francia. Y las únicas dos noticias relacionadas con España, retransmitidas una y otra vez por la radio (France Info) eran el buen papel de los atletas franceses en los Campeonatos Europeos de Atletismo, y la votación contra los Toros en el Parlament de Catalunya. Un poco patético, quizá.
Soy, por principio, contrario a las prohibiciones. Porque, en general, la necesidad de prohibir sólo aparece cuando ha fracasado la capacidad de convencer, bien porque los argumentos no tienen el peso suficiente (o admiten opiniones válidas de muy diverso tono) o porque se agotó la capacidad de comprender.
Prohibir es, básicamente, reconocer un fracaso, y eso nunca es bueno. Y, además, prohibir tiene por objetivo extender la visión de unos sobre todos los demás.
Me preocupa el talante de algunos políticos (los socialistas, en estos tiempos, presentan ese tic con bastante frecuencia) que se empeñan en regular hasta los aspectos más privados de la vida de los ciudadanos, mediante normativas y prohibiciones que a menudo resultan en intrusiones inaceptables en la libertad individual de los ciudadanos.
Por eso me gusta el tono de leyes como la del Aborto, que no prohibe ni obliga a nadie. Solamente da cobertura legal a la decisión, sin duda muy dramática, de algunas mujeres, por razones que visualizan como válidas. Empeñarse, como hace la derecha y la Iglesia, en prohibir el aborto es dar la espalda a la realidad social. La Ley no les obliga a abortar, si su conciencia no se lo permite. Claro que la necesidad o las circunstancias a veces violentan la conciencia, y es mejor siempre lo legal que lo clandestino.
No soy aficionado a los Toros. En toda mi vida habré visto en directo unas tres o cuatro corridas de toros, con ocasión de Ferias o Fiestas significadas, donde la corrida forma parte del desarrollo de la fiesta misma. Y debo reconocer que sufro más por los toreros que por el toro. El toro de lidia, cuidado durante su vida en las dehesas entre algodones, va a la Plaza donde va a terminar su vida, en ocasiones de forma hasta épica. En lugar de ir al Matadero.
El Torero juega con ventaja, claro. Porque, habitualmente, sale vivo de la Plaza. Pero corre un riesgo cierto, y el número de toreros muertos por un toro en la plaza es significativo.
El ser humano, por razones que yo sería incapaz de explicar, es el único animal de la Tierra que tiene conciencia de sí mismo. Y utiliza los recursos que le brinda la tierra para su propio beneficio e interés. Creo que sí tenemos la obligación de que esta explotación sea sostenible. Es decir, tenemos que asegurarnos de que las siguientes generaciones tendrán las mismas oportunidades que hemos tenido nosotros. Recojamos las manzanas, pero no talemos el manzano. Este es el principio.
(Toro de Lidia en el Campo. Fuente: http://blogdetoros.com/tag/francisco-galache/).
Entre los recursos de la Tierra están también los animales. El ser humano los cría con el único objetivo de aprovechar lo que los animales producen. Sea contribuyendo con los huevos o la leche a la alimentación humana, o comprometiéndose con su propia vida a alimentar nuestros frigoríficos con pechugas de pollo, chuletas de cordero, filetes de ternera, o chorizos y jamones. También cría otros animales (perros, gatos, hamsters,...) para que le sirvan de compañía doméstica, o para que realicen otras tareas para las que ciertos animales están capacitados (caballos, bueyes, camellos,...).
Podríamos discutir este principio de funcionamiento, pero yo, desde luego, no pienso hacerlo. Manejar, con la frivolidad con que se viene haciendo en el tema de los Toros, los argumentos ligados con la tortura a los animales, me parece una sublimación ascética de lo políticamente correcto, que no comparto. Seguir por ese hilo me lleva a territorios que no me gustaría habitar. Si negamos la capacidad (y el derecho, si a eso vamos) del ser humano para modificar su entorno, entonces nunca habríamos salido de las cavernas. Y ni yo, ni ninguno de mis lectores, ni los favorables ni los detractores de los Toros, siquiera existiríamos.
Si imaginamos que los bóvidos tuvieran conciencia y discernimiento, pensemos en cuál podría ser su decisión enfrentados a la alternativa de ser criados como toros de lidia, y vivir sus últimos quince minutos de gloria en la Plaza, o criarse en granjas para carne, y acabar troceados en un blister de cualquier supermercado de barrio. Claro que si eso fuera así, quizá seríamos los seres humanos los que acabáramos corriendo como pollos descabezados, intentando inútilmente evitar ser corneados en un recinto habilitado al efecto (¿la Plaza de Hombres?) por uno o varios toros, que serían los Señores. Para el placer de otros miles aposentados en el lugar del público.
Desgraciadamente, no podemos cambiar solamente algún elemento del conjunto, sin que todo el andamiaje se venga abajo. El Mundo no es como es por el placer o la decisión de algunos, sino que obligatoriamente tiene que ser un sistema viable, que se sostiene en un cierto equilibrio y resiste al paso del tiempo.
A todo ello tenemos que añadirle, lógicamente, los intereses espúreos (casi bastardos) de ciertos políticos, que utilizan el tema de los Toros para establecer una distancia (artificial) entre la Civilizada Catalunya y la Salvaje España (bueno, el salvaje resto de España). Nada nunca puede ser tan simple. Y defender algo así sólo manifiesta la propia estulticia, o la creencia de que los tontos somos los ciudadanos. Y ambas cosas son reprobables en políticos con poder. Se les ve el plumero.
No me gustan los Toros. Pero odio prohibir, porque solamente es reconocer un fracaso. Enfrentado a una votación como la del Parlament de Catalunya, sólo habría podido abstenerme.
Claro que, posiblemente, en Catalunya no existe el negocio de la cría del toro de lidia. En toda Catalunya sólo existe una Plaza de Toros en funcionamiento, y organiza apenas una o dos docenas de corridas al año. Por lo que el ejercicio es con gaseosa y en casa. Apenas afecta al bolsillo, y sacar pecho sale barato.
Que intenten regular la tortura a los cerdos o a los pollos en las granjas intensivas. Que sabrán lo que es hacerlo en público y con champán del bueno.
Cuentan que, durante una guerra, le preguntaron a un ciudadano qué haría si tuviera un gran castillo con mucho terreno. La respuesta fue: "Lo donaría a la Cruz Roja, para que lo convirtieran en un hospital para ayudar a los heridos". Luego le preguntaron qué haría si tuviera un gran coche. La respuesta fue: "Lo donaría a la Cruz Roja, para que lo utilizaran como ambulancia para poder trasladar a los heridos con rapidez al hospital". Luego le preguntaron qué haría si tuviera una moto de gran cilindrada. La respuesta fue: "Ojo, que moto tengo".
Agradeceré todos los comentarios sobre este tema. Sean favorables o desfavorables. Siempre que no sean ofensivos y dejen los fanatismos al margen, por favor.
Dejémonos de pamplinas y papanatismos, que nos olvidamos de lo principal.
JMBA