La muerte de Manolete, sirvió al pueblo de Linares para reflexionar sobre el cambio de roles entre el cálculo del hombre y la defensa de la presa
espués de seis años sin la estética mediática de las corridas. Los toros aznarianos decorarán, una vez más, las tardes de la Primera. La danza entre el artista y la fiera – en palabras tertulianas del cuñado de mi prima -, será el "bien cultural" que sincronizará los colores del ministro con los mimbres de la marca. El Osborne de siempre. La misma silueta negra que se vislumbraba en los horizontes de la Mancha, allá por los tiempos del fraguismo. Volverá a ser noticia en los aburridos viajes ingleses por las tierras del Quijote. La España de Jesulín. Aquella Hispania ridícula, que gritaba ¡olé…! y arrojaba bragas en las Ventas de Madrid. Aplaudirá – entre pipas y pamelas -con las mismas palmas del ayer, las orejas del presente.
Mientras los talleres de Rubido y las máquinas de Marhuenda tejen de luces los trajes de la semana. Los seguidores de la Crítica miran con recelo las astas retrógradas de los tiempos de Derecha. La "muerte aplaudida", como así se les conoce a los toros en los foros antitaurinos, incita a los movimientos del maltrato a levantar los sables de la barbarie en la Maestranza de Sevilla. Mientras la Monumental dijo adiós a las atrocidades del ayer. El gobierno de Rajoy resucita para la Pública – la de todos -, la estética esperpéntica de las monteras y las taleguillas. Una muestra más - como diría un seguidor de las filas ecológicas - de la involución cultural hacia los pergaminos del pasado.
Las agujas de Wert - las mismas que han descosido el término homosexual de las voces juveniles -, vuelven a tejer los remiendos amarillos para los trajes del franquismo. Los toros del No-Do – en palabras lapidarias de nuestro amigo José – servían a las sotanas de Francisco para apagar las velas que iluminaban los brotes republicanos. La muerte de Manolete, sirvió al pueblo de Linares para reflexionar sobre el cambio de roles entre el cálculo del hombre y la defensa de la presa. La cornada del Islero convirtió al símbolo de los toros en el mito cultural de la España de posguerra. Hoy, la brecha abierta entre los defensores de la cultura – los taurinos -, y los denunciantes del maltrato – los antitaurinos -, siembra de espinas la dialéctica de las audiencias por desviar el discurso de la economía a los recovecos tauromáquicos.
El gobierno de Rajoy resucita para la Pública – la de todos – la estética esperpéntica de las monteras y las teleguillas
El editorial de ABC del pasado 27 de agosto, pasará a las bolsas del olvido por tachar de ideología: los seis años sin corridas en las tardes de la Primera. Una vez más, el adoctrinamiento mediático ha servido al rotatorio de Rubido para incrustar en el ideario colectivo la fórmula civil: "toros igual a ideología". Gracias a la hipótesis planteada por los discípulos de Torcuato, hemos de dar gracias al director de "la de todos" – elegido por Decreto del Ejecutivo – por depurar a TVE de los lodos de Zapatero. Ojalá que el espíritu crítico de este país haya desmontado, en la hora del café, las falacias lanzadas por las trincheras de la Derecha.
Artículos relacionados:
Bienes culturales