Como consecuencia de la caída de ventas de los móviles que usaban Windows, Microsoft y varios de sus suministradores y fabricantes han despedido a 2161 trabajadores, y ahora Finlandia ha pedido a la Comisión Europea una ayuda de 5,3 millones de euros del Fondo Europeo del Ajuste Global para 1.441 antiguos trabajadores de Microsoft. El dinero debe cubrir parte de la financiación necesaria para que encuentren un nuevo empleo mediante orientación personal y coaching de su carrera profesional, actividades de formación, costear servicios para el emprendimiento, subvenciones para start-ups, etc. La propuesta está pendiente de ser aprobada en el Parlamento Europeo y por el Consejo de ministros de la UE.
En Finlandia los trabajadores despedidos son tecnólogos, en España son trabajadores de la siderurgia, igualmente víctimas de la competencia asiática. Nadie se escapa. Hay que mantenerse al día, estés donde estés, y formarse continuamente. También y sobre todo en una empresa tecnológica donde más que “mano de obra” se necesita cerebros, conocimiento y competencias. Marianne Thyssen, Comisaria Europea de Empleo, Asuntos Sociales, Competencias y Movilidad Laboral dijo: “Una característica importante de la industria global de software es que requiere constantemente una fuerza laboral nueva y formada, porque el ciclo de vida de los productos y del software que incorporan en los mismos es muy corto comparado al ciclo de vida de su personal. Hay una competencia feroz entre los empleados de la UE y de fuera de la UE.” Es negativo que los ciclos de vida de los teléfonos móviles se mantengan muy cortos intencionadamente, por razones comerciales de los fabricantes, no por necesidades reales de los usuarios y de la sociedad. La consecuencia del obsoletismo provocado es que la basura electrónica se va amontonando. La tecnología desarrollada y renovada esencialmente con fines comerciales es insostenible socialmente y desde el punto de vista medio ambiental. No siempre significa un progreso real ni responde a una verdadera necesidad o exigencia de la sociedad, sino para satisfacer el capricho de quienes quieren presumir de tener en cada momento “el último modelo”.