(Fuente: Disfruta Miami - EEUU)
El del medio no tenía planes de irse, también se oponía al régimen del país y de hecho simpatizaba con el principal partido de la república anterior. No tenía cargo público pero dado los contactos que había hecho siempre en lo político, conseguía mantenerse trabajando y reuniendo platica por su profesión de ingeniero.
Finalmente el menor, al que la izquierda lo salpicó de otra manera. Nunca estuvo con el régimen pero entendió que las cosas debieron haber cambiado hace algún tiempo, cree firmemente en la lucha de calle y acepta que su extremismo era un riesgo del que podría arrepentirse pero no podía apartarse. Estudiaba en la eterna UCV y estaba pensando lanzarse para el centro de estudiantes en su penúltimo año.Los tres se querían mucho pero se distanciaban cuando Venezuela salía a la palestra:
- ¿Por qué no se van pal coño y se dejan de mariqueras? - Siempre entonaba el mayor a los demás. - Dejen los extremismos, ahora que empieza el dialogo van a ver que esta vaina vuelve a la normalidad y podemos seguir acá tranquilo, déjate tu la mariquera de irte y aprovecha que Venezuela es solo una. – Ripostaba el mediano tratando de mediar.- Que bolsas que son ustedes, el cagao que se va y el otro que cree en parajitos preñaos. – Cerraba el menor.- Esa podía ser una conversa típica de ellos sobre la Venezuela que tras su familia los unía a un amor incondicional pero cada uno a su manera. El mayor viajó por toda Venezuela, se la pasaba metido en las descargas de aquella marca cigarrera e inclusive iba a los conciertos que las emisoras de radio hacían para celebrar sus aniversarios. Era otra época, siempre decía, llegó a irse varias semanas a la Gran Sabana con sus amigos para esos reencuentros naturales que la juventud siempre se inventaba. Fue hasta San Carlos del Rio Negro, en Amazonas, porque se pusieron a inventar que ahí encontrarían a Tacupay. Apenas lo asaltaron unas cinco veces pero de aquellos rateritos que buscaban cualquier cosa.
(Fuente: Discover Venezuela - Venezuela)
El mediano creció conociendo la pura costa. Se sabía todas las playas del país e inclusive llegó acampar en buena parte de ellas. Del resto del país, tenía viajes contados pero por aquello de la inseguridad y de que a por lo menos 8 amigos los habían secuestrado, preferían viajes cercanos y de poco tiempo. Con todo y los contactos políticos sabia que le costaría poder viajar por Venezuela sin llevarse un buen susto.
El pequeño es de La Guaira pa acá, aunque ha sido el más guerrero, ha entendido que el costo de la vida, la inseguridad y en general toda la problemática social de Venezuela le impide viajar con la tranquilidad que viajaba el mayor, sus mas grandes deseos pasaban por la Gran Sabana, Roraima, El Paují, Macuro, Los Roques, etc.Los tres sabían que Venezuela era como un enorme parque nacional del mundo. Termina la cena, se paran y se van. Cada uno a lo suyo:
El mayor a hacer maletas porque sale al imperio en un par de días. La novia se fue adelante y ya tienen casi todo listo para empezar una nueva vida. Estaba seguro que pasaría un largo tiempo sin ver a sus hermanos y su familia por lo que los abrazó profusamente. No mediaron palabras, el mediano tenía que acostarse y descansar para volver a trabajar con el proyecto de la alcaldía de un compadre con el que estaba reuniendo para visitar a su hermano que se iba. El pequeño se despedía porque se iba a dormir entre quienes acampan frente a las oficinas de la ONU en la capital.
Tenemos esas tres Venezuelas y muchas más. La Venezuela de doscientas mil familias que se van a dormir pensando que mientras duermen se encontrarán a los que despidieron para siempre. La Venezuela de decenas de miles de familias que les queda una red social o un número de teléfono para poder mantener ese calor que ya no se media con el tradicional abrazo venezolano. La Venezuela de los que han hecho fortunas irreconocibles y que aunque siguen viviendo acá, pasan mayor tiempo en los paraísos que se han diseñado para ellos mismos o mejor, la Venezuela que pudimos tener acá y que muchos no nos dejaron tenerla. La Venezuela de día, en la que nos apuramos para vivir, para hacer, para protestar, para visitar, para las colas de los mercados y la Venezuela de noche, la que nos pegamos a una red social para saber qué pasa o tristemente quién muere.
(Fuente: Runrunes - Venezuela)
Pasó el tiempo, el mayor vivía felizmente en el imperio. Aquella felicidad era a medias porque no podía lograr convencer al otro de irse y cada vez se hacía menos posible reunir a la familia alguna vez. Tenía tranquilidad, reunía dinero, hacia familia pero le faltaba Venezuela.
El mediano optó por algunos negocios turbios para poder dar el salto de calidad, ese que implica poder comprarse un apartamento más o menos y si es un poco mas turbio un carrito para moverse. Estaba en Venezuela y era muy feliz porque aun tenía muchos amigos alrededor y buena parte de la familia pero le faltaba algo: Aquella Venezuela que sabia se podía tener y sus hermanos.Finalmente el menor no llegó al final del cuento, en una redada de las protestas que el régimen siempre quiso apagar y que la oposición nunca quiso apoyar, recibió un impacto de bala en la cabeza, de esos precisos que solo el régimen cubano sabe dar. Murió porque creía en aquello que defendía. Otro triste final en el que un padre entierra a un hijo.
La historia de tres hermanos, o ahora dos, la historia de tres Venezuela o muchas más. Es el cuchicheo de los cientos de miles de conversaciones que tenemos: Váyanse, quédense, luchen, esto se jodió, no volverán, este país ya no es para ustedes, que sea lo que Dios quiera. Amén.