Revista Cultura y Ocio

Los Últimos de Filipinas

Por Viriato

Los Últimos de Filipinas

Bandera de Filipinas.


En 1898 estalló la Guerra Hispano-Estadounidense, que comenzó en Cuba y se extendió  a Filipinas. Vamos a centrarnos en éste país asiático, donde sucedió una de esas hazañas que serían conocidas en el mundo entero de no ser porque sus protagonistas eran españoles.
Baler es una ciudad al norte de Filipinas, en ella existía un destacamento de poco más de 50 soldados españoles que hicieron frente a una fuerza de, aproximadamente, 800 rebeldes filipinos. Todo comenzó el 30 de junio de 1898 y duró casi un año. Para el que no le salgan las cuentas decirle que sí, los españoles siguieron combatiendo incluso después del tratado de paz con EE.UU.
Los soldados españoles, conocedores de la robustez de sus muros, se refugiaron en la iglesia del pueblo, acondicionando el lugar para resistir el asedio: construcción de trincheras, letrinas y hasta un pozo de agua potable.
En diciembre de ese mismo año, cuando el Sitio de Baler ya se había alargado durante más de cinco meses, se firmó el Tratado de París, que ponía fin a la guerra y reconocía la soberanía de Estados Unidos sobre Puerto Rico, Guam y Filipinas. Los rebeldes mandaron prisioneros españoles a la iglesia para comunicar a los defensores el final de la guerra, pero no terminaron de creerse la noticia y se negaron a deponer las armas.

Los Últimos de Filipinas

Pintura de la iglesia de Baler.

Continuaron llegando noticias desde el exterior pero los españoles se negaban a creer que en España se ponía el sol.
Se hicieron algunas incursiones para eliminar posiciones filipinas, incluida la quema del cuartel de la Guardia Civil, desde el cual eran fuertemente hostigados por los insurrectos. La acción más destacada de entre las pocas que se realizaron fuera de la iglesia fue la llamada “expedición al otro mundo”, en la que 15 soldados atacaron el poblado, haciendo huir a los filipinos, y lograron incendiar todos los edificios, ya que los sitiadores se refugiaban y atacaban desde ellos.
Desde la firma del Tratado de París, el rescate de los españoles asediados en Baler corría a cargo de Estados Unidos que era ya el propietario de las islas. Los americanos mandaron a una unidad de marines con el teniente Gilmore al mando, pero fracasaron, cayeron en una emboscada filipina. Varios marines murieron y el resto, incluido Gilmore, fueron apresados.

Los Últimos de Filipinas

Fotografía del Capitán La Morenas,
que mandó a los sitiados de Baler hasta
su muerte por beri-beri.

La última persona que se presentó en la iglesia para informar a los defensores de la situación y exigir su rendición fue el teniente coronel del ejército español Aguilar Castañeda que, inicialmente, no logró su objetivo, pero gracias a unos periódicos que traía con él y que dejó a los sitiados, logró la capitulación. Los defensores españoles, después de leer varios artículos de los periódicos, comprobaron que el final de la guerra era cierto y aceptaron rendirse, no sin antes hacer llegar a los filipinos el siguiente comunicado:
"Capitulamos porque no tenemos víveres, pero deseamos hacerlo honrosamente. Deseamos no quedar prisioneros de guerra y que ustedes admitan otras condiciones que expondremos, de las que levantaremos acta. Si se han de portar con nosotros de mala manera han de decirlo porque en este caso no nos rendiremos. Pelearemos hasta morir y moriremos matando".
El dos de junio de 1899 los soldados españoles salían en formación, a través de un pasillo formado por soldados filipinos en posición de firmes.
Emilio Aguinaldo, presidente de la República de Filipinas comunicó:
“Habiéndose hecho acreedoras de la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, la constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanza de auxilio alguno, han defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República, que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno.

Vengo en disponer lo siguiente:

Artículo único. Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino por el contrario, como amigos; y en su consecuencia, se les proveerá, por la Capitanía General, de los pases necesarios para que puedan regresar a su país.”
Casi un año de asedio, sin apenas víveres y en clara minoría, sobrevivieron 33 españoles. Sufrieron 17 bajas, la mayoría por beri-beri y disentería y tan solo 2 por fuego enemigo. Tal y como prometieron los filipinos, los soldados españoles no fueron hechos prisioneros y se facilitó su repatriación.
Más tarde, durante la guerra que pronto surgió entre Filipinas y EE.UU, los americanos vivieron una situación similar en Baler, refugiándose también en la iglesia, y aguantando solo unas semanas hasta que tuvieron que rendirse.

Los Últimos de Filipinas

Fotografía de los Últimos de Filipinas supervivientes,
realizada en septiembre de 1899.


Y para terminar os recomiendo la página El desastre del 98, una de las fuentes de las que he bebido.
Y corregidme si me equivoco.

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