Orígenes de la Colonia Mahou
La Colonia Mahou surgió en 1928 de la compra de unos terrenos que pertenecían a una familia de apellido Mahou. Se estableció una cooperativa y se parcelaron los terrenos a razón de unidades de 150 metros cuadrados cada una. Se construyeron 106 casas de una sola altura y factura sencilla y económica, destinadas a ser adquiridas por jornaleros y obreros de escaso nivel de ingresos.
El Plan Especial
Afectada por el Plan Especial de la Avenida de La Paz (M-30) las propiedades fueron expropiadas entre los años 70 y 80 y en la actualidad no queda ningún vestigio de la antigua colonia, no así de su vecina la Colonia Ibarrondo, de la que todavía sobrevive algo.
La Colonia Mahou se encontraba situada junto a la calle de Corazón de María, en la confluencia de la Avenida de América con la M-30. A finales de 1976 vivían en ella 60 familias a las que se instó a desalojar sus viviendas a causa de las actuaciones de la Junta de Compensación del Sector Prosperidad- Zona del Canalillo. Esta Junta desarrolló y urbanizó el Polígono 20 de la Avenida de la Paz (M-30), que contaba con una superficie de 32 hectáreas y en las que se tenía previsto construir 3.188 viviendas de gran lujo sobre terrenos baldíos y los que ocupaba la Colonia, construida en 1928.
Vista aérea de lo que quedaba de la “Colonia Mahou” en 1975. (Foto: NomeCalles- CAM)Area de la antigua “Colonia Mahou” y terrenos aledaños que quedó fectada por el Plan Especial de la Avenida de La Paz (M-30) y cuyas propiedades fueron expropiadas entre los años 70 y 80. La fotografía aérea de 2009 muestra el resultado de la intervención y la nueva ordenación residencial del barrio proyectado. (FOTO: Google Maps-2009)La Junta de Compensación
La Junta de Compensación estaba compuesta por la Inmobiliaria Bilbao, con el 44 por 100 de los terrenos, y el 56 por ciento restante compuesto por otros propietarios: constructoras y grandes empresas (Banco de Bilbao, Banco Urquijo, Siemens, Cuzco y Fábrega Constructora, Alarfe, Perlofil, Seda de Barcelona entre otros, que sumaban un total del 93 por 100) y por particulares, el 7 por 100 restante, que pertenecía a los dueños de las casas de la colonia.
Teniendo en cuenta que el precio medio oficial del metro cuadrado en la época y en esta zona era de entre 40.000 y 50.000 pesetas (calculando siempre por debajo de los valores reales), los beneficios estimados de la operación, una vez descontados costes de construcción y gastos financieros, podía ser de más de 7.000 millones de pesetas (43 millones de Euros actuales que, haciendo un sencillo cálculo, en 1978 y según los precios actuales podrían haber supuesto más de 400 millones de Euros, imaginando que en este periodo transcurrido los precios de los solares en el norte de Madrid se han incrementado como mínimo diez veces). Así que el negocio estaba garantizado.
Frente a estas expectativas de beneficios tan gigantes, los propietarios “indirectamente” expropiados recibían 150.000 pesetas de indemnización y 4.000 pesetas por metro cuadrado de su casa o bien, al connsiderárseles parte de la Junta, podían hacer uso de su condición aportando las cantidades monetarias correspondientes, que rondaban los 4 millones de pesetas y entrar en el negocio como parte promotora. Pero, puesto que los propietarios de la Colonia eran obreros con ingresos por debajo de las 300.000 pesetas al año, su condición de miembros de la Junta no pasaba de ser una burla. Ante las reticencias de los vecinos que prolongaban el desahucio y forzaban las condiciones de expropiación encubierta, los poderosos promotores no dudaron en hacer uso de las habituales prácticas de presión y hostigamiento para obligar a las familias a ceder a las condiciones que les ofrecían.
Expropiaciones
Finalmente, después de diferentes reuniones entre promotores, Ayuntamiento de Madrid y COPLACO (Comisión de Planeamiento y Coordinación del Área Metropolitana de Madrid), las condiciones se ampliaron con la oferta de viviendas para los expropiados en promociones de nueva planta en Alcalá de Henares, bien lejos del lugar de conflicto y del centro de Madrid. (ABC- Martes 21 de marzo de 1978, pág. 25)
En noviembre de 1987 todavía quedaban más de una treintena de propietarios en sus viejas casas que se negaban a ser expulsados, no admitiendo las condiciones ofrecidas por la Gerencia Municipal de Urbanismo, que era en ese momento la encargada de llevar a buen fin el proyecto. Según parece, el convenio no se estaba cumpliendo en los términos estipulados y los vecinos que aún no se habían ido reclamaban la vivienda de realojo ofrecida y cantidades más acordes a la revalorización del suelo. El asunto estaba en manos del Tribunal Supremo y por esto, aunque el Ayuntamiento de Madrid había intentado desalojar con medios policiales a los vecinos, estos desalojos siempre tuvieron que paralizarse ante la falta de una sentencia firme que lo permitiese. También habían llegado las alegaciones vecinales al despacho del Defensor del Pueblo, en aquel entonces, el señor Ruiz-Giménez, quien al parecer rechazó su intervención por no ser de su competencia el caso. (ABC- 13 de diciembre de 1987, pág. 58 )
Final de la historia
El final de la historia, como no podría haber sido de otra manera, es el que ya todos sabemos. La humilde barriada obrera, en su última etapa absolutamente marginal, desapareció en su totalidad y las nuevas construcciones de carácter residencial de lujo, ejecutadas con aparente buena factura y gusto más que aceptable, dieron paso a un nuevo barrio más moderno, más ordenado y más racional. También más denso, pero más elegante y acogedor. Los nuevos edificios residenciales, rodeados de zonas verdes pronto hicieron olvidar el cercano pasado de la Colonia Mahou y de la lucha de sus últimos moradores. Sirva este recordatorio para refrescar la memoria de la historia reciente de los barrios olvidados y, aún más, desconocidos, de este Madrid hiperactivo que se reinventa constantemente y crece sin parar, a las órdenes de sesudos estadistas que planifican, y de las leyes de mercado, que imponen su poder.