Revista Política
La guerra de las Malvinas y la privatización de las viviendas sociales a sus inquilinos facilitaron la elección de Margaret Thatcher para dos legislaturas más. A ello contribuyó también la falta de pericia política de la oposición que, a la vista de las reformas económicas thatcheristas, se radicalizó provocando una ruptura dentro del partido. La radicalización de los laboristas, demasiado dependientes de los sindicatos, favoreció la escisión del ala más moderada, formados por socialdemócratas, que fundaron un partido homónimo que, más adelante se unirían a los liberales formando el actual partido Liberal-demócrata. Este hecho favoreció la división del electorado británico opositor a las políticas thatcheristas que tan beneficioso fue para la PM.La victoria de la Dama de Hierro, le convenció para continuar con su agenda reformista que, en su segundo gobierno, tendría que enfrentarse a los sindicatos que protagonizarían una lucha a muerte por el alma del proletario británico. La torpeza del líder sindical minero, Arthur Scargill fue tan determinante para el fracaso de la huelga del sector como la tenacidad de la PM. La huelga fue un desastre organizativo desde el principio. Scargill llevaba años intentando poner en pie de guerra a los mineros contra MT y había perdido las últimas votaciones para organizar una huelga a escala nacional. Así que esta vez inició una huelga en solitario e intimido a los mineros para que lo siguieran. El momento elegido no pudo ser peor, en primavera cuando la demanda de carbón para calefacción disminuye. Así mismo, se emplearon transportistas no afiliados, con lo que se enemistó con los sindicatos de transportes que vieron como sus afiliados perdían ingresos mientras la actividad economía seguía su camino. El gobierno presionó reduciendo las ayudas para las familias de los huelguistas y la policía se esmeró para reventar las protestas. La combinación de estos factores llevaron al fracaso de la huelga y, con ella, el poder de los sindicatos se vio drásticamente reducido. Este fracaso afectó al partido laborista, muy relacionado con los sindicatos. Además, la protesta no se limito a las calles y a las minas, los laboristas llevaron a cabo una enconada oposición desde el parlamento y desde los municipios, principalmente el del Gran Londres que actuaba como un auténtico contra poder a las políticas de Whitehall. Londres y Liverpool, las ciudades más díscolas con las políticas thatcheristas, subieron los impuestos locales para recaudar lo que el gobierno de la nación les negaba por los recortes. Esto llevó en 1986 a la abolición del ayuntamiento del Gran Londres por parte de Margaret Thatcher y a unificar las vías de financiación local por la vía de un nuevo impuesto que pagaría toda persona por igual: el Poll Tax.Este polémico impuesto fue el que más erosionó los gobiernos de Thatcher y el responsable último de su caída. Con los sidnciatos derrotados y la izquierda dividida, la tercera victoria de Thatcher cristalizó con relativa facilidad. Ésto animó a la PM a pisar el acelerador de su política liberal e implementó el programa de privafizaciones que iba a convertir el Reino en un país de empresas donde primase el individualesimo. Se privatizaron los aeropueros, el acero, el agua, la electricidad así como el Real Correo. Se desligó la educación de la administración para dar un papel protagonista a los padres y se obligó a la escuela a entrar en un mercado competitivo por tener más fondos y mejores alumnos. Especialmente sensible era todo lo tocante al Servicio Nacional de Salud (NHS), cuya reforma pretendía algo similar a la reforma educativa. Se pretendía construir una especie de mercado sanitario transformando hospitales en sociedades sanitarias y a los médicos en accionistas de las misma para favorecer la competitividad y el mejor funcionamiento. Los tratamientos serían gratuítos para los pacientes, pero se incentivaba a los médicos a optar por los más baratos para obtener beneficios para la "empresa hospitalaria" de la que eran accionistas. Irónicamente la reforma obtuvo lo que quiso evitar: más burocracia. Los hospitales se dotaron de un gran número de contables que asesorasen sobre las finanzas de las "empresas hospitalarias". Se dedicó menos tiempo a los pacientes y más a captar clientes y accionistas con lo que la reforma fue un sonado fracaso que propició más de un rescate por parte del gobierno, el último por parte del actual inquilino del Número 10.Pero la política que resultó más determinante en su retiro, o más bien en el motín en las filas de su partido, fue el polémico Poll Tax.La política municipal era el bunker desde el que los laboristas intentaban torpedear las reformas thatcheristas. Los recortes realizados por Whitehall a penas llegaban al bolsillo del votante Tory debido a que los municipios incrementaban sus tasas. Los contribuyentes con menos ingresos estaban exentos de pagar, lo que hacía recaer el esfuerzo impositivo en las clases medias y altas. Era una situación que MT estaba dispuesta a solventar. Para ello redactó una reforma de la financiación municipal consistente en un solo impuesto municipal universal con independencia del nivel de riqueza. Si bien, los menos pudientes tenían una desgravación de hasta el 80%, el impuesto recaía sobre millones de personas que antes estaban exentas. El impuesto suponía un enorme agravio comparativo, ya que una persona que viviese en una gran mansión pagaría un impuesto, mientras que seis compañeros de piso pagarían seis impuestos, con lo que la oposición al Poll Tax era de un 70% cuando se introdujo en abril de 1990.A pesar de que el tipo máximo de IRPF se redujo, las clases populares no se beneficiaron en absoluto de esta medida, es más, el Poll Tax supuso un incremento de sus impuestos en un momento en el que la economía británica estaba de nuevo de capa caída, algo que erosionó gravemente los apoyos al gobierno. Otro de los grandes caballos de batalla fue la política europea. Aunque la PM llegó a Downing street siendo una europeista, su política se recortes chocó frontalmente con sus obligaciones contributivas para con el Mercado Común. No solo eso, el Reino Unido había visto cómo se incrementaban los costes de la alimentación debido a la PAC y a las directivas Comunitarias. Si a eso sumamos que el 51% de sus exportaciones no pasaban por Europa, la adhesión no parecía ser tan atractiva. No solo eso, recién llegada a Downing Street la Comisión comunicó a UK la subida en su cuota a la UE. Así que las batallas contra la Comisión comenzaron nada más llegar. Las batallas por el presupuesto comunitario, la renegociación de la PAC y el fiasco que había supuesto adherirse al Sistema Europeo de Tipos de Cambio (antesala de la unión monetaria) llevaron a Thatcher al célebre discurso de Brujas, nacimiento del euroesceptiscismo británico. MT abogaba por una Unión de países y no una federalización continental. Defendía que no había disminuido el gobierno en UK para ver cómo se acrecentaba un macro Estado Europeo. En frente tenía al Presidente de la Comisión Europea, el socialista francés Jacques Delors. Los intentos de éste de ahondar en la integración europea contaron con la recurrente oposición de la tenaz PM quien, en su propia casa, veía cada vez más cuestionado su liderazgo. La batalla comuniatria mostró a muchos miembros de su partido que MT no solo se encontraba cada vez más sola dentro de sus fronteras, sino también fuera de ellas. Escenificado en el cébre discurso de los tres "noes", la intransigencia de la PM en política comunitaria supuso el pistoletazo de salida para las intrigas y su destitución en un golpe palaciego en el seno del Partido Tory.