Revista Sociedad

Los vecinos de Centro se tragan el Orgullo

Publicado el 05 julio 2010 por Felipe @azulmanchego
Los vecinos de Centro se tragan el Orgullo VIVIR EN EL centro de Madrid, como es mi caso, tiene algunas ventajas y muchos inconvenientes, derivados en gran parte del ocio nocturno. La reciente celebración de las Fiestas del Orgullo Gay ha reeditado un viejo debate imposible de resolver sin conculcar algunos derechos: el de los vecinos al descanso y a su salud, y el de los visitantes a disfrutar de su tiempo libre como mejor les venga en gana. Tengo para mí, antes de entrar en materia, que los vecinos son la parte más débil de este conflicto de intereses y que están condenados a salir perdiendo siempre. Así viene ocurriendo desde hace ya demasiados años.
Queda claro, pues, que soy parte interesada y que, por lo tanto, mi opinión no será ni equidistante ni objetiva. Aún a riesgo de parecer algo carca, o incluso retrógrado, diré que me parece intolerable que los vecinos de Malasaña y Chueca se hayan convertido en rehenes de una situación intolerable ante la pasividad del Ayuntamiento de Madrid que no sabe cómo afrontar y resolver el problema. Su inacción tan sólo ha servido para complicar las cosas y agrandar las molestias vecinales. El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y la presidenta regional, Esperanza Aguirre, que viven por la zona, deberían saberlo, al menos como vecinos, si es que como responsables políticos prefieren seguir mirando hacia otro lado.
Sobre lo del Orgullo... vale que es una vez al año y que todos los barrios y pueblos tienen sus fiestas y sus molestias y que las consecuencias negativas suelen ser más o menos inevitables en todas partes. La cuestión es cuando se pretende meter en un espacio físico tan pequeño a cientos de miles de personas poniendo en peligro la integridad física de los asistentes y vecinos al no poder atenderse ninguna emergencia. Me llama también la atención la pasmosa resignación con la que se acepta que muchos residentes se vean obligados a huir del barrio durante una semana para poder descansar. Y no es sólo un problema de ruidos. A la contaminación acústica hay que sumar los orines, las heces, los vómitos, la suciedad... Sí, claro, porque si concentramos a tanta gente en un solo punto de la ciudad y no se adoptan algunas medidas básicas (urinarios, contenedores, controles policiales, etc.) acaba ocurriendo lo inevitable. Vivir en un barrio "marchoso" no presupone que nos veamos obligados a sufrir semejante condena.
Conviene aclarar igualmente que esto no tiene nada que ver con una celebración reivindicativa de unos determinados derechos de las personas. Y digo que no tiene nada que ver porque, en mi opinión, no se puede defender los legítimos derechos civiles de los homosexuales pisoteando los de los vecinos. No estoy en contra, en absoluto, ¡faltaría más!, de que se festeje sino de la desmesura que está alcanzando.
Otro día hablaremos de las consecuencias etílicas del botellón en Centro, un distrito que tiene el dudoso honor de haberse convertido, cuando no es por pitos es por flautas, en el gran estercolero de Madrid. Una gran letrina para mayor gloria de determinados intereses económicos consentidos por el Excelentísimo Ayuntamiento de Madrid. Es evidente que yo no me siento orgulloso de vivir en el Centro.

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