Revista Cultura y Ocio
Los Vengadores (The Avengers, Joss Whedon, 2012) es una película de super héroes con más valores de los que a priori pudiéramos suponerle. Es entretenida, no trata al espectador como un idiota, y los momentos de gran espectáculo son menores, más cortos, y menos embarazosos que, por poner el ejemplo de blockbuster medio, cualquier film de Michael Bay. Además, supone un alivio añadido que se haya esquivado (al menos, en parte) el error común visto en la serie de X-Men. Aquí, pese a ser un grupo bastante numeroso de héroes, el guión le otorga a cada uno suficiente espacio en la historia.
Como ya habrá una legión de fans suficiente que busque y encuentre los aportes comunes de Joss Whedon, señalemos mejor lo relativo a la dirección, con ideas que sugieren que el estudio le ha debido dar más tiempo y mayores libertades que lo que es normal en una película de esta características. Mencionemos dos detalles de dirección y puesta en escena.
La primera, un plano donde se ve cómo los Vengadores comienzan una discusión que deriva en tensiones crecientes… mientras la inversión de la imagen permite que notemos la causa… La vara que portaba Loki. Es una forma visual de transmitir una información muy efectiva, que no recurre a un diálogo que lo remache. Además, era bastante necesario porque a esas alturas del guión no quedaba claro el motivo de tal tranquilidad de Loki, apresado en la base (volante) de SHIELD.
El segundo hallazgo se apoya más en la tecnología, pero no deja de ser interesante. Se trata del momento en que la cámara se mueve (gracias a lo digital) entre cada uno de los héroes durante la batalla final, deteniéndose un instante en donde se encuentran, y qué hacen.
Volviendo al guión, y a riesgo de que esos mismos fans de Whedon alcen el puño furiosos, diremos que no es tan satisfactorio, si prestamos mayor atención. Puede que hayan sido limitaciones originadas por el tono y la orientación de las franquicias de cada héroe. Thor sigue siendo el personaje más flojo, debido en parte a una elección errónea del actor, pero también a que la película originaria no adaptaba nada bien los aspectos épicos del habitante de Asgard. Poner de Odin a Anthony Hopkins y a director a Kenneth Branah no aportaban calidad de forma automática. Bien por el actor, bien por el guión, aquel film convertía a Thor en un adolescente mimado cuya evolución, además, era repentina. Sus guionistas cometían una torpeza más cuando descuidaron también la evolución del antagonista, con un Loki que sólo empezaba a actuar como “malo” demasiado tarde.
Esto se hereda en Los Vengadores. Loki sigue siendo débil como malvado. De hecho, es un “enviado”; un segundo al mando de una fuerza externa que entrevemos (y descubrimos en el epílogo final, tras los primeros créditos). Cuando topa con Thor, se dan los momentos menos logrados de la película.
Con Hulk sucede algo similar. La película que enlazaba con esta obra de Joss Whedon era mucho menos interesante que aquella primera adaptación de Ang Lee. The Incredible Hulk (Louis Leterrier, 2003) se deshacía de todos esos traumas que habitaban la psique de Bruce Banner (que, he descubierto hace poco, ya estaba en los cómics, en manos del guionista Bill Mantlo). No se daba, así, un verdadero conflicto. Y tampoco se exploraba (ni siquiera se abría, de hecho) un hecho relevante: si el Hulk que veríamos en pantalla era el descontrolado o el que mantiene cierta consciencia.
Aquí, el actor (que releva a Edward Norton, y para bien) y la dirección de Whedon le dan un enfoque distintivo a Bruce Banner, donde incluso ciertos gestos (agarrándose y frotándose las manos) indican cuánto se preocupa por controlarse. Es irónica y distante para con SHIELD (su primera escena, con la Viuda Negra define bien al personaje), pero a la vez esforzándose en una distancia que le impida enojarse en exceso.
En todo caso, como decíamos, no se enfrenta el problema de qué tipo de Hulk es, llegándose a la contradicción. En primer lugar, se le teme como esa “fuerza de la naturaleza” que ya en los cómics todos temían poner en marcha. Luego, en cambio, en la batalla final, Bruce Banner se transforma en el monstruo sin dificultad alguna… y dando lugar a un Hulk que, de pronto, está de parte del grupo.
El caso de El Capitán América es diferente. Whedon aquí no necesitaba plegarse al arco del personaje de la película de su franquicia. Dado que aquélla (con ideas menos valoradas de lo que deberían haber sido, por cierto) acaba con el resurgimiento del héroe en nuestro tiempo, su estado de ánimo como personaje de hecho es sólo ahora, en Los Vengadores, cuando puede tratarse. Whedon le sitúa en su primera escena dando golpes de frustración a un saco de arena donde entrena, en un gimnasio. De nuevo, una muestra de que, como director, sabe cómo sintetizar un estado de ánimo en una acción y una imagen.
Por desgracia, esta misma escena abre algo que no se explora lo suficiente durante el resto de la película. Puede que Whedon haya preferido darle más tiempo y espacio a los dos personajes sin película propia: la Viuda Negra y Hawkeye. Y así, parece que el personaje al que se le ha restado (más) metraje ha resultado el Capitán América.
O puede que no sólo haya resultado limitadora la herencia recibida, sino, además, el futuro legado. Sin conocimiento (o conocimiento total) de por dónde querrán encaminarse los directores y guionistas de las franquicias de cada héroe puede que Whedon se haya visto coartado.
En cualquier caso, se anuncia que habrá mucho metraje extra en las ediciones para consumo en vídeo. Ahí, y entonces, sabremos con seguridad la causa real de los errores de Los Vengadores. Otro aspecto no del todo conseguido es la sensación de amenaza. En pantalla no se imprime bien esos stakes: ese riesgo inminente de lo que sucederá si Loki triunfa. Ni siquiera en el clímax (largo pero controlado, por fortuna), pese a que no faltan explosiones y peligro físico para la población, uno no siente que estemos en uno de esas situaciones de "end of the world" de las que tantas veces se enfrentan los Vengadores. Nos recuerda, buscando un ejemplo en los cómics, al problema similar que se daba en el crossover World War Hulks o, en ciertos momentos, Secret Invasion: se nos informa de que todo está a punto de perderse, pero no se nos transmite de forma eficiente. En el trailer de la película se daba más ese tono de amenaza que en la propia película Como reflexión final, viendo la sala llena de niños, y con ese tono ligero y de humor (y Whedon es bueno en esto; no puede negarse), sí que surgen varias cuestiones acerca de esta variación concreta del tratamiento del super héroe.
¿Por qué se ha considerado que un target más joven requiere un tono más ligero? ¿Por qué, si, de todas maneras (al menos, viendo las reacciones de los niños), esta película apenas entretiene a los más pequeños? Y si el objetivo eran los adolescentes, ¿por qué el tono ligero, cuando tenemos en cartelera The Hunger Games, que es (sea mejor o peor) un film mucho más oscuro?
Algún crítico ha dicho que los Vengadores de Joss Whedon remite a los cómics de tiempos más sencillos. Cabe preguntarse, pues, si el film no se dirigirá de veras a los adultos con melancolía, en estos tiempos en los que este sentimiento se expande por el cine (The Artist es un ejemplo; Hugo, otro, más significativo por cuanto también se supone que es un film dirigido al público joven). Pero todo esto queda para otro post. Otro de los trailers enfatizaba un tono más sombrío y "serio" que el que después domina en verdad el film