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Los verificadores de IA son para gente anticuada.

Publicado el 20 septiembre 2024 por Johnny Zuri @johnnyzuri
Los verificadores de IA son para gente anticuada. Read Time:5 Minute, 38 Second

Los verificadores de IA están quedándose obsoletos, y es un problema mayor de lo que parece 😲

Los avances en la inteligencia artificial generativa están superando de tal forma a los verificadores de IA que, hoy en día, es casi imposible confiar plenamente en su juicio. Estos sistemas, encargados de discernir si un texto fue escrito por humanos o por IA, se han convertido en herramientas populares, pero con limitaciones alarmantes. Mientras la IA avanza a una velocidad vertiginosa, los detectores no consiguen seguir el ritmo, resultando en altas tasas de falsos positivos y una falta de fiabilidad que pone en jaque a quienes dependen de ellos para evaluar contenido auténtico.

Un estudio de la Universidad de Maryland lo ha dejado claro: es matemáticamente imposible detectar de forma precisa si un texto ha sido escrito por IA. A medida que los modelos mejoran, las probabilidades de que un verificador acierte se reducen a casi un 50%, lo que equivale a jugar a cara o cruz. ¿Deberíamos entonces seguir confiando en estos sistemas?

La paradoja de los verificadores: avanzan pero se quedan atrás
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Si algo queda patente es que los verificadores de IA no logran mantenerse al día con los avances en inteligencia artificial. Mientras las herramientas de generación de texto evolucionan, los detectores quedan estancados, operando con algoritmos incapaces de adaptarse a los nuevos matices del lenguaje creado por máquinas. No es casualidad que esto suceda. Los modelos generativos como GPT-4 o ChatGPT han alcanzado tal nivel de sofisticación que sus textos son prácticamente indistinguibles de los escritos por humanos, y no solo por su fluidez o gramática, sino por su capacidad de replicar el estilo y las emociones.

Y aquí llega el golpe maestro: la traducción automática o incluso algo tan simple como cambiar el orden de los párrafos puede engañar fácilmente a estos verificadores. Es decir, evadir la detección no es ciencia de cohetes, sino una simple cuestión de jugar con las palabras. ¿Quién lo diría?

¿Son fiables los análisis de estilo de los verificadores de IA? No tanto…
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Uno de los puntos más criticados de los verificadores de IA es su incapacidad para capturar la complejidad del estilo de escritura. Estos programas, que en teoría deberían ser capaces de identificar los matices entre el texto humano y el generado por máquinas, a menudo realizan análisis superficiales y poco precisos. Resulta irónico que mientras nos maravillamos con la capacidad de la IA para generar poesía o ensayos filosóficos, los detectores se atasquen en algo tan elemental como diferenciar la sintaxis humana.

Autores como Borges, Camus o Cortázar serían clasificados por muchos de estos sistemas como autores “poco humanos” debido a la singularidad de su estilo. Y si la tecnología no puede capturar la esencia de la escritura humana, ¿de qué sirve? Como dice el viejo refrán, “el ojo ve lo que quiere ver”, y en este caso, parece que los detectores están miopes.

La ironía de las acusaciones falsas

Otro tema espinoso es la alta tasa de falsos positivos. Hay casos documentados de estudiantes que han sido acusados injustamente de haber utilizado IA para escribir sus trabajos, cuando en realidad fueron fruto de su propio esfuerzo. ¿La razón? Los detectores fallan. Esto no solo pone en peligro la integridad académica, sino que genera un clima de desconfianza hacia herramientas que deberían ser de apoyo, no de persecución. Si confiamos ciegamente en estos sistemas, corremos el riesgo de criminalizar la creatividad y la originalidad humana.

La IA como asistente: ¡No es trampa!
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Es común que algunos vean el uso de la IA en la escritura como una forma de hacer trampa. Pero, ¿realmente lo es? Si lo pensamos bien, utilizar IA en la escritura no es diferente a usar un procesador de texto, un corrector ortográfico o incluso una calculadora. La clave está en cómo se utiliza la herramienta, no en si se emplea o no.

Escribir con IA puede verse como un proceso colaborativo, donde la máquina asiste en la parte técnica, pero la creatividad y el pensamiento crítico siguen siendo humanos. El uso de IA debería entenderse como una extensión de las capacidades del autor, no como un sustituto. Al final, lo que importa es la calidad del contenido, no el medio por el cual fue creado. Y como bien dijo Oscar Wilde, “La vida imita al arte mucho más que el arte imita a la vida”. La tecnología simplemente amplía esa imitación.

¿Cómo debemos juzgar la escritura? No por el origen, sino por su valor
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Aquí es donde surge la pregunta clave: ¿qué deberíamos valorar más en un texto? Hoy en día, demasiadas veces nos centramos en cómo se creó algo, en lugar de en lo que realmente importa: su valor, su originalidad y su ética. La obsesión por saber si una IA ha tenido o no participación en la creación de un texto nos aleja del propósito principal de la escritura: comunicar ideas, emociones y conocimiento. El enfoque debería estar en el contenido, no en el proceso.

En un mundo donde cada vez más herramientas tecnológicas ayudan a escribir, diseñar o componer, lo relevante es el resultado final, y cómo impacta en el lector, oyente o espectador.

Los sesgos que nadie menciona

No podemos ignorar el hecho de que los verificadores de IA tienen sesgos integrados. Un estudio reciente encontró que estos detectores tienden a clasificar incorrectamente el texto de escritores no nativos como generado por IA con mucha más frecuencia que el de escritores nativos. Esto es una clara muestra de cómo las herramientas que deberían ser neutrales pueden reforzar prejuicios lingüísticos. Mientras no resolvamos estas desigualdades tecnológicas, estaremos perpetuando una visión del mundo donde la IA solo refuerza las divisiones.

¿Qué sigue? Un desafío para el futuro de los verificadores de IA
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Si algo está claro, es que el futuro de los verificadores de IA es NULO. Los avances en inteligencia artificial generativa están creando una brecha tecnológica difícil de cerrar, y los sistemas que intentan seguirle el paso se están quedando rezagados y desaparecerán cuando todo el mundo entienda que, una vez más, la tecnología llega para ayudarnos y solo depende de cada uno de nosotros sacarle el partido que merecemos y deseamos. A medida que las IA se hacen más inteligentes y generan contenido indistinguible del humano, los verificadores tendrán que desaparecer por  irrelevantes.

Pero mientras tanto, surge la pregunta: ¿debemos seguir confiando en ellos? Y si la respuesta es “no”, ¿cómo podemos garantizar la autenticidad y la originalidad en un mundo cada vez más digitalizado?

Como decía Mark Twain, “No se puede confiar en la mayoría de las citas que se encuentran en Internet”. Y aunque esta frase en sí misma es una broma, el desafío que plantea es muy real.

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