Revista Opinión

Los viejos amigos (cuarta entrega)

Publicado el 13 junio 2011 por Miguelmerino

En vista de que el espontáneo ha puesto en duda mi capacidad narrativa, no me ha quedado más remedio que quemarme las pestañas en hemerotecas, bibliotecas públicas y privadas, internet e incluso entrevistándome con ex alumnos del Pérez Galdós que cursaron estudios en la época en que se produjeron los hechos narrados hasta ahora. Puedo decir con orgullo y satisfacción, que tan arduo esfuerzo ha dado sus frutos y hoy, estoy en disposición de hacerles partícipes del contenido íntegro de la conversación entre Luis y Juan con la botella de Rioja de por medio. 

  • ¿De verdad que no me recuerdas? – Le preguntó Juan a Luis. 
  • Pues no señor, no tengo ni idea de quien es usted, pero cada vez que se presente aquí para conversar una botella de vino, será bien recibido. De todas formas, no se lo tome como algo personal, son muchas las personas y las cosas que ya no recuerdo o que quizás ya no quiera recordar. – Le respondió Luis con cierto deje de resignación. 
  • Me parece mentira, con la de horas que hemos echado de tertulia literaria. Recuerdo que tú eras un fanático de Miguel Delibes y yo te decía que el mejor, sin duda, era Cela. El tiempo terminó dándome la razón y se llevo el Nobel. 
  • No recuerdo haber sido nunca fanático de ningún escritor, pero desde luego sigo considerando infinitamente mejor a Delibes, pero sólo como novelista. Reconozco que en relatos cortos y artículos Cela es insuperable, y que el Pascual Daurte y La Colmena fueron sus cumbres como novelista. El resto de novelas se las pudo ahorrar. 
  • ¿Ves, ves como tengo razón? Tú eres Luis Parejo. Tus gustos literarios te delatan. 
  • No le digo yo que no. Lo que digo es que no lo recuerdo. De todas formas, para ser de la opinión de Delibes es mejor novelista que Cela no es necesario llamarse Luis Parejo, simplemente haberlos leído a los dos. Y el Nobel ni quita, ni da razón, Cela nació para premio Nobel y a ello dedicó toda su vida, mientras que Delibes sólo se dedicó a contar historias. 
  • Pero Cela creó la revista “Los Papeles de Son Armadans” que es una referencia literaria indispensable para entender la literatura de postguerra. – Argumentó Juan a favor de Cela. 
  • Sí señor, se lo reconozco. A eso, entre otras cosas, me refería cuando dije que dedicó su vida a conseguir el Nobel. ¿Sabía usted que Cela le pidió alguna colaboración para la revista? Delibes le preguntó que cómo pagaba las colaboraciones y Cela le dijo que no las pagaban de momento, pero que más adelante seguramente sí podrían pagarlas. A lo que Delibes le respondió que en ese caso estaría encantado de colaborar “más adelante”. Cela se dedicó a conseguir colaboraciones, sobretodo de la gente del exilio, de manera gratuita. Cierto que gracias a la revista pudimos seguir leyendo a gente como Américo Castro, Francisco Ayala, Rafael Alberti y tantos otros. 
  • Bien, como quiera que fuese, la revista forma parte de la historia literaria moderna de España. – Insistió Juan. 
  • No le niego el valor literario de Cela, pero yo, a la hora de leer historias, prefiero a Delibes, como prefiero a Galdós o a Baroja. Eso de inventarse la novela, cuando la novela lleva siglos inventada me parece un simple juego por parte de gente como Cela o Umbral, con los que disfruto mucho leyendo sus artículos, sus relatos, sus seudo memorias, etc. – Siguió argumentando Luis. 
  • De acuerdo, veo que no has cambiado de opinión en todos estos años. Queda la penúltima en la botella, vamos a terminarla. – Dijo Juan mientras servía el resto de la botella en las dos copas. 

Se bebieron de un trago la última copa. 

  • Tengo que dejarte ahora, pero volveré mañana con otra botella y seguiremos conversando, Hasta que te convenza de que vengas a mi casa. – Se despidió Juan. 
  • Como ya le dije, para conversar una botella de vino siempre estoy disponible. Si hay que hablar de literatura, se habla y si hay que hablar de medicina, lo mismo. Lo que haga falta, pero la próxima botella si puede venir con un poco de jamón ibérico de bellota, seguro que baja mejor. – Dijo Luis. 
  • Eso está hecho. – 

Y se despidieron con un fuerte apretón de mano. 

  • Aparte de no creerme nada de lo que cuenta. ¿Viene a algo este alarde de cultura literaria? 
  • ¿Otra vez usted? No se queje. Usted es el culpable de que se haya reproducido esta conversación. Yo nada sabía de ella y nada hubiera sabido sino hubiera sido por su intervención en la entrega anterior. 
  • No me venga con historias. Esta conversación se la ha inventado usted de la cruz a la raya. 
  • “Pa” usted la perra gorda. 

Continuará…


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