Revista Opinión

Los viejos amigos (segunda entrega)

Publicado el 11 junio 2011 por Miguelmerino

Mendigo copia Decíamos ayer, aunque este ayer no sea el de Fray Luis de León, que la historia que pretendía contar, ocurría un día cualquiera de un junio cualquiera, alrededor de las ocho de la noche, según la teoría semántica del espontáneo. Por delante del menesteroso pasó un hombre, ya entrado en los cincuenta, con Levis clásicos, algo desgastados pero limpios, Lacoste de color celeste y unas Nike de modelo reciente. El pelo lo llevaba corto y abundante en canas, una barriga prominente y unos cuantos kilos demás, sin exagerar.

Como era de esperar, fue saludado por el indigente con el consabido:

– Adiós amigo –

El caminante detuvo en seco su paso y se volvió en la dirección de la voz. Se quedó mirando con fijeza al personaje.

– Perdone si le he molestado, sólo quería ser educado. – se justificó éste al ver la mirada inquisitiva del desconocido.

– No, no me ha molestado en absoluto, es que me ha parecido reconocer su voz. – Explicó el caminante.

– Usted, uuusted y yo no no no nos conocemos amigo. – Balbuceó con mirada retraída el mendigo.

– Claro que sí. Tú eres Luis. Luis Parejo. – Dijo el caminante mientras se acercaba más al banco.

- Sí, cre creoo que me llamo Luis, pe pero no, no recuerdo mi apellido, ni ni ni le le conozco a us usted. Por favor, de de déjeme tranquilo.- Siguió balbuceando.

- Pero como te voy a dejar tranquilo, alma de cántaro. Soy Juan. Juan Aparicio. ¿No me recuerdas? ¡Joder macho! ¿Cuántos años han pasado, veinte, veinticinco? Estoy mas gordo y con el pelo blanco, pero no he cambiado tanto– Dijo el caminante intentando abrazar al mendigo.

- Creo… creo que se equivoca amigo. Yo no, no conozco a ningún Juan Apa Aparicio, se lo se lo juro. – Contestó zafándose del intento de abrazo.

- ¡Coño Luis! Qué soy yo, Juan, Juan el Gamba. Ya sé que no terminamos muy bien nuestra amistad, pero ¡coño! que me alegro de verte. Te vienes a casa conmigo. Vivo aquí a la vuelta, en la calle Ángel Guerra.

- No, no. De déjeme en paz caba caballero. Yo no le he pe pe pedido na nada y no no nos co co conocemos.- Tartamudeaba cada vez más

- Pero Luís, déjame ayudarte. Por los viejos tiempos. ¡Venga! Vamos a casa. Allí te puedes asear y te dejo algo de ropa limpia. Mi talla más o menos te servirá.

El mendigo enarboló la botella de vino y con tono amenazante gritó:

- ¡Qué me dejes en paz, coño! – Se le quitó el tartamudeo de golpe. – No necesito nada tuyo. No sé quien eres ni lo que pretendes, pero o te largas ahora mismo de aquí o te estampo la botella en la cabeza, aunque me duela perder el poco vino que le queda.

- Vale, vale. Déjame al menos que te invite a un trago. O mejor, te compro una botella de vino y te la traigo ¿te parece?

- A una botella de vino, no digo nunca no. – Contestó el presunto Luis.

Juan, que así le llamaremos en adelante, entró en el primer bar y compró una botella de vino de rioja. Treinta euros sin propina por el descorche. Volvió junto a Luis, que también le llamaremos así a falta de mejor nombre y sentándose a su lado en el banco, le alargó la botella.

Continuará…


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog

Revistas