Revista Opinión

Los viejos amigos (sexta entrega)

Publicado el 16 junio 2011 por Miguelmerino

Buenas. Sí, ya sé que entre unos y otros les estamos volviendo locos. Pero no tengo más remedio que intervenir. ¿Qué quién soy yo? ¡Ah sí! Disculpen. Soy Juan, Juan Aparicio. Sí, ese mismo, Juan el Gamba, uno de los protagonistas del cuento. Miren, yo conozco al espontáneo este y por supuesto que es un tocahuevos, además de otras cosas que ustedes saben y yo me callo.

Hace tiempo que interrumpe cualquier escrito en internet para acusar de plagio, con el peregrino argumento de que Homero es la literatura total, por lo tanto, todo lo escrito después de Homero, es plagio. Además, añade que como es sabido, Homero era ciego y por tanto la Ilíada y la Odisea son los primeros romances de ciego que se crearon.

En su día acusó a Cela de haber plagiado “La cruz de San Andrés” y a García Márquez de que su “Historia de mis putas tristes” era un plagio de “La casa de las bellas durmientes” de Kawabata, como si el hecho de escribir sobre el mismo tema fuera indefectiblemente plagio, nada tiene que ver la novela de Gabo con la de Kawabata, salvo por el planteamiento inicial, y nada tiene que ver la presunta obra de una desconocida autora gallega con la novela de nuestro insigne Nobel.

Como hace tiempo que se le fue la olla fuera de la cocina, se dedica a inventar romances de ciego con lo que lee por ahí, para luego acusar a cualquier escritor de plagiario. Y eso es lo que ha hecho en esta ocasión. Ha compuesto, torpemente por cierto (y plagiando, él sí, la entrada y la despedida), un romance de ciego con la historia que aquí se estaba contando, para de esta manera acusar de plagio al autor. Pero la prueba de que es mentira está precisamente en que no añade nada más a lo ya contado, cuando es notorio que la historia está aun por terminar. De esta manera, conforme se vaya desarrollando la historia, él creará nuevos (y malos) romances de ciego como prueba irrefutable de plagio.

Lamento esta intromisión, pero creía necesario poner las cosas en sus justos términos y que ustedes tuviesen los máximos elementos de juicio. Espero no tener que intervenir más, salvo claro está, como personaje del cuento. Un cordial saludo y les deseo nuevas jornadas de goce lector.


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