La propuesta de Producciones Glauka opta por romper la cuarta pared desde el inicio. Un ejercicio de metateatro, donde los protagonistas se transmutan en personajes de Hamlet, compartiendo con el público sus divertidas peripecias.
Encargados de vigilar el decorado de la obra, deciden que van a representar a su manera la tragedia de Shakespeare. El resultado es un texto brillante y cercano, donde la desmesura y el surrealismo (a partes iguales) forman la estructura de una propuesta que divierte, entretiene e ilumina. El parco escenario presenta dos estructuras que al parecer son un castillo. Tras ellas, un burro para ropa, donde los actores se transmutarán en los diversos personajes. El disparate está servido de la mano de dos actores con amplio dominio de técnica e improvisación. El abanico de roles es dibujado con notable control del timing y una vis cómica desatada en la más pura estela de la Comedia del Arte. Así, Francis Lucas (autor del texto) se trueca en un príncipe algo almibarado y lerdo, se traviste en una Gertrudis de lo más cercano o en un burlesco Laertes, con querencias de esperpento, dibuja un irrepetible Polonio que cabalga sobre un cepillo junto al rey o remeda la escena de Yorick entre carcajadas.
El amplio dominio del lenguaje corporal de Lucas y su versatilidad, le permiten enlazar los personajes con fluidez y notable vis cómica. Una comicidad casi física, con reminiscencias del clow, que le permite componer instantes de enorme diversión.
Por su parte, Luis Lucia, compone soberbiamente el personaje de Claudio, un divertido, farsesco y ombliguista rey, un fantasma desopilante o una Ofelia jacarandosa que “va a tirarse al río”.
Deconstrucción perspicaz y altamente divertida de la obra del bardo. Donde los arquetipos se fragmentan y se convierten en avispados gags y en pura diversión de la mano de dos actores que nos narran una nueva visión del mito envuelto en el papel de aluminio de los bocadillos. Alfonso y Benito se convierten en dos presencias entrañables que recorren la sala de butacas a lomos de sus cepillos, dotando de dinámica a la propuesta y mostrando una comedia palpitante, dinámica, sin tiempos muertos, que sobrevuela la obra shakesperiana con el arma de un humor inteligente. “Algo huele a podrido en Dinamarca. Será la huelga de barrenderos”