La industria de fabricación de calzados ubicada en la bella isla mediterránea de Menorca (la isla blanca y azul), formaba un reducto dentro del incipiente entramado industrial del siglo XIX. Los menorquines trabajaban los zapatos de caballero y de señora desde una perspectiva totalmente artesanal y, durante años, sacrificaron las tecnologías más avanzadas de la época en aras de mantener una fabricación cuidada y casi personalizada en cada zapato fabricado. Algunas de las firmas más antiguas de la isla llegaron a posicionarse en los mercados europeos como los artesanos insulares de la España zapatera.
Los zapatos de Menorca se cotizaban y se apreciaban también en la península. Los trabajadores menorquines que atendían los diferentes oficios de la confección del calzado artesano de final de aquel siglo XIX tenían fama de ser maestros del oficio y realizar auténticas obras de arte. Pero Menorca es una isla que hace siglo y medio vivía muy aislada de la península. Además, por el carácter de los menorquines, era y es un pueblo muy orgulloso de sus tradiciones y también de su trabajo. Ese pueblo luchador que ha tenido que superar múltiples invasiones extranjeras desde: romanos, piratas que buscaban en la isla refugio, vándalos, hasta Barbarroja con una invasión turca que masacró a sus habitantes. También Menorca llegó a ser colonia francesa y por último inglesa, que nos fue devuelta tras el Tratado de Amiens o Paz de Amiens en 1802. Los habitantes de la isla menorquina, por tanto, se han sentido sometidos y anhelantes de libertad, tratando de conservar celosamente sus costumbres.
Estampa de la sociedad Estampa menorquina en plena Guerra de Sucesión (1701 - 1713)
La tradición zapatera de la isla se remonta al siglo XVIII y se dice que el trabajo de la horma y del calzado lo depuraron de las técnicas inglesas que habitaron la isla durante 70 años.
La industria del calzado suele pasar por momentos de mayor o menor demanda, también la actividad menorquina de fabricación de calzados que estaba ubicada en Mahón, Ferrerías, Alaior y Ciudadela, la que especialmente sufrió momentos de decaimiento.
En el año 1897, en Elda ya había una industria consolidada que daba puestos de trabajo a miles de eldenses y personas que buscaban en la ciudad un mejor futuro. El nombre de la ciudad era conocido en aquellos años de final del siglo XIX como un foco de progreso en lo que al calzado se refería.
Ante una de las innumerables crisis que atravesaba el calzado, en el año 1897 un grupo numeroso de menorquines salieron de la isla en busca de mayor estabilidad en la próspera Elda de aquellos tiempos. Los trabajadores que emigraron de Menorca eran todos dedicados a las más diversas tareas de la fabricación de calzados, desde diseñadores, pasando por aparadoras y zapateros manuales experimentados, hasta algún pequeño fabricante. Todas aquellas personas dieron a nuestra industria un toque de mayor calidad. Trajeron a sus familias y se convirtieron con el tiempo en eldenses de adopción. Las personas mayores de Elda recordarán a alguno de aquellos menorquines, incluso había en la bifurcación de la calle Jardines con la actual Juan Carlos I una tienda muy famosa de ultramarinos que se llamaba precisamente "La Mahonesa". Otros famosos diseñadores, como Juan Capó, ya sería premiado por el Ayuntamiento de Elda a principios de los años 20 del siglo pasado por su aportación al diseño del calzado.
Aquella aportación de la industria menorquina de fabricación de calzados contribuiría notablemente a la calidad y el prestigio del calzado eldense.