Revista Diario

Los zapatos que no sabían hacia dónde caminar

Por Emmaamme

Érase que se Era…

Unos zapatos sin tacones que no sabían hacia dónde caminar. Andaban… sueltos por las calles de la Vida. Sin rumbo fijo. Sin Norte al que llegar. 

Sus cordones intentaban apretarles… de vez en cuando. Para que se dieran prisa. Para que ganaran alguna carrera. Alguna cursa. Alguna medalla. Algún título que coserse para tener una buena ‘planta’. Pero ellos pasaban de largo… de las expectativas de los demás. No les gustaba nada llevar colgando una etiqueta. Ir marcados. ‘Pertenecer a’. Ser de alguien, en lugar de SER sin más.

Nacieron con las bandas bien anchas. Con total cobertura. Tenían el Don de escuchar todos los pasos que daban. En cada lugar, su huella dejaban. Y cada vez que se iban, su suela cambiaba de contenido. Aunque jamás lo hizo de forma. Su Esencia siempre se mantuvo intacta. 

Decían que eran raros porque aunque brillase el sol, siempre se mojaban. No le tenían miedo a la lluvia porque sabían que por mucho que se empaparan… nunca empequeñecían. Así que, cada vez que las nubes se enfadaban o se entristecían, ellos salían a la calle a abrazar las lágrimas que desprendían. Hasta que la tormenta dejaba de atormentarse… Hasta que la noche y su oscuridad se hacían de luz y de día. Hasta que todo el dolor que habían ido acumulando se transformaba en sonrisa.

Eran muy flexibles. Tanto que podían, de un sólo salto, llegar a la luna sin dejar de pisar la Tierra… Donde, por un momento, enloquecían, emborrachándose de magia, de sueños y de fantasías, hasta caer rendidos en el cajón de los Viajes no Cumplidos. Al Despertar, entre las sábanas del alba que no teme a las madrugadas, recordaban que su Destino era Caminar. Pero siempre Olvidaban hacia Dónde. Y esa incertidumbre, ese ‘no saber’, les mantenía en vilo. Inquietos. Inseguros. Intranquilos. Muy perdidos.

Después de haber descansado lo necesario, cogían la mochila que llevaban a cuestas desde que fueron Creados y se ponían en marcha hacia ‘ningún lugar’ aparente. Esa sensación de continuar, de no bajar el ritmo, de no desfallecer, de ir ¡adelante!, les seguía a todas partes. Era como una Voz que les susurraba a sus pies cuándo, cómo y por dónde debían pisar fuerte. Y cuándo, cómo y por dónde no hacerlo. En ocasiones, no le hacían caso y acababan tropezándose con alguna que otra piedra. Algunas, ya conocidas. Otras, nuevas. La mayoría les provocaban agujeros en su piel. Pero con el no-Tiempo, la lección aprendida y mucha compasión y compresión, acababan cerrándolos los hilos del Amor.

En un trayecto llamado ‘de aquí para allí’, se encontraron casualmente… con las Sandalias de un Pescador cualquiera. Y un flechazo directo al dedo Corazón del pie derecho (el más Sensible que tenían…) les dejó sin respiración. Las Sandalias, al ser Conscientes de su Ahogo y para que no se asfixiaran, les ‘cedieron’ parte del aire que el viento les regalaba cada mañana suspirando sobre ellos. Y al acercarse y Sentir la Belleza de su Alma, también POR ellos. 

No se cortaron ni un pelo (ni una uña) y se besaron sin darle más vueltas a las razones y derramando cada una de sus pasiones sobre el otro. Se reconocieron al olerse… Al mirarse. Llevaban tantos kilómetros buscándose sin saberlo… Eran los Unos para las Unas y las Unas para los Unos. Tan auténticos. Tan verdaderos. Tan ‘ellos mismos’ como con Nadie habían podido SER.

Fue un Instante de esos que se eternizan en las retinas. Y que por muy ciego que te vuelvas, nunca lo dejas de Ver.

En ese momento, los Zapatos comprendieron que su Hogar no tenía unas coordenadas específicas, una bandera, un idioma, un himno, un camino, un ‘hacia dónde’, sino que habitaba en aquel lugar donde aparecía su Felicidad. Nada menos y nada más. E hicieron, juntos y revueltos, cada uno de los Viajes que tenían guardados, Realidad, mientras cantaban, al unísono:

” Caminante, son tus huellas

el camino y nada más;

Caminante, no hay camino,

se hace camino al andar.

Al andar se hace el camino,

y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar.

Caminante no hay camino

sino estelas en la mar “

Los cuatro murieron ‘en casa’ con las botas puestas… de tanto Acompañarse, de tanto Caminarse y sobretodo, de tanto Amarse…

Y Colorín Coloreado… este cuento ya se ha pintado…


Archivado en: CUENTOS Tagged: cuento

LOS ZAPATOS QUE NO SABÍAN HACIA DÓNDE CAMINAR
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