Pero si la Plaza es algo muy característico de la ciudad, algo no menos importante y por lo que también se conoce a Marrakech, es por los intrincados Zocos que se diseminan a lo largo de todo el centro, y en algunos puntos pequeñas plazas para hacerlos respirar (imag01).
Es muy curioso ojear el mapa de Marrakech, ya que sus calles no siguen un orden lógico ni preestablecido, más bien son calles fruto de la evolución de la historia, de las construcciones de la gente y de cosas que no parecen depender de nadie. Todas esas calles discurren entre zonas cubiertas, tiendecitas, terrazas, y pequeños callejones abigarrados con todo tipo de productos en exposición o venta (imag02), o lo que sea. En algún punto de esos callejones, se pueden visitar las zonas de los tinteros de la ciudad, donde dan color a las telas y las dejan a secar a la vista de los visitantes (imag03). Hay que conseguir descubrir cómo llegar a las terrazas desde las que divisar no sólo las telas, sino las cubiertas irregulares que se divisan por toda la ciudad, y entre ellas asoman múltiples minaretes (imag04), mezquitas o incluso cubiertas de baños termales.
Sin duda lo mejor de los zocos es recorrerlos y oler sus especias (imag05), tocar sus productos, saludar a sus gentes, ver los contrastes y colores increibles que hay por todas partes, y descubrir los puntos por donde el sol asoma a los zocos en invierno, y las zonas por done en verano las sombras nos alegran el día. Pasear por los zocos es perderse por zonas laberínticas de la ciudad durante horas, para acabar siempre llegando a una zona donde tomarse un te, o una cerveza, descansar y disfrutar de la vida inacabable de este pueblo bereber que sigue viviendo como antiguamente en una ciudad a caballo entre el siglo 21, el desierto y las montañas del Atlas.