En 1881, el director de circo Carl Hagenbeck pasea por toda Europa a una docena de hombres, mujeres y niños de la etnia Káwesqar (procedentes de Chile).
Estos son presentados en jaulas al público del viejo continente a cambio del previo pago de una entrada. El espectáculo de contemplación de estos tesoros antropológicos vivientes no dura demasiado, pues sometidos al maltrato y abusos de toda índole por parte de sus civilizados captores, acaban muriendo todos de enfermedad e inanición.
Pero hay que decir que esta obscena inclinación a exhibir seres humanos como trofeos 'exóticos' o como si se tratase de raras piezas de orfebrería viene ya de antiguo: por ejemplo, en pleno siglo XVI, un tipo tan ilustre como Hipólito de Médicis disfrutaba y se ufanaba de su colección particular de gentes venidas de varios continentes.
Es a partir del siglo XIX cuando la cosa se normaliza- mentalidad colonialista, supremacía racial, nuevos medios de transporte y de comunicación, un tipo de cientifismo que sustenta tesis etnocentristas...- y esta práctica de secuestrar a seres humanos 'inferiores' y no evolucionados y exhibirlos ante los atónitos ojos del espectador de raza 'superior' se vuelve más común, en aras de una supuesta divulgación de corte seudocientífico o, más prosaicamente, como un negocio muy rentable en manos de especuladores y suministradores de entretenimiento sin demasiados escrúpulos morales, a imagen y semejanza del público al que iban destinados.
Es precisamente entonces cuando a estos zoológicos humanos se les concede su bula eufemística mediante la denominación de circos ambulantes de prodigios vivientes, exposiciones antropológicas, teatros de variedades, ferias internacionales...
Todo el mundo quiere tener su muestra de pueblo colonizado, su tratado de Ciencias Naturales articulado, sus prodigios salvajes y vivientes para mostrar a los orgullosos ciudadanos europeos de la revolución industrial: niños microcefálicos mexicanos, siameses tailandeses, antropófagos chilenos, tuaregs, primitivos malgaches desnudos, etcétera.
Directores de circos de prodigios como Barnum, Maurice Maitre o Hagenbeck hacen su agosto mediante estas adquisiciones; antropólogos de toda europa divulgan con sus tesoros vivientes sus teorías etnocentristas sobre la evolución societal y el darwinismo. En la Exposición Universal de París de 1889 se exhiben aborígenes selk´nam. Casi al mismo tiempo, un grupo de inuit (esquimales) pueden ser visitados en 'los jardines de aclimatación" de Saint-Hillaire, junto con sus arpones y trineos. Más de un millón de personas pasaron aquel año por los llamados 'jardines de aclimatación' para contemplar el milagro de los Inuits.
También se hacinaron a negros salvajes malviviendo en jaulas para saciar la curiosidad malsana del ciudadano europeo blanco. Incluso se llegó a traer de África a un pobre pigmeo llamado Ota Benga, al que se le metió a compartir jaula con un orangután, para que el ciudadano del mundo civilizado- ¿no resulta esto un tanto paradójico?- pudiese observar in situ a un representante vivo del eslabón perdido entre el hombre y el simio.
Tras su enorme auge llegó también la inevitable caída de estos degradantes zoológicos humanos, en parte gracias a la incesante presión y denuncia de estas prácticas por parte de los defensores de los derechos humanos. La exhibición impúdica de seres humanos vivos, independientemente de los fines para los que fuesen expuestos públicamente, fue sancionada legal y socialmente.
En el siglo XX el racismo biologista científico y la ideología basada en la superioridad de la raza reverdeció bajo nuevas formas y modelos. Si anteriormente la última moda etnocentrista había consistido en la proliferación de estos zoos para seres humanos, ahora la discriminación racial tomaba la forma de la raza aria, de la nación germana, del antisemitismo o del sionismo, del apartheid, del cine colonialista y racista hollywoodense al estilo 'Las Aventuras de Tarzán', del genocidio Armenio o Palestino, de la xenofobia, de los campos de exterminio... y se depuraban los prejuicios de forma mucho más industrial, pragmática y contundente, planificando sin complejos y calculadoramente purgas de etnias y pueblos enteros.
En el siglo XXI esta ideología de supremacía racial la podemos todavía encontrar en movimientos como el Tea Party norteamericano, que ha tomado el relevo doctrinal racista esencial de esa organización paramilitar creada en 1885 a la que los creyentes en la superioridad de la raza blanca bautizaron como KKK( Ku Klux Klan)
Saludos de Jim a los perezosos, porque por lo general suelen ser buenas personas.