En los años cincuenta el secretario de Estado de Truman, Dean Acheson, pronunció una frase que ha descrito la política exterior errática y perdida del Foreign Office británico: "Gran Bretaña ha perdido su imperio, pero no ha encontrado su lugar en el mundo" y así continua.Los altos funcionarios del Foreign Office parecen llevar en la sangre y heredar de sus predecesores la incapacidad de fijar un rumbo coherente para la política exterior del reino. Y el deporte de élite que es la política exterior británica sigue en juego desde los salones de Oxford hasta las embajadas de Su Majestad, dispuestos a que elección tras elección el Primer Ministro y el Director del Foreign Office toquen la corneta para intentar cazar el zorro de la política exterior que siempre se termina escapando."Otra vez en la brecha, amigos míos" querrían gritar desde el Foreign Office cual Enrique V, pero la realidad está lejos de cumplirse, puesto que el gran público británico está bastante ajeno al elitista partido que el Foreign Office lleva más de cincuenta años perdiendo. El gran público está en los pub y en los sillones de su casa acostumbrándose a ver perder a sus selecciones de fútbol, rugby y criquet sin que la política exterior le importe nada. Es por lo que la política exterior británica hace tiempo que ha dejado de ser constructiva, si es que alguna vez lo fue, para centrase en torpedear los proyectos de los demás antes de invertir esfuerzos en crear uno propio.El fracaso del Foreign Office en elaborar una política exterior acorde a las capacidades del Reino, se debe a que jamás se ha construido desde la triste perspectiva de que UK no es un Imperio. Ha dejado de serlo y, al contrario que países como Francia (que nunca ha sido un imperio) o España que lo perdió de forma tan severa que nadie en nuestro país fue capaz de afirmar lo contrario, UK ha ido languideciendo durante estos cincuenta años sin terminar de despertar a la triste realidad: que son una minúscula isla en la periferia europea cuyo mayor activo son sus valores y su idioma; no su capacidad de actuar en el mundo o un imperio inexistente. Pero puede que el Foreign Office haya tenido su Waterloo o su Cuba-Filipinas en el drástico recorte que ha llevado a cabo Liam Fox, el secretario de Defensa.No solo se ha recortado el presupuesto en defensa en más de un 9%, sino que se ha mermado el poder blando del reino al recortar en becas a extranjeros, la Chattan House, en diplomáticos y en la proyección exterior del Reino. A esto hay que sumar que el aliado especial del Reino Unido ya no lo es tanto. La presente administración Obama ha dado un perfil normal a las relaciones con Reino Unido y ya no lo consulta tanto como el número 10 desearía. Ahora el foco de atención se ha desplazado al este y el presidente ha querido hacer más visitas y atender más a los nuevos focos asiaticos que perder el tiempo volando a Londres. Europa esta dejando de ser uno de los centros de poder del mundo y, en lugar de dar peso a Europa, el Reino Unido se mantiene en sus trece al boicotear todo lo que suene a Comunitario. Pero el Foreign Office no está tan ciego y su discurso es una mezcla de autosatisfacción y miedo. Autosatisfacción por seguir sentado en las principales mesas de decisión mundial y miedo, por ir perdiendo poder cada vez que se propone la revisión de las cuotas de poder en algún foro. Muestra de eso es la reciente revisión del voto en el FMI. El Reino Unido debe buscar qué se puede hacer con unos recursos muy limitados. Y ha empezado a hacer sus deberes con el nuevo acuerdo de defensa que ha firmado con Francia. Un acuerdo en el que ambos países buscan coordinar sus fuerzas para minimizar costes y maximizar recursos, sobretodo en investigación de armas nucleares y en uso conjunto de portaaviones. Aunque David Cameron ha querido quitarle hierro al acuerdo por la oposición que despierta cualquier cesión de soberanía en UK -de hecho no hay cesión alguna de soberanía- no ha pasado desapercibido que Londres está entrando por el aro de las tesis cominitarias que buscan especialización en las fuerzas armadas en lugar de multiplicar fuerzas y recursos innecesariamente. Es cierto que el acuerdo no tiene la palabra europeo ni comunitario por ninguna parte. Pero supone aceptar los principios de la PESD y, a la larga, preparara a UK para las necesidades de una política de seguridad comunitaria. El nuevo acuerdo supone un caballo de Troya que acabará por integrar, tarde o temprano, a UK en la estructura de defensa comunitaria, no porque quiera, sino porque tal y como estan las cosas no se puede permitir otra estrategia si quiere permanecer en el mapa al nivel que el Reino está acostumbrado.
La relación especial con Estados Unidos -si es que ha existido alguna vez- ya no es viable. De hecho como decía el Canciller alemán Helmut Schmidt, "La relación especial de Gran Bretaña con Estados Unidos es tan especial que sólo hay un lado consciente de que existe esa relación" y es curioso que sea precisamente este Primer Ministro, que ha hecho política en contra de todo lo comunitario quien, involuntariamente, ponga las bases de la colaboración en materia de seguridad y defensa.