Que se nos acaba Lost. Que parece que los realizadores querían evitarnos un dolor que no pudiéramos soportar y como el novio que te ama pero debe dejarte partir y entonces te miente para que te enojes con él y así no te duela tanto, así mismo nos han dado una temporada que no ha estado a la altura de las anteriores, tal vez para que no nos quedemos llorando desconsolados como todos pensábamos que lo haríamos. ¿La he liado con el párrafo? Bueno, es que está escrito en clave de Lost.
Algunas frases y fotografías pueden incluir spoilers para quienes no llevan la serie al día, pero para quienes nunca la han visto no van a tener mucho sentido, así que adelante.
Lo que sí sé es que a pesar de los grandes esfuerzos porque no nos interesemos mucho en que los misterios se resuelvan o que el episodio final sea tan magistral como lo soñamos, igual lloraré, cómo no. Porque Lost no es una serie solamente. Lost es una experiencia.
O si no que alguien me explique por qué me gusta leer y escribir en twitter las impresiones sobre cada capítulo de todas las series, pero cuando se trata de Lost me corre un frío por todo el cuerpo que a veces son nervios puros por enterarme antes de tiempo de algo, pero otras es por controlar las ganas de volverme Dexter y matar al twitteador en cuestión por cometer el crimen de soltar algún spoiler. Vamos, que si le perdonamos a Dexter que mate sólo porque son tipos malos, bien podríamos cargarnos a un par de bocazas, ¿no? No, ya lo sé, yo también he soltado alguna expresión que de seguro ha arruinado el visionado de alguien, pero se llama karma seriéfilo y será pagado con creces. Como los que hicimos el sacrificio de ver algunos capítulos de FlashForward y el dios de las series nos premió con la renovación de Fringe, por ejemplo.
Bueno, pero no nos extraviemos, que sabemos que es fácil cuando uno trata de agradar a la audiencia. Retomando el tema de los spoilers, yo soy súper radical. En general, con cualquier serie, considero que los spoilers no son sólo un detalle o giro especial de la trama del que te enteras antes de tiempo, sino todas esas cosas externas como saber que un actor deja la serie, el anuncio de que otro es fichado para interpretar al amante del protagonista y cosas así, que te cuentan para dónde va la historia. Hay quien prefiere tragarse los spoilers, yo me los trago todos de Grey’s Anatomy y de Private Practice, porque me da lo mismo, lo que me gusta es burlarme de Shonda y ver cómo actúan los chicos, pero con otras series soy implacable y no veo ni promos.
Ahora bien, con Lost la cosa es aún más exagerada. No quiero ni leer si te gustó o no el episodio. Es que no. Ya sé que es una cosa de locos y deberían encerrarme, pero teniendo en cuenta que esta demencia finaliza el lunes, bien podrían perdonarme la paranoia unos días más. Sólo unos días.
Con Fringe, House, US of Tara, The Good Wife y demás series consentidas, también sufro de temblores y calambres en el cuerpo cuando se aproxima un episodio, pero me encanta leer comentarios sobre ellas en twitter, sean positivos o negativos. No sé qué es lo que me pasa con Lost, que no lo sé, pero ya para qué averiguarlo si ya se va a acabar. Otra pregunta sin respuesta.
Yo lo que sí tengo claro es lo que he vivido al lado de esta impresionante serie, que me repetiré con calma junto a alguien que pienso enganchar, para disfrutarla por partida doble y recordar.
Yo no voy a olvidar jamás el inicio de la segunda temporada cuando conocimos al misterioso hombre que vivía en una especie de búnker y que metía unos números a una computadora al ritmo de Mama Cass. La primera vez que vi a Elizabeth Mitchell respiré profundo y rogué que se quedara en la serie, pero me quedé sin aliento cuando descubrí quién era el que estaba en el ataúd.
El primer flashforward y ese “We have to go back” me puso la piel chinita y me dijo bajito: esto es grande, esto va a cambiar a partir de ahora. Pero nada me habría preparado lo suficiente para que girara esa rueda y la isla nos diera tantos saltos temporales. Yo quiero un Faraday que me hable de física como si me estuviera contado un cuento. Nada, que a mí me gustan los frikismos y me vuelvo loca con los viajes temporales, la física cuántica y las personas que deben perderse para poderse encontrar.
Dani, qué gran personaje eres.
Y el amor, ah, el amor, lo que a mí siempre más me ha interesado está presente en Lost como en la vida: en cada detalle, cada motivación, cada cosa que vemos… y que no vemos.
Y por último, que a nadie se le olvide el momento más impactante, maravilloso, extraordinario, inesperado y neurálgico de toda la serie. No lo puedo poner en palabras, así que mejor les pongo unas fotos:
Y un acercamiento, ya que estamos:
Yo viviré el final de Lost como un evento importante en la historia de la televisión mundial, pero sobre todo en la historia de mi vida seriéfila, que no es por intrigar, pero es la que más me importa. No hay reemplazo para Lost, como no lo hay para Friends. Habrá otras grandes series, por supuesto, pero ahora hay que despedir a ésta con la cabeza en alto y el corazón en un puño, esperando que nuevas generaciones de televidentes la busquen y la vean en una cadena temporal que no finalizará jamás.
¿Y tú qué piensas? Déjame un comentario en el blog.