Como ya viene siendo costumbre, al llegar las altas temperaturas y la humedad aplastante, se me hace imposible rechazar planes musicales que me obliguen a pasarme el día al sol, sudando como un pollo y saltando entre miles de personas gritando a viva voz. Así que este fin de semana pasado no iba a ser diferente e invitada casi a última hora, me planté en Benidorm dispuesta a darlo todo en el Low Cost Festival.
Se presentaba algo extraño… Estoy acostumbrada a preparar los festivales con tiempo, haciendo plannings de horarios premeditados con los amigos para no perdernos ni un concierto y ultimando detalles dos meses antes. Sin embargo, esta vez no había ni tiempo ni grupo de amigos. Y aún así… sencillamente increíble.
Como en cualquier festival, el primer día tuvo sus momentos de desorganización y caos, especialmente en la entrada al recinto y en la recogida de pulseras. Todo es nuevo, la gente no sabe por dónde ir, a quién preguntar, cómo entrar…, y como los trabajadores también son nuevos, tienen casi las mismas dudas que tú, así que en poco o nada te ayudan. Sin embargo, una vez dentro, salvados los primeros problemas, te das cuenta de que te esperan 3 días de conciertos increíbles con un ambientazo único.
La Ciudad Deportiva Guillermo Amor, en Benidorm, me pareció una ubicación perfecta para un festival así. Mucho espacio, bien señalizado en su mayoría, con césped en la zona de conciertos (muy muy valorado si estás acostumbrado a explanadas de asfalto recalentadas a 50ºC o a campos de patatas que juegan a destrozarte los tobillos), piscina olímpica para los más VIP, distintos accesos para cada uno los dos escenarios, gradas con una panorámica tremenda… Y es que si el cartel es importante en un festival, también lo es el recinto en el que disfrutar del cartel. Y este me pareció sencillamente genial.
Hubo algunos problemillas con los tokens, en su mayoría relacionados con el precio y los canjes… 11 eurazos por 5 tokens, que equivalen a poco más de dos cervezas y una botella de agua… Algo carero para un festival que se llama Low Cost, ¿no?
Y bueno, yendo a lo que realmente hace que la gente se mueva… los conciertos. Un cartelazo. Sin más. Las actuaciones de Placebo, Kasabian o Suede fueron sencillamente acojonantes. Ver a tantísima gente dándolo todo ponía los pelos de punta. Una pasada. Pero no hace falta irse a los grandes grupos internacionales para darse cuenta de que el cartel estaba lleno de artistazos. Iván Ferreiro lo volvió a dar todo ante miles de personas; Supersubmarina logró quitarme la espinita que tenía del concierto del año pasado en el Arenal Sound (algo flojo en todos los aspectos) y Fuel Fandango consiguió fliparme la primera vez que los escuchaba. Los acústicos del escenario de Sol Música de Second y Anni B Sweet ponían la piel de gallina. Una dulzura esa chica, vaya que sí. No obstante, como fan incondicional de Vetusta Morla he de confesar que fue el mejor concierto EVER. Hace apenas una semana les vi en Valencia y sin embargo, lograron volver a conectar, a hacerme darlo todo, a gritar como si no hubiera mañana y a sentir que cada una de sus canciones como propia. Un placer. Sin más.
El cartel dedicado a la electrónica fue también un espectáculo increíble. Artistas como 2Many Dj’s (que finalmente fue 1Many Dj, por enfermedad del segundo), The Zombie Kids, Make the Girl Dance o Etienne de Crécy eran los encargados de mandarnos a casa con el subidón en el cuerpo y las piernas rotas. Buena música y buenas mezclas que en los dos primeros artistas se vieron mejoradas por una increíble ambientación visual a cargo de Midiclorian. Imágenes y vídeos que acompañan perfectamente cada golpe de música y logran crear una atmósfera de fiesta y movimiento única. Lo que en cualquier rincón del mundo se llama un fiestón. Pues eso.
Un fin de semana increíble lleno de buena música y mejor ambiente. Una organización que, salvando algunos momentos de despiste general y caos, se lleva mi enhorabuena y mis felicitaciones. Un festival que sin duda queda grabado en mi memoria.