Transcurría otoño, los arces habían comenzado a matizarse de colores oscuros, pardos y rojizos; las grandes hayas, junto a una exuberante agrupación de fresnos, que se erigían como emperadores de los bosques allí en Japón,
todavía se mantenían serenas frente el cambio de estación, y los crisantemos, no se demorarían mucho más en teñirlo todo de mil rubores y pigmentos carmesíes, ambarinos, bermejos, purpuras y azules del color del zafiro, naturales de esa época del año.
Ya casi no puedo recordar la delicadeza y la belleza de su sonrisa perenne, que fulguraba como un Haiku del mismísimo Matsuo Bashō, con sencilla y natural armonía…
Porque el tiempo hace justica con mis nostalgias hoy, pero no lo hizo con su cuerpo ayer…
Mis pasos florecen débiles y enfermos pisando hojarasca, cadáveres de espesura enramada, y agrietando la quietud y la calma de aquel paseo, ya hecho añicos. Un luctuoso deambular con mis penas a hombros y de la mano.
El mundo es pequeño y la vida no es suficiente. Nosotros nacemos del barro y lo único que dejamos en el mundo no es un puñado de serrín, ni miguitas de pan desmenuzadas. Es recuerdo y es olvido.
A veces, ese rayo que en la memoria se dibuja y atraviesa tus entrañas, hasta darle la vuelta a tu piel, no es mortal; a veces, esa bandera cicatri-izada en tu interior y que proclama el tiempo de la muerte o el destiempo, que no existe, te trae recuerdos con sabor a almendras pasadas. A veces, la vida no es más un deambular entre madejas de espinas, entre arboladas zarzas de hierro. A veces, el tiempo te enseña a sobrellevar la condena del destierro al desierto y de los recuerdos.
Entre mis pensamientos, sombras, me pierdo. De a pocos empiezo a pisar tierra mojada y llego al corazón del cosmos fluvial. Las ondas dan volteretas y arropan mis pies. Es un lago en calma. Un estanque lleno de kois, de colores del atardecer y del alba...
En la charca todo es fusión, todo es todo. Es libre albedrio en armonía, es paz y serenidad; y mis meditaciones son veneno para el alma y la naturaleza. Es mi tristeza un gran foco de pasión concentrada y exquisitamente fatal.
La muerte me rodea como un aura obscura de aquelarre y brujería. Las flores se marchitan, bañadas en el agua salada de mis lágrimas. Pierden su color, se quiebran y se deshacen entre mis dedos. El fin se acerca/los peces flotan muertos, /todo es negro ya.
Cierro los ojos y me ahogo en el agua ácida. Al zambullirme todo está claro de nuevo, se lo que debo hacer… Te he visto en el fondo…
La charca ya no es laguna… Es marisma, pantano y ciénaga. Es tumba y es olvido. Es droga y desinhibición.
Pronto seré suspiro y recuerdo, pronto seré brisa fresca de invierno y brasa ardiente de verano, flores de cerezo en primavera y un crisantemo en el cementerio.
Estaré a tu lado, tu que fuiste pañuelo para mis sollozos y sollozos para mi pañuelo…
Amores muertos
más allá de la vida…
…Recuerdos míos…
Revista Cultura y Ocio
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