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Los antecedentes directos fueron el Racionalismo francés del siglo XVII y el auge del estudio de las ciencias; cabe destacar las grandes aportaciones en geometría analítica, cálculo, leyes físicas de movimiento o la teoría de la gravitación universal.
Con la confianza plena en la razón, los ilustrados pretenden transformar la realidad del momento; ahora la burguesía es consciente de su condición, y como dijera Kant “alcanza la edad adulta” y realiza una crítica al poder, promueve ideas de libertad (sobre todo en Francia), de tolerancia y la necesidad de trasladar la cultura a otros sectores de la sociedad, por lo que fue de principal importancia la educación que garantiza el progreso y “promueve la fraternidad humana”.
Los grandes centros de difusión de las ideas ilustradas van a ser las Academias y las Universidades, aunque también las publicaciones tanto en prensa como en libros, se van a difundir por todo el continente europeo, siendo Francia el foco neurálgico de estas ideas y a la que el resto de estados continentales pretenderán tener como modelo.
Los escritos de los novatores del siglo XVII son la prueba de la existencia de una minoría culta que tiene interés en los nuevos adelantos que se están produciendo en el continente y que se oponen a la Escolástica que todavía es común en las universidades españolas y despertar el desarrollo de las ciencias hasta ahora estancadas.
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“Luces” del siglo XVIII en España
Los novatores crearon redes de contactos para intercambiar información, se estableció correspondencia entre ellos o se realizaron tertulias en las principales ciudades españolas. Estas reuniones se organizaban en salones para dialogar de filosofía o ciencia, y tiene como antecedente los círculos humanistas del Renacimiento, sobre todo el francés e italiano. Van a proliferar a lo largo del siglo XVIII en toda Europa, creándose Academias, logias masónicas, clubs, o salones de damas que tendrán una gran importancia para la difusión de la cultura entre la élite. En cuanto a los espacios públicos, los círculos de sociabilidad propios de la jerarquía del Antiguo Régimen, se rompieron, al mismo tiempo que se aplicaba un trato “igualitario” a hombres y mujeres, por lo que había una mayor valoración del individuo, por encima de su condición social.
Hay que destacar a Francisco Gutiérrez Ríos (1664-1721), a quien se debe la obra El hombre práctico o Discursos sobre su conocimiento y enseñanza (1686), una obra que avanza el neoclasicismo y el pensamiento ilustrado, pero que a su vez recoge pensamientos de otros autores del siglo XVI. En esta obra hay una valoración de las matemáticas como una ciencia necesaria que “aleja al mundo de la quimera y lo acerca a la realidad” 4 siendo esta una herramienta exacta para conocer el mundo. Este pensamiento es totalmente cartesiano, en su Discurso del método, defiende que “la aritmética y la geometría son las únicas exentas de falsedad y de incertidumbre…” Hay que destacar que esta divulgación de la filosofía francesa no era muy común en la España del siglo XVII, por lo que la obra de Francisco Gutiérrez es considerada como el primer texto español que reúne los intereses y las críticas de la que va a ser la Ilustración española.
Los novatores van a dar comienzo al periodo reformador de finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, como la creación de la Real Academia Española (1714) y la Real Academia de la Historia (1738). Las primeras Academias surgen pues, en España durante el reinado de Felipe V como imitación de las francesas.
Algunas de las agrupaciones antes mencionadas, gozaron del apoyo del poder político y del Rey; otras, como en el caso de España, surgen en el ámbito privado promovidas por la aristocracia o la burguesía ilustrada. Los novatores, no eran un grupo homogéneo; lo integraban médicos, políticos o filósofos, pero les unía la importancia que concedían a la ciencia experimental y sobre todo el espíritu crítico dada la situación cultural de España con respecto al resto de Europa. Se reunían en tertulias en los centros urbanos, pero eran vulnerables a los ataques de los núcleos tradicionales, por lo que necesitaban un tipo de instituciones como las Academias existentes en otros Estados europeos, protegidas por el poder real.
La censura de los escritos va a estar presente en mayor o menor medida durante todo el siglo XVIII español, paralela a la proliferación de los escritos periódicos como Gacetas o Mercurios, que demuestran que la censura y la represión ha dejado de actuar de manera tan exhaustiva periodos anteriores. Durante el reinado de Felipe V las publicaciones y las impresiones seguían teniendo un duro control; entre sus disposiciones hay que destacar a partir de 1711, año de creación de la Biblioteca Real, la obligación de remitirle un ejemplar completo, así como la prohibición de publicar todo libro que trate sobre materias de gobierno.
Durante el reinado de Carlos III las condiciones para publicar van a mejorar. El Consejo de Castilla va a centralizar la censura preventiva. El censor va a dar su veredicto pasando después al Consejo que decide si es lícita su impresión, o si ha de ser modificado o prohibido. Por lo tanto, la “centralización, secularización y enfoque de la censura como actividad de fomento de los saberes útiles y obstáculos para los inútiles y perniciosos” serán la base a partir de la cual actúe la censura.
Autor: Alejandro Andreu Alonso para revistadehistoria.es
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Bibliografía:
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Descartes (1637, 1964). Discurso del Método. EDAF, Madrid.
Llombart Rosa, V. (1989). “Sociedades Económicas e Ilustración en el reinado de Carlos III.” Primera Asamblea de las Reales Sociedades Económicas de Amigos de país en las Islas Canarias: Santa cruz de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria: [de 2 al 6 de diciembre de 1988], 193-206.
López, F. (1996). “Los novatores en la Europa de los sabios” en Studia Historica Historia Moderna, 14 (Universidad de Salamanca) 95-111.
Maravall, J. A. (1978). “Novadores y pre-ilustrados: la obra de Gutiérrez de los Ríos, tercer conde de Fernán Núñez (1680).” Cuadernos Hispanoamericanos, 15-30.
Moreno, E. V. (2000) “Nuevas instituciones de sociabilidad: las academias de finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII.” Cuadernos Dieciochistas, 39-55.
Maestre A (1978) “Los orígenes de la Ilustración.” pp 62-68 “La Ilustración. Claroscuro de un siglo Maldito.” Historia 16.
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