Revista Medio Ambiente
Hace no muchos años, las únicas luces artificiales que se veían desde la mar eran las de los faros que guiaban a los marineros a puerto en las noches oscuras. Actualmente, faros como el de Vidío, en el concejo de Cuideiru, ven eclipsada su luz por las innumerables farolas que cubren con un un halo anaranjado toda la rasa costera, llegando hasta el mismísimo acantilado y privándonos a todos de la magia de la noche.
En una situación como la que estamos viviendo actualmente, resulta completamente injustificable mantener la red de alumbrado encendida desde el ocaso hasta el alba, en caminos y caleyas por las que muchas veces no pasa apenas nadie y menos a las cuatro de la mañana.
Algunos ayuntamientos ya han empezado a apagar el alumbrado para ahorrar, quizás ahora sus vecinos puedan empezar a disfrutar de las verdaderas luces de la noche y se den cuenta de lo que se habían perdido.