Revista Opinión

LUCHA Y RESISTENCIA EN LAS MINAS DE ALJUSTRELMoisés Cayet...

Por Moisés Moisés Cayetano Rosado @MoisesCayetanoR
LUCHA Y RESISTENCIA EN LAS MINAS DE ALJUSTRELLUCHA Y RESISTENCIA EN LAS MINAS DE ALJUSTRELMoisés Cayet...Moisés Cayetano Rosado De forma casual, accedo a la programación de actividades de la Agencia Nacional para la Cultura Científica y Tecnológica. En su programación de Ciencia Viva me inscribo en una visita a las minas de Aljustrel. El mismo día, mi buen amigo y director de Edições Colibri, Fernando Mão de Ferro, me ofrece la novela O Triunfo dos Valentes, de Mercedes Guerreiro, inspirada en la lucha y resistencia de los mineros de Aljustrel en el siglo XX. No conocía el penoso discurrir de la vida en esta población minera, aunque sí el de otras cercanas: las Minas de S. Domingos, del concelho de Mértola, que mucho me impresionaron en sus actuales restos arqueológicos, y sobre todo en su historia de explotación, padecimientos humanos, discriminación, segregaciones entre los propietarios y técnicos ingleses frente a los autóctonos, mantenidos bajo condiciones infrahumanas (https://moisescayetanorosado.blogspot.com/2018/06/la-mina-de-s.html). La novela de Mercedes Guerreiro es una auténtica joya literaria y documental, que nos mantiene en tensión a lo largo de sus 208 páginas. Y nos hace emocionarnos con su certera narración de la vida, sufrimientos, lucha y persecuciones por la cruel policía política del Régimen (la PIDE) de unos hombres y mujeres sencillos y valiente: no se doblegan ante la injusticia y llevan adelante sus reivindicaciones con evidente riesgo de su libertad, su integridad y su vida. Centrada en los años sesenta del siglo XX, se extiende hasta la Revolução del 25 de Abril de 1974, en que se pasa desde la oscura, cruel dictadura salazarista-caetanista, a la esperanza de la democracia que se abre con el Golpe de los jóvenes capitanes, levantados en pro de la democratización, descolonización y desenvolvimiento justos del país. Con este gozoso acontecimiento comienza y termina la obra, que tiene como protagonistas principales al joven minero Álvaro, su mujer, Catarina, y su familia de ascendientes y descendientes: representantes del pueblo sencillo. A lo largo de sus páginas vamos conociendo la vida durísima de los mineros, sin dejar de referir también las paupérrimas condiciones de los trabajadores del campo, de los operarios en general. El escaso salario, las condiciones miserables de vida, la falta de futuro y libertad. La difícil lucha por conseguir mejoras laborales, que es reprimida con sadismo por el Régimen, a través de la PIDE, con sus criminales esbirros, sus agentes policiales y sus confidentes (bufos), que hacen de las más brutales torturas el método de disuasión sistematizada. Álvaro, como tantos otros, padecerá la “tortura do sono”, la de la “estatua”, las palizas hasta quedar al borde de la muerte, bajo acusaciones de organización política clandestina, centradas siempre en el Partido Comunista -la gran obsesión de la dictadura-, dispuesta a exterminar sin contemplaciones cualquier atisbo de oposición, protesta o reivindicación popular. El destino final de los más perseguidos -como es su caso-, será el de la emigración “a salto”, saliendo clandestinamente hacia Europa Central (Francia y Bélgica sería los lugares preferentes, dada la demanda de mano de obra en aquellos años de “desarrollismo” industrial), en lo que coincidirán activistas políticos y jóvenes refractarios y desertores de las guerras coloniales de Angola, Guiné y Moçambique. A tanto sufrimiento en origen, tanta explotación laboral y persecución ante la mínima rebelión, se unirá el desamparo en los lugares de acogida, donde también serán objeto de pésimas condiciones laborales, unido a la añoranza por la separación de los seres más queridos y la tierra tan amada. Muchas escenas de la vida minera -centrales en la novela- me recuerdan los relatos del escritor chileno Baldomero Lillo (1867-1923), que describe con crudeza los padecimientos de las poblaciones sujetas a la tiranía de las compañías extranjeras, explotadoras de la riqueza carbonífera y metalúrgica de Chile, en la línea del realismo ruso y lo más conmovedor de Eça de Queiroz, Jorge Amado o Dickens. Espero, a principios de septiembre, visitar lo que queda de esas minas de Aljustrel, y presentir la sombra y la dolorosa huella de los que allí se dejaron la salud, la libertad, la vida, tratando de obtener el pan para los suyos, que tanto sufrimiento y sangre les costó. Y, como Pablo Neruda en su Canto General, diré: Mostradme vuestra sangre y vuestro surco, decidme: aquí fui castigado, porque la joya no brilló o la tierra no entregó a tiempo la piedra o el grano. ¡Pueblo sufrido de Aljustrel, de Alentejo, de Portugal, de todas las dictaduras y todos los crueles capitalismos insaciables del mundo: aquí, en esta palpitante novela, Mercedes Guerreiro nos muestra un valiosísimo testimonio de vuestros sacrificios, y también de vuestra lucha por la justicia, el pan, la libertad!

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