Revista Opinión

Luchar contra la ausencia

Publicado el 22 noviembre 2019 por Carlosgu82

No hay peores momentos como aquellos en los que esperas la noche y cuando llega intentas apaciguar el sufrimiento recostando la cabeza en una almohada fría, de decepciones y desengaños. Fría pero no congelada porque el corazón sigue latiendo en una sucesión de segundos acompasados que parecen no tener fin. Entonces intentas librar esa batalla que permanece desde hace ya muchos años en el interior… Y bajas las persianas, y corres las cortinas por temor a que ese desconocido, que anda vigilando, él que sabe, siga atento exactamente, muy cerca, con el motivo que no sabes aún. Pero él sabe perfectamente a qué hora te levantas, a qué hora vas a la compra, por qué atajos intentas llegar. Y mantienes la luz encendida, como un deseo ambivalente por la ignorancia, el desatino de no saber qué. Y es que, desde niña, la oscuridad te ha dado miedo, por eso y quién sabe qué das luz al desconocido que bajo tu ventana mira pidiendo a gritos lo que sabe no es una confusión.

Y es que no hay nada peor que las diatribas, cuando el camino se bifurca y no sabes por dónde torcer.

Aquella noche llovía, como siempre le viste ahí parado, con el cabello empapado y algunas gotas resbalándole por la cara. Te pareció joven, unos diecisiete. Pero es que jamás te habías fijado en él hasta ahora. Solo conocías sus pasos, de suela blanda pero que, de algún modo, sentías, escuchabas tras de ti. Solo sabías que su olor era singular, parecido al de un adolescente que acaba de salir del gimnasio y su silueta tras la ventana, bien proporcionada, opaca bajo los tímidos rayos de Sol.

Atormentada tanto tiempo. Haciendo miles de cosas para olvidar, para no pensar..

Entonces, un día te volviste y le miraste de cerca y te pareció que era un escaparate donde la maniquí eras tú y no supiste, y no te salían las palabras pero, de pronto, una felicidad inmensa te inundó el corazón. Le abrazaste.

– Hoy es Año Nuevo.- Dijo él cuando azorado pudo desprenderse suavemente de aquella mata de pelo desordenado.

Y tú contestaste conmovida:

– Siempre se vuelve a casa en Año nuevo.


Volver a la Portada de Logo Paperblog