Lucy Carmichael, publicada en 1951, es la décima novela de Margaret Kennedy, autora que he conocido hace unos meses con la lectura de Hace mucho tiempo, cuya reseña podéis leer AQUÍ, y que ha sido todo un descubrimiento. A decir verdad no acabo de comprender el olvido al que relegan las editoriales españolas a esta autora cuando se están publicando, y publicitando a bombo y platillo, novedades editoriales de dudosa calidad y con poco que aportar a nivel literario. No logro entenderlo vista la calidad de la prosa de esta autora, la amenidad de sus historias y la magnífica creación de personajes. Pero, bueno, como no es eso competencia mía, yo a lo mío, que viene a ser leer y disfrutar, si es posible, de mis lecturas y compartir en el blog, con los que a bien tenéis el pasaros por aquí a visitarme, aquellas que a mi juicio merecen una reseña y una recomendación. Y a eso voy... Si comienzo diciendo que la historia es la de la protagonista, Lucy-joven que acaba de ser plantada en el altar y ha de comenzar una nueva vida lejos para lograr al fin superarlo- y de sus triunfos, supongo que muchos de vosotros dejaréis de leer esta reseña. ¡No lo hagáis! Esta novela no es lo de siempre, creedme. Lucy no es una heroína al uso que desde el inicio se nos presente insoportablemente encantadora y de belleza apabullante o casi. Las primeras impresiones que de ella tenemos nos llegan de modo indirecto a través de su amiga Melisa...
Una buena presentación. Y pronto conoceremos a Lucy, en la exultante felicidad de una joven y enamorada novia los días previos a su boda, para hallarla poco después en el duro momento del humillante abandono en el altar. Patrick Reilly, escritor de libros de viajes y su prometido, no aparece. No aparecerá. Lucy solo puedo afrontar el momento como mejor pueda y seguir adelante. La escena de madre e hija, exorcizando el dolor y brindando con el champagne dispuesto para los ahora ya desaparecidos invitados, marca un nuevo inicio. Pero ese nuevo rumbo no puede ser tomado permaneciendo en el pueblo, en donde siente como losas las miradas compasivas y los comentarios lastimeros de sus vecinos y conocidos. Necesita irse de allí y dejar atrás esa pesadilla. El puesto de profesora de teatro en el instituto de arte de Ravonsbridge, pequeña ciudad industrial al norte de Inglaterra, se presenta como la necesaria vía de escape. Y comienza aquí la parte más interesante de la novela, narrada magníficamente, con un amplio y heterogéneo grupo de personajes que aparecen perfectamente diseñados y a los que la autora logra dotar de presencia y fuerza y sobre los que dirige un mirada generosa y humana, la mirada de una Lucy que sabe relacionarse con cordialidad y sin conflictos. Pero los conflictos inevitablemente llegan. Las relaciones que se establecen entre un grupo tan dispar de caracteres y personalidades dan a Margaret Kennedy la posibilidad de tratar una amplia gama de temas. La amistad, las ambiciones personales, la locura, las diferencias de clase, los cotilleos, las segundas oportunidades son aspectos que la autora tratará con inteligencia, maestría, el sutil sentido del humor característicos de su obra y con una profundidad psicológica en el análisis de personajes digna de elogio. Y, mientras tanto, mientas se gestan amistades o algunas zancadillas, mientras vamos descubriendo lo que esconde cada personaje- las apariencias, como bien sabemos, a veces engañan- Lucy irá, además de intentando ciertas innovaciones e implicándose en el proyecto del centro, irá, digo, creciendo como persona, madurando, recobrando las ilusiones perdidas y volviendo a ser, poco poco y en la medida de lo posible, la Lucy de antes, de antes de aquello. Y cuando Lucy tenga que marchar de Ravonsbridge, sentiremos, como ella, dejar el viejo colegio atrás: a los veteranos profesores, al joven y prometedor actor, a los amigos, a la joven algo alocada, a aquel excéntrico profesor y a su esposa, y a Lady Frances Millwood- quizá también a su hijo- figura destacada por lo que es- la encantadora viuda del fundador del colegio- y por lo que representa- la vieja aristocracia-, en plena década de los 50 en un mundo, tras la Segunda Guerra Mundial y con aires de cambio e incertidumbre, en el que ella se aferra a sus viejos principios. Lucy Carmichael cuenta como novela con la calidez y el humor de una muy grata lectura, los buenos personajes y la introspección propia de los grandes escritores, el inteligente modo de narrar y la amenidad de los buenos contadores de historia. Y a esto se le suma, además, un precioso final. Una estupenda lectura, sin duda."She taught me to enjoy myself.... Lucy forced me to believe that I might be happy."
Siguiente parada con Margaret Kennedy, La fiesta, que he encontrado en una edición en castellano de 1951 a precio regalado y, claro, como os podréis imaginar, ni lo he dudado.
Nos leemos... ¡Gracias por compartir!