Es el final de la guerra, se ha
ganado la batalla, el mundo está listo para ser desenvuelto de su papel de
regalo, de quitar su celofán, de mirar orgullosos el resultado de la revolución
cultural, humana, positiva, necesaria, la misma revolución que nos ha unido
como seres humanos, olvidándonos para siempre de los monos triunfadores. Es el momento de pintar el
planeta de colores alegres, positivos, un sol amarillo, luminoso, cálido e
incluso ardiente, expandido a cualquier área de Nutopía, allá donde alcance tu
imaginación aguda, animada, activa, comandante de tus sentimientos.
Será un sol intenso si quieres
que lo sea, será jovial si te sientes joven, y será para tu alma un abrazo
afectivo, impulsivo, cariñoso, como agua caliente en Invierno.
Un naranja lleno de fuerza para
la tierra, que dure muchos años más, que nunca más sea maltratada, ni olvidada,
ni descuidada, que nos vuelva a dar su energía positiva y energética, con
abrazos y besos tiernos cálidos, estimulantes, dinámicos, eternos.
Se fundan los rayos del sol y la
energía de la tierra en un solo poder rojo, vital, pasionario, fuera de la
fuerza bruta, del fuego, asesino cruel de verde y pura vegetación. Que sea
nuestro principio de vida, nuestra sensualidad, nuestra energía en forma de
amor, también es roja, ardiente y desbordada, fuera también, de exultante
agresividad.
Llenos de sentimientos profundos
y azules como nuestros mares y océanos, que sintamos placer, amistad, que
seamos fieles a nuestras consignas nutópicas y reales. Que podamos frenar en el
azul del mar y del cielo, nuestro sosiego y su esposa la serenidad, para no
enfrentarnos a las trampas de la vida diaria, a ese pesar que a veces sacude.
Que azul sea también la facultad
nutópica, de hacerlo sin mirar atrás, sin pensar en nuestro pasado, en nuestra
memoria antigua y ancestral, pensemos en el presente inmediato, en nuestro
único cometido, cuidar del jardín eterno, de la Tierra como nunca se ha
cuidado, hacemos de ella nuestro hogar, sin posesiones ni poseídos, sin
censuras, sin barreras ni fronteras, sin amos ni fals@s amantes.
Si no optimismo
para crear.
Con templanza y reflexión de
color violeta, antes resignada a la revolución de antaño, del 36, a esconder o
camuflar a las chicas enamoradas de otras chicas, que podamos llevar a cabo la
necesaria introversión, para encontrar nuestros errores. Una vez aprendidos
encontremos lucidez en nuestros actos, la luz al final del túnel.
Para que todo sea verde,
tranquilo y sedante, lleno de vegetación, fuera de la ciudad gris y
sofisticada, que destruye al planeta, ahora fresco con naturaleza nueva y
renovada, lleno de oxígeno, con su calma indiferente, aunque emane una esperanza
de vida renovada, auténtica, verdadera, palpable, de Paz, Amor, sentimientos
tranquilos.
Sin que nos afecte el severo y
frío invierno, aunque también sea confortable, que no nos mande ni afecte la
realidad que pisamos, como la tierra o el suelo, solo que nos mantenga en
gravedad y equilibrio, necesarios en este mundo de cambios, de acuarela.
Sin colores de silencio, sin
colores de mentira, sin colores de traición, sin colores sin color, sin
pasiones sin pintar, que se vayan al infierno, allí nos esperen, para poder
pintar las profundidades del averno, de color blanco primero, como cuando
cambias el color de paredes de tu casa, para que el averno nos dé paz, un
ambiente soleado, feliz, activo, puro e inocente, y borramos de la faz de
nuestra religión el negro impuro y maligno, sin la mentira de la nobleza y
elegancia, que no nos engañen con el brillante, potenciando nuestros colores
vecinos, nuestros colores nutópicos del alma y la mente.
Que tenemos un mundo nuevo,
hemos vuelto a ver el sol, antes presos sin razón, del sistema gobernante de
los monos triunfadores, del encierro en vida de nuestras almas, las que enseñan
ahora sus pinceles con los que pintar la tierra recién estrenada.
Porque todo es un círculo.
Nosotros nacimos de la tierra, somos parte de la madre Natura, si somos capaces
de cuidar la tierra, ella nos dará energía y sustento. Para que podamos seguir
cuidándola, mimándola como siempre se ha tenido que hacer.
Nosotros nacimos de ella, esta
nos cuida, nos da y nosotros recibimos. No le damos nada, y entonces morimos,
irremediablemente, inexorable, sin perdón y con castigo, demasiado caro diría
yo, por no cuidar lo que es nuestro, nuestras raíces.
Este es el año cero. Todo
empieza de nuevo. Hicimos las tareas humanas.
Y una vez realizada la tarea de decorar el mundo con flores y colores,
solo tenemos que observar nuestra imaginación en forma de obra humana,
nutópica, exultante y llena de alegría, de Paz, Amor, Libertad, y nuestra guía
preferida, para nunca perder el norte, para encontrar el sino, en las estrellas
infinitas y entre ellas, brillante, reluciente, cegadora, nutópica,
psicodélica, Lucy en el cielo con diamantes.