El personal de a bordo nos iba sirviendo, primorosamente, un aromático café que ya adivinábamos en la distancia, La historia iba dejando señales en nuestras pupilas, al pasar por losEn El regreso en el tostadas, mermeladas de saúco y Pan de Chancho, según dicen el mejor desayuno del mundo. A nuestros flancos, pasaban lentamente inmensas moles nevadas. Junto a los vagones de azul y dorado, perezoso a veces, impetuoso en otras, el antiguos restos incas de Jaquijahuana, Qente, Wiñay Wayna, de Ollantaytambo. Desde allí, el paisaje se volvió dramático, las paredes de las montañas parecían presionar los costados del tren, pegado al río ahora turbulento. Rodeados de altos ceibos y afloramientos rocosos, adornados con orquídeas y bromelias, divisábamos grupos de colibríes junto a nuestras ventanas. hermoso río Urubamba. Aguas Calientes tomamos el último tramo, ahora en bus, hasta la ciudadela perdida. Caminamos un corto trecho, escalando la empinada colina, franqueamos un control, esquivamos unos árboles frondosos y, súbitamente, como un decorado imposible, enmarcado frente a la mole del Wayna Picchu, apareció, cortando nuestra respiración y saciando las ansias de nuestro corazón viajero, la ciudadela de Machu Picchu... Hiram Bingham, delicado, servicial, nos dejó sumidos en la melancolía, sumidos en la promesa de que alguna vez, al menos una vez más, tendríamos que regresar. "
Dejemos, un viernes más, un espacio para el ensueño...nos lo hemos ganado....feliz fin de semana :)
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