Por unas cosas y por otras, aunque principalmente por haberme olvidado, tenía aparcadas estas entradas sobre los lugares en los que he vivido.
Pero como es algo que no tiene fecha de caducidad, lo retomo hoy y regreso a Valencia, mi primera experiencia fuera de la casa de mis padres.
Suponéis bien si estáis pensando en que coincide con mi etapa de estudiante universitario. Durante varios años residí en Valencia por estudios y la verdad es que fueron unos años "gloriosos" en todos los sentidos.
Era la primera vez que vivía solo, bueno con otros estudiantes, una ciudad grande, al menos si la comparas con Castellón, mucha libertad y muchas, muchas cosas que podría contar, pero que mejor se quedan en mi memoria.
En mi época en Valencia viví en dos lugares diferentes. Mi primer piso, con gente de Castellón a los que no conocía, salvo porque uno de ellos era amigo de un amigo mio. Era un piso grande en San José de Calasanz, cerca de la Plaza de España. Empezamos viviendo nueve personas, pero por suerte se redujo a cinco unos meses después. Estuvimos en ese piso el primer curso, allí conocí gente, cosas y situaciones curiosas e interesantes, incluido un secuestro.
Al siguiente curso, decidimos cambiar de aires y nos fuimos a un piso en el barrio del Carmen, al final de la calle Roteros, justo enfrente de donde hoy está el Centre del Carmen (un centro cultural) en aquel entonces era la escuela de Bellas Artes.
Era un tercero sin ascensor pero era un piso enorme, de hecho había dos pisos por planta y el nuestro eran esos dos pisos unidos. Justo abajo, al lado de nuestro portal había un bareto, si, bareto de mala muerte al que seguro no se os ocurriría entrar, pero como lo teníamos al lado, solíamos ir a tomarnos algo. Ese bar era el lugar de reunión de los punks que se pasaban el día pidiendo por las calles, se juntaban allí a dilapidar todo,o parte, del dinero que habían sacado en cerveza y más cosas.
Nosotros sabíamos que a partir de determinada hora era mejor irse, porque llegaba un momento, en el que cualquier excusa era buena para que se liara una buena pelea. Golpes, sillas y mesas volando, botellas por el suelo, y al poco sirenas, policías y carnets circulando. Así día si día también.
No era raro ir por Valencia y encontrarte algún punkarra pidiendo que levantaba la mano y te decía "eehhh coleguita". En ese piso al final solo quedamos 3 de los cinco del año anterior, se ve que no resistían a los vecinos, pero conocimos gente nueva, tan curiosa e interesante como los otros.
Ese año perdimos a un amigo marroquí que decidió bajarse del mundo desde el Micalet, un trágico suceso que nos acercó a otros estudiantes marroquíes que no conocíamos. No lo he dicho, pero uno de nuestros compañeros desde el primer año se llamaba Ohman y era de Marruecos, un tipo genial con una fuerza de voluntad increíble, estudiaba arquitectura, pero tenía una enfermedad visual y apenas veía con unas gafas gordísimas que llevaba. Una lupa y unos prismáticos eran su compañeros al estudiar y al dibujar, y aprobaba y lo hacía muy bien.
En ese piso estuvimos dos años, después yo lo dejé y vine a Castellón de nuevo, iba y volvía a diario y trabajaba los fines de semana en Telepizza, además empecé la Objeción de Conciencia como operador de radio y en el ambulancia en Cruz Roja, pero esa ya es otra historia.