Martes 21 julio 2020
Nos trasladamos a la provincia de Lugo y, aunque, la idea era ir a la capital por la tarde, la visita familiar que teníamos preparada para hoy se ha alargado más de lo que esperábamos. Por otro lado, hemos estado encantados pero por suerte para las básculas del mundo, la visita solo ha durado un día. Entenderéis el porque.
Llegar hasta la pequeña aldea de Caira, en el municipio de Antas de Ulloa, nos ha llevado por estrechas carreteras y por aldeas perdidas. El GPS se vuelve loco y es poco viable que te sirva de ayuda en algunas zonas, así que volvemos a viajar tal y como lo hacíamos antaño: preguntándole a la gente, que parece que ya no nos acordamos que no hace tantos años llegábamos a los sitios así. Y preguntando por la casa del catalán, llegamos a la finca que mis tíos tienen en Galicia.
El día pinta que nos vamos a poner las botas de productos gallegos, de hecho nos tenían organizadas las comidas y cenas de dos días. El que nos vayamos a ir al día siguiente temprano no cambia en exceso los planes y toda la comida que teníamos que probar en esos dos días, lo haremos solo en uno. ¡Tal cuál, como suena!
Empezamos con el que dicen es el mejor pulpo de la provincia de Lugo, el pulpo a feira del restaurante A Esmorga en Monterroso. Y lo acompañamos con pimientos del padrón que, como ya se sabe, unos pican y otros no, y un buen vino gallego.
Para rebajar la copiosa comida antes de lo que, preveemos, será una cena abundante, visitamos y paseamos por la encantadora localidad de Portomarín. Lo más destacable de esta pequeña población a orillas del río Miño es que en la década de los 60 tuvo que ser trasladada a un nuevo emplazamiento a causa de la construcción del embalse de Belesar que anegó el antiguo pueblo. Aún hoy, en época seca, cuando el agua del río no llega a cubrirlo del todo, puede verse el antiguo puente y las ruinas de algunas de las casa que se dinamitaron. Pero lo que no hay que perderse en Portomarín, bajo ningún concepto, son las estupendas tartas de almendra y piedras de chocolate de Ancano. Os aseguro que todas las que compréis os parecerán pocas.
De vuelta a Caira, paramos en una quesería artesana de la zona. Y, aunque, debido a la pandemia, las visitas están restringidas sí que podemos comprar el queso gallego por excelencia, el Denominación de Origen Protegida Arzúa-Ulloa. Un excelente queso de vaca totalmente natural que se puede degustar en tres variedades según su curación: de pasta blanda, de granja o curado. En cualquiera de las tres, delicioso.
Como ya os he comentado, el día iba a ser de lo más gastronómico. Para la cena, en casa de mis tíos, nos esperaban unos churrascos preparados a la barbacoa (como tiene que ser), una enorme empanada gallega de atún casera y de postre, como no, tarta de Santiago de Ancano. Todo esto era, en realidad, la comida de dos días pero mi familia no iba a permitir que nos fuésemos al día siguiente sin haberlo probado absolutamente todo. Y así fue. ¡Cualquiera les decía que no teníamos hambre!
Tampoco nos libramos de las sobras, la empanada gallega fue a parar a unos tuppers que nos “obligaron” a llevarnos para el día siguiente, no vaya a ser que por Galicia no encontrásemos nada para comer y acabásemos muriendo de inanición.
Fuera de bromas, hemos disfrutado mucho del día con ellos y a ellos les ha hecho mucha ilusión que pasásemos un día en su estimada aldea. Prometemos volver en otra ocasión, eso sí, con el estomago vacío.
Miércoles 22 julio 2020
Aparcamos la caravana en el camping A Gaivota en Barreiros, un camping pequeño pero muy bien cuidado y conservado, con aseos limpios y parcelas sombreadas. Su situación, a pocos metros del mar y a poca distancia de algunas de las playas más bonitas de A Mariña Luscense, hacen que sea el lugar ideal para pernoctar un par de noches.
Tenemos hora para visitar la playa de las Catedrales (imprescindible reservar previamente en la web Galicia, Natural e unica) y hay que hacerlo pronto antes de que suba la marea y no se pueda acceder a ella ni pasear por los farallones, por las grutas y los arcos esculpidos en la roca que la erosión marina ha provocado a lo largo de los años. Es la playa más mítica de Ribadeo y, seguramente, la mas popular de toda Galicia motivo por el cuál la masificación suele estar garantizada en temporada alta. Aunque este año y, muy a pesar del sector turístico, no hay colas ni miles de desconocidos saldrán en nuestras fotos, el miedo al virus y los rebrotes han provocado que la gente viaje menos.
Volvemos al camping a buscar a Scott que lo hemos tenido que dejar descansando por la prohibición de la entrada de animales en las playas gallegas, pero hemos vuelto a irnos sin él porque al pobre tiene achaques derivados de la edad y a penas puede caminar cuando le da el dolor de artritis. Le hemos dado una pastilla a ver si mejora, en caso contrario tendremos que llevarlo al veterinario para que le inyecte un analgésico más fuerte. Esperaremos unos días a ver como evoluciona.
Desde el camping a Ribadeo, una carretera discurre paralela a la costa pasando por, no solo, la famosa playa de las Catedrales sino también por un conjunto de entrantes y salientes del mar y otras maravillosas playas como la praia das Illas que con marea baja se une con la praia de Os Castros con un paseo entre rocas, pozas y acantilados.
La carretera llega hasta Rinlo, una pequeña villa que tiene su origen en un puerto ballenero de más de 500 años de historia. En la actualidad es un pequeño y pintoresco puerto pesquero conocido popularmente como el lugar donde se crían los mejores percebes, langostas, bogavantes y centollas de toda la costa Cantábrica.
El faro de Illa Pancha indica el principio de la ría de Ribadeo que establece el límite natural entre Asturias y Galicia. La población que da nombre a la ría es un enorme puerto pesquero sin ningún atractivo (o con pocos) y es totalmente evitable a no ser que se quieran probar los helados de la Heladería La Real: artesanos, con ingredientes naturales, realmente deliciosos e impresionantemente baratos.
El atardecer se hace esperar, son casi las once de la noche y aún hay claridad a pesar de las nubes que han empezado a tapar el cielo. Algunos surferos recogen sus tablas después de remontar las últimas olas del día en la playa frente al camping.
Jueves 23 julio 2020
Esta mañana nos nos hemos puesto el despertador. Necesitábamos descansar y aprovechando que aquí el día empieza más tarde hemos preferido reponer fuerzas y no madrugar mucho.
Hoy visitaremos las Rías Altas, para ponernos en situación, estas rías van desde la de Ribadeo hasta la de Ortigueira y lo haremos por la carretera que discurre en su mayor parte paralela a la costa. Si se hace con tiempo se puede ir parando en playas, faros y bonitos rincones con vistas al mar Cantábrico.
En la ría de Viveiro hay uno de esos lugares que las guías turísticas no te llevarán pero que no hay que perderse bajo ningún concepto. Es la punta Socastro, conocido popularmente como O Fuciño do Porco por su forma (con mucha imaginación) de hocico de cerdo. Si el sol brilla y el día está despejado las vistas desde la punta son alucinantes con aguas de color turquesa y pasarelas al borde de los acantilados. Para llegar hasta aquí hay que aparcar el coche una vez pasada la bonita praia de Abrela y caminar un kilómetro, aproximadamente, hasta el inicio del sendero que recorre la punta. El acceso es gratuito pero hay que reservar plaza para visitarlo aquí: Punta Funciño do Porco.
Ya en la provincia de A Coruña, pasamos por el pintoresco pueblo de O Barqueiro y siguiendo la carretera llegamos a la punta de Estaca de Bares que marca el límite entre el Cantábrico y el Océano Atlántico. Al pie de su impresionante faro, hay que decir que se ha llagado al punto más septentrional de la península ibérica.
Y para finalizar el día que mejor que acabar en el mirador de Coitelo para admirar los acantilados de Loiba. Desde “el banco con las mejores vistas del mundo” podemos ver desde cabo Ortegal hasta Estaca de Bares si las nubes nos lo permiten.