Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mí pechó su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras, crece el tormento.
Allá donde termine este afán que exige un
dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a
frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
XI
No quiero, triste espíritu, volver
Por los lugares que cruzó mi llanto,
Latir secreto entre los cuerpos vivos
Como yo también fuí.
No quiero recordar
Un instante feliz entre tormentos;
Goce o pena, es igual,
Todo es triste al volver.
Aún va conmigo como una luz lejana
Aquel destino niño,
Aquellos dulces ojos juveniles,
Aquella antigua herida.
No, no quisiera volver,
Sino morir aún más,
Arrancar una sombra,
Olvidar un olvido.