Si hace un tiempo, esta misma sección elegía a Isabel II de España como uno de sus personajes históricos más interesantes, entre otras cosas por considerar que era lo más parecido a como sería si una princesa de cuento de hadas se viera inmersa en el mundo real… hoy hablamos del monarca que es la versión masculina de esto, y de la forma más paradigmática, sí, el Príncipe azul atrapado en un mundo muy poco encantador.
Introducción biográfica
Es uno de mis “Grandes Personajes” porque…
Sobre todo y más que nada por su idealismo, por creer más que nada que al final el bien se acabaría imponiendo, y, al no ser capaz de vivir en este mundo de maldad, hipocresía, codicia… etc, crearse uno propio para vivir en el que hacer realidad sus ideales de belleza y arte.
También es un personaje muy interesante porque resulta sumamente anacrónico en cualquier época, así, él no era una persona para el mundo real, puesto que, incluso todas las construcciones que hizo y los neoestilos que utilizó (medieval, bizantino, barroco… etc) eran una versión absolutamente idealizada de los auténticos.
Es posible que este temperamento soñador fuese muy alentado por su severa educación, que le llevó a la introversión y la evasión en los cuentos, las glorias del pasado (el siglo XIX, la época historicista por excelencia) o el incipiente nacionalismo (exaltado a través de la cultura, como las leyendas tradicionales)… pero lo cierto es que no se puede crear de la nada un alma sensible y artística, y Luis II la poseía de pleno derecho.
Siendo Rey, su principal preocupación fue crear un Reino del arte; no era la codicia o la ambición la que guiaba sus fines; sino la persecución de la belleza y de la felicidad del lugar que le había sido dado para gobernar.
Muy desgraciadamente, su idealismo pronto chocó de pleno con la realidad, entre otras cosas al tener que ver, por fuerza, que puede que el arte sea algo puro y excelso… pero los artistas no necesariamente; Wagner (ya muy bien considerado en su época) fue llamado por él, y gracias al monarca compuso algunas de sus más grandes obras maestras sin limitaciones… pero su corrupción, y lo aprovechado que era, acabó con su expulsión del Reino. Las envidias pudieron mucho en ello también.
No pudo tampoco tener una relación romántica como le hubiera gustado, pues su prima Sissí (más afín a su temperamento) ya estaba casada, y la hermana de esta, a pesar de que lo intentó, no terminó de conquistarle. En ello influiría, su probable homosexualidad; su ferviente catolicismo, le llevaba a una situación difícil, de combinar, pues una persona idealista rara vez soporta ese tipo de contradicciones.
Si a eso le sumamos el hecho de que el mundo en el que se veía obligado a vivir, se le hacía cada vez más odioso pues sólo veía gente interesada, ambición, mala intención y codicia sin límites; lo que confirmó con la unificación alemana.
Ya que había perdido la posibilidad de que el Reino que le había sido legado se transformara en aquel de cuento, del arte que deseaba, fue entonces cuando decidió crearse el suyo propio, en sus dominios nadie se lo podría impedir.
Y fue así, como empezó a construir esos maravillosos castillos que aún hoy nos siguen asombrando y que inspiraron a muchos artistas a partir de ese momento (entre ellos, otro de los Grandes personajes de Universo de A: Walt Disney), aquellos maravillosos ambientes, recreaban el mundo en el que le habría gustado vivir, un mundo ideal, una historia idealizada, dónde lo importante es el arte y la belleza, dónde todo es maravilloso y posible. Soñador en extremo, hasta realizaba banquetes imaginarios con sus personajes históricos favoritos, como en los buenos tiempos de su infancia; se entregó al encanto de la misteriosa vida nocturna… y en definitiva, hizo lo que quiso dentro de aquel Reino imaginario que se había creado (lo que no significaba que no tuviera una cierta frustración, como demostraría su deterioro físico)… por fin, pudo sacar de sí mismo aquella visión del mundo que tenía, por fin pudo descubrir a los demás como de encantador era su ideal.
Pero, su empeño en negarse a vivir en el mundo real, el desprecio que sentía hacia los políticos y sus familiares, todos ellos ávidos de poder y dinero, le llevó a aislarse totalmente y rápidamente, quisieron deshacerse de él. Sus extravagancias, sus ensoñaciones llevaron a que se le declarara loco (¡cómo a tantos otros incomprendidos!). Pero lo cierto es que Luis II contaba con el afecto del pueblo y de sus sirvientes (¿cómo no querer a un buen Rey?), hasta tal punto que le avisaron de cuando iban a detenerle.
En su romanticismo, valoró el suicidio como un final grandioso, pero lo detuvieron antes. Poco duró, tan inconveniente soñador fue, muy probablemente asesinado mediante un aparente accidental ahogamiento.
Pero sus sueños pervivieron, en sus castillos, en su bella forma de ver el mundo que consiguió hacer ver gracias a una de las cosas que más le gustaba: el arte; y ese legado, con toda probabilidad, era el que a él más que ningún otro le gustaría que quedara.
Por eso me parece admirable Luis II, por su concepto del mundo como un lugar bello, en el que es mejor estar más pendiente de las cosas hermosas y de mejorar el mundo a través de ellas, que de otras vanas glorias; porque él lo que quería era lo que quería era un Reino de belleza y de arte, un reino de músicos, pintores, arquitectos, escultores… etc, despreciaba la guerra y la violencia, prefería la estética, porque creía y sabía, que gracias a ella se podía conseguir un mundo mejor. Ojalá le hubieran dejado hacer realidad su sueño, hubiera sido maravilloso, utópico… pero la maldad nunca duerme.
Por eso también me parece un ejemplo su idealismo, que se puede tomar en nuestra vida diaria a través de preocuparse de que nos rodeen cosas hermosas o de apreciar la belleza de lo que hay a nuestro alrededor, y de que la imaginación y la creatividad siempre sea una parte importante de nuestra vida.