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Rajoy y el Partido Popular habían ganado las elecciones generales por mayoría aplastante. La era Zapatero había sido un completo desastre que hasta buena parte de los socialistas, tradicionalmente sectarios e irracionales, reconocían abiertamente.
El problema que la inmensa mayoría de los votantes del PP no acertaban a ver, y que no tardaría en materializarse, es que Rajoy no había ganado por méritos propios. Con un programa electoral ciertamente atractivo en bastantes puntos, Rajoy consiguió para su partido la mayor acumulación de poder nacional que se ha dado en toda la democracia. Pero ni Rajoy era en ese momento un continuador del aznarismo que aplicó algunos principios liberales en economía que catapultaron a España a los primeros puestos internacionales, ni lo había sido durante los últimos años de su liderato como principal representante político de la oposición.
El nuevo y flamante Presidente del gobierno de España demostró bien pronto que de su programa electoral no iba a aplicar uno solo de los puntos que tanto habían ilusionado a una enorme mayoría de españoles, que soñaban con el retorno a los tiempos de Aznar. Pero no solo fue Rajoy el falsario. El partido popular al completo, reconvertido años antes por su líder en un partido socialdemócrata a imagen y semejanza del PSOE de Zapatero, desengañó a diario a sus votantes aplicando políticas que nos hacían pensar a todos que en realidad, los socialistas y su banda de incapaces y de ladrones no habían dejado el poder y seguían gobernando disfrazados de populares. (Sobre la nefasta figura de Mariano Rajoy escribí un artículo al final de su mandato que puede consultarse en el siguiente link)
La práctica totalidad de políticos más representativos del partido, que durante años de carrera política habían ocupado con mayor o menor acierto y que habían crecido y medrado a la sombra de José María Aznar también acabaron por defraudar a sus votantes. Y no valía la excusa de la herencia recibida por los socialistas, que fue verdaderamente ruinosa. La decepción del electorado, que se traduciría en las siguientes elecciones en una caída de votos histórica que dejó al Partido Popular en el chasis, desalojado del poder en casi todas las autonomías y con un gobierno central herido de muerte, vino propiciada por el comportamiento de estos políticos prácticamente calcado al de Rajoy, traicionando principios que los votantes esperaban ver defendidos, dirigiendo políticas socialdemócratas liberticidas en lo social y en lo económico, y dejando en la estacada a compañeros de partido y a votantes de toda la vida que, en lógica reacción, abandonaron el PP decepcionados e indignados.
Hoy, uno de esos personajes decepcionantes, posiblemente el último de los políticos en los que yo deposité una parte de confianza, vuelve a demostrar que en política, para la inmensa mayoría de los profesionales que viven de ella y parasitan a los contribuyentes, lo de menos es defender ideas y principios y lo más importante es mantenerse en el poder bien remunerado sin importar cuantos muertos queden por el camino.
Luisa Fernanda Rudi, expresidente de Aragón por el PP, y retrospectivamente diputada del parlamento europeo, antes presidente del Congreso de los Diputados, antes alcaldesa de Zaragoza, antes diputada en el Congreso de los Diputados, antes diputada en el parlamento aragonés, ha obtenido hoy el cargo de senadora por designación autonómica.
Rudi constituye un perfecto ejemplo de personaje político que en un tiempo fue brillante, y que a partir de cierto momento prefirió obedecer al sistema del que lleva tanto tiempo viviendo a cambio de participar en el hundimiento de su partido y de abandonar durante su presidencia de Aragón a no pocos compañeros de formación que cometieron la osadía de tratar de limpiar la política municipal y autonómica enfrentándose a los desmanes que otros, en su mayoría socialistas, pero acompañados en la tarea por el partido rémora PAR. No pocos concejales que acabaron por abandonar el partido y sus concejalías al verse desasistidos por un Partido Popular y unos líderes acomodados que miraban para otro lado mientras los militantes y simpatizantes de base que decidían ser honrados y no participar de la sucia política municipal de algunos pueblos, se partían la cara por un ideal y un partido que, tristemente, los abandonaba como a náufragos frente a un Partido Socialista que, fiel a su tradición, también demostraba que lo que menos le importaba era el interés de los ciudadanos, porque estaba más preocupado en conservar el poco poder que había podido retener.
Luisa Fernanda Rudi seguirá viviendo muy bien de la política el tiempo que le quede de vida pública. Posiblemente para ello haya tenido que dejar su conciencia en el armario. Armario que parece guardar muchos secretos a voces. Y como política profesional que es, seguirá en lo público hasta que se vaya a su retiro dorado. Habrá dejado atrás a muchos decepcionados y traicionados. Uno de ellos, ciertamente cercano al personaje, me comentaba en una ocasión, con tono amargo, “nunca pensé llevarme semejante decepción con Luisa”. Otros, sangrantes casos de compañeros de partido perseguidos judicialmente por socialistas corruptos y que lograron salir absueltos y triunfantes después de años de batallas en los tribunales, tan solo recuerdan el abandono sufrido desde un Partido Popular de líderes bien apalancados en despachos oficiales y más amigos de líderes socialistas de lo que la gente supone y sabe. Triste broche para una mujer de prolija carrera política que, en la última década, prefirió dejar de marcar la diferencia, para mimetizarse con la fauna de habituales individuos que pueblan el ecosistema político español, donde el que no es carroñero es rapaz, y en el que una reputación, una amistad, un interés por el bien común y una defensa de lo que es correcto tiene menos valor que un puñado de monedas, un despacho oficial o un cargo con el que sentirse por encima del bien y del mal.
Hoy la prensa aragonesa ha publicado la noticia de la designación de Rudi como senadora autonómica, y no he podido por menos que comentar el hecho en El Periódico de Aragón. Para mi sorpresa, mi comentario ha sido aprobado y publicado. Algo sorprendente teniendo en cuenta que el censor de comentarios lleva dos años sin aprobarme una sola línea. La que en otro tiempo fuera aclamada Presidente Aragón no ha obtenido un solo comentario favorable. Aunque no creo que algo así le quite el sueño.
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