Érase una vez, una bloguera llamada Luisa, que además de escribir, y lo hacía muy bien, también solía leer otros blogs de la blogosfera. Un día, se encontró conque un bloguero consiguió por fin escribir una entrada sobre un genio. Y le entró la duda.
Desde muy pequeñita, Luisa tenía un sueño, pero no un sueño de cuando estás dormido y sueñas que te pasan cosas, no. Un sueño de esos que unos señores que se reunen los jueves en un palacete de la calle Felipe IV, dieron en definir de la siguiente manera:
“Cosa que carece de realidad o fundamento, y, en especial, proyecto, deseo, esperanza sin probabilidad de realizarse.”
Ya hay que ser malaje para truncar de esta manera los sueños de tanta gente. ¿Qué trabajo les costaría poner algo como: “… de difícil, pero no imposible realización?”
Bueno pues Luisa, puesta en esta tesitura de pensar que nunca se podría realizar su sueño, tomó una decisión desesperada. Ya que el bloguero había conseguido que el genio de su historia le concediera un deseo al que lo liberó de la lampara de aceite, pensó: - Este bloguero tiene mucho poder ¿por qué no pruebo a pedirle a él mi deseo? – Cierto que no lo hizo con una fe absoluta e inquebrantable, pero lo que cuenta es que lo hizo. Después de mucho pensarlo y a pesar de que eran fechas navideñas y todo el mundo, incluso el bloguero, le recomendó que recurriera a los Reyes Magos, cosa que llevaba toda la vida haciendo y no le había funcionado, se atrevió a pedir su deseo al bloguero. Juntó sus manos en actitud de oración y se dio cuenta de que de esa manera era imposible escribir, con lo que deshizo el gesto y aplicó sus manos sobre el teclado y con decisión escribió:
¡Quiero un caballo!
El bloguero reunió todas las fuerzas de la naturaleza que le fue posible convocar, que eran muchas dado su prestigio, y realizando una especie de pase mágico con sus manos, y de una manera pelín afrancesada, todo hay que decirlo, contestó:
Et voilá!