“Aunque no lo creas, este juego viene con reglas.” – Cottonmouth, Luke Cage, Tercer Capítulo, Primera Temporada
“Te puedo hablar como me da la gana porque careces de cualquier poder para callarme.” – Shades, Luke Cage, Séptimo Capítulo, Primera Temporada
“Este loco llamado Moynihan fue y dijo que de repente los barrios podrían beneficiarse de una negligencia benigna”. – Koko, Luke Cage, Quinto Capítulo, Primera Temporada
Si Daredevil (2015) mostró que se puede hacer una serie sobre superhéroes con cierta dignidad y Jessica Jonas nos dice que un buen guion no puede llegar tan lejos sin una buena puesta en escena que le acompañe, Luke Cage (2016) deja claro que las obras maestras son posibles para este género en formato audiovisual.
La nueva serie de Netflix, Luke Cage, toma en consideración lo que pasa con una comunidad cuando es sometida a una política que su autor, el senador Daniel Patrick Moynihan, llamó “negligencia benigna”. En este caso, nos estamos refiriendo a la comunidad afroamericana que vive en New York, que de manera endémica está mal representada por el poder político y por lo general aparece estereotipada en los medios de comunicación. Esto es consecuencia directa de la “negligencia benigna”, que implica un desentendimiento político y social con respecto a la comunidad afectada, sin que ésta pueda evadir las mismas reglas impuestas por los mecanismos estatales. En otras palabras, la comunidad afroamericana y las minorías en general deben cumplir una normativa ajena, a pesar de que no han tenido ni voz ni voto para la conformación de la misma. Casi como obligar a un hindú a comerse una vaca.
La primera temporada de Luke Cage pone su atención en este contexto socio-político y analiza el surgimiento de posibles soluciones internas. Así, somos testigos de cómo varios poderes se enfrentan en una especie de Battle Royal con la intención de probar qué solución es la más pertinente. Al comienzo, la más clara es la de lo nuevo y renovable contra lo antiguo y anacrónico, representados por Cottenmouth y Mariah Dillard. El primero busca reivindicar el legado de su tía, Mama Mabel Stokes, ya que es lo único que sabe hacer: fue entrenado para eso. Pero se adhiere a reglas del juego de antaño, las cuales le permiten establecer control sobre el barrio, pero también pierde toda noción de cómo ayudar a sus integrantes. Es pertinente que todo el dinero lavado se vuelve inútil porque proviene de un mundo ya muerto y por esto no tiene cómo articular sus deseos de apoyar a su comunidad.
Por otro lado, Mariah Dillard busca sumergirse en el sueño americano. El único problema es que nadie está muy seguro de lo que es o de lo que fue ese sueño, por lo tanto lo aprecia desde su lugar coyuntural: ayudando a su propia comunidad al mismo tiempo que mantiene la apariencia de respeto hacia las reglas ajenas que han sido impuestas. Y logra su cometido –o mejor dicho uno sus cometidos– ya que al llegar la calma se vuelve un pilar de su comunidad al deshacerse de Cottenmouth y de Dimondback, pero con una imagen externa dudosa. Así, está en peligro de convertirse en uno de las cosas que más odia: su primo hermano.
Dentro o fuera de la ley
La segunda confrontación es la Shades contra Misty Knight, o lo que es lo mismo: el apoyo a la comunidad desde el crimen o el apoyo a la comunidad desde la ley, respectivamente. Misty Knight intenta erradicar el crimen (pensado que es la única manera de traer paz al barrio) sin darse cuenta de la imposibilidad de su cruzada ya que ni su propia comunidad acepta las reglas externas impuestas. Shades sugiere un dilema parecido. Piensa que jugando siempre fuera de la ley se mantendrá al margen de ella, pero cuando es arrestado e interrogado solo puede decir una palabra: “Abogado”. Su peor temor termina siendo su refugio. Así, los dos se dan cuenta de que están errados: no se puede tener ley sin crimen, ni crimen sin ley. Son dicotomía, uno siempre va implicar la existencia del otro.
Así llegamos a la imagen de Daimondback, la más peligrosa de todas ya que es el hombre sin agenda pública ni privada; que transgrede simplemente por el hecho de transgredir. No es una solución, sino una consecuencia de la “negligencia benigna”. El hombre ha sido tan ignorado y maltratado por su comunidad (y otras fuerzas externas) que la única manera de reivindicarse es la violencia sin sentido. Es el hombre verdaderamente enloquecido, un auténtico perro rabioso.
Ante estas soluciones aleatorias e ineficaces aparece finalmente Luke Cage, el cual empieza siendo un mero mediador, pero termina siendo la solución que todos buscaban aunque no quieran admitirlo. No está por la ley o por el crimen, ni por lo nuevo o por lo viejo, ni por lo interno o externo, sino que más bien busca el equilibrio. Por eso no mata –sería injusto hacerlo– ya que aún no encuentra un rival con la misma fuerza. De esta manera, Luke Cage se adhiere a la imagen de ‘Dos Caras’ y de alguna forma lo perfecciona porque logra contener su propio arbitraje y construir un código moral a partir de ello. También encuentra el camino: no hay que estar ni con Dios, ni con el Diablo. Hay que buscar la tregua.
Esos son los dilemas que plantea Luke Cage, las cuales no solo se pueden aplicar a la comunidad afroamericana estadounidense, sino a otros sectores invisibilizados de la población global. Muestra las consecuencias de una representación estereotipada tanto mediática como política, y la negación de sus reglas internas. En estas situaciones, el malestar social es evidente. Lo que no es tan evidente son las soluciones, ni aún menos cómo aplicarlas. La invisibilidad no solo genera vacíos sino abominaciones –como vemos en el caso de Diamondback–. Por eso, si alguien empieza a hablarte de la “negligencia positiva” como una fuerza benefactora solo sigue los pasos de Cottenmouth y ciérrale la boca.