Revista Cultura y Ocio
Victor es un adolescente que va hacía sus vacaciones de verano a un campamento en plena adolescencia, la cual hace que las hormonas bullan en el lugar muy a pesar de su protagonista, que ve como la vida de sus compañeros se vuelve previsible además de escabrosa en algunos casos. A través de la escritura tratara de hacer desaparecer el fantasma de su hermana muerta y el monstruo de aquella noche de verano en el campamento.
Lulu, en cambio, es la cruz del protagonista. La otra cara, oculta bajo cantidad de maquillaje en un cuerpo masculino que se convertirá en una pesadilla constante para su protagonista que, en la clausura del campamento tendrá un contacto sexual con el protagonista cambiando la psicología del mismo por completo, hundiéndolo en pesares y locuras.
Cărtărescu ha logrado en esta novela narrar la contradicción constante de la adolescencia en un joven escritor inconformista pero analítico con su entorno. Ha logrado narrar los problemas de la edad de una forma onírica y a la vez crudamente realista. El personaje principal es un joven interesante, capaz de llegar a lo más hondo de si mismo a través de sus escritos que van del pasado al presente de forma inesperada, que como dice en la introducción Carlos Pardo: «¿Qué hace de Lulu una obra necesaria también para el lector? No solo su capacidad para reconocerse en el drama de Victor, el incompleto, sino sobre todo, que no es una obra egocéntrica.Cărtărescu emprende el retrato de unos cuantos personajes «muy reales» que viven sus problemas y su adolescencia ajenos a la cerrazón del narrador. Estos compañeros de campamento (Savin y Clara, Bazil y Lulu, Michi, Fil), tratados con finura y generosidad, son otros tantos puntos de vista, compañeros en el viaje hacia la normalidad con el que comienza la madurez. Quien se adentre en Lulu debe saber que el espera la lucha con el propio ángel (arañas, galerías, muñecas sin ojos, pasillos donde uno debe perderse para poder ser él mismo) de la que saldrá fortalecido si es capaz de no guardarse nada, de no tener miedo al ver el propio rostro sin los afeitas de la vanidad. La herida no se curará, pero nos hará compañeros de por vida. Es la literatura. la inventamos porque estamos incompletos».
Las descripciones de sus paisajes logran trasmitirnos todas las sensaciones de su protagonista, siempre cargados de paradójicos, extraños y deprimentes paisajes. Mircea Cărtărescu ha conseguido con esta novela que volvamos a un pasado que, por muy lejano que se encuentre, aparezca en forma de recuerdo en tonos sepia haciendo imborrable en nuestra memoria su poética y a la vez dantesca historia de un suceso capaz de cambiar la forma de pensar del protagonista.
Recomendado para aquellos que quieren conocerse más a si mismos de una forma inesperada. También para aquellos a los que quieran descubrir a un autor con un carácter a la hora de narrar crítico y bello al mismo tiempo. Y por último para aquellos que necesiten descubrir a un escritor inolvidable por su forma de descubrirnos el mundo y la soledad de aquellos que la habitan.
Extractos:
En la zona de las colinas, las aldeas se prodigaban, aparecían campos de manzanos, villas y canteras de donde extraían barro, las casas eran de madera; unas, bellamente pintadas de ocre o azul, otras mostraban sencillamente el color de los viejos tablones de madera. Algún cementerio, arrojado en la falda de una colina, invadido de correhuela y abejas, lucía al sol sus cruces de piedra… Las nubes proyectaban su sombra sobre los miles de matices de verde de las colinas… Pero me resultaba imposible fundirme del todo en el pobre panorama porque, de vez en cuando, en el autocar, la monotonía de las canciones se veía interrumpido por un grito agudo: «¡Cállate ya! ¡Calla cuando te lo ordene yo!». Tras lo cual la chica, a la que alguno de aquellos tipos llevaba en brazos y hacía también cosquillas, se llevaba las manos a las orejas y aullaba con toda su alma. Las canciones comenzaban de nuevo con más entusiasmo aún: «Si bebes, mueres; si no bebes, mueres. / Si bebes, bebe bastante. / Si mueres, muere al instante…»
Mi locura actual se confunde con mi locura de entonces como dos animales primitivos, transparentes, con vacuolas y corpúsculos visibles a través del fino cristal de su carne, con filamentos de color marfil como vejigas de pescado, con cilios traslúcidos y seudópodos retractiles. Se tocan con sus películas húmedas y tímidas, se reconocen a través de una química sutil, se unen gracias a la secreción de unos pegamentos transparentes y brillantes, intercambian fluidos, amor, aromas e información. Mi demencia y agotamiento de ahora devoran mi terror y mi depresión de entonces, así que no puedo saber de qué abismos de locura cuajó el monstruo alucinante que vi latir, en todo el esplendor catastrófico de sus formas, allí, bajo la cúpula. Porque, bajo el decrépito cielo de latón de la cúpula, cuyo cardenillo había dado hojitas y florecillas de un verde veneno que crecían hacia el orificio del vértice —parecía del tamaño de apenas un céntimo, aunque a aquella altura debía de tener un diámetro de varios metros entre las paredes ovaladas y el suelo ennegrecido—, había un olor sofocante a orina y a heces petrificadas, flotaba algo parecido a un niebla intensamente blancuzca que llenaba todo aquel espacio de una soledad abrumadora. Sin embargo, me di cuenta enseguida de que no era más que una telaraña, densa y enrollada, que se ondulaba y se inflaba con la más mínima corriente de aire, centelleando a la luz pálida que se colaba por el rectángulo de la puerta rojiza. Sentí bruscamente la soledad como un alambre en torno a al cuello que alguien fuera apretando poco a poco.
Editorial: Impedimenta Autor: Mircea Cărtărescu
Páginas: 160
Precio:17,50 euros
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