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El 31 de enero de 1966, desde el Cosmódromo de Baikonur, en Kazajistán, la Unión Soviética lanza la sonda Luna 9 (Lunik 9). El 3 de febrero llega a la Luna, concretamente al Océano de las Tormentas. Inmediatamente despliega sus cámaras y antenas y empieza a transmitir.
El Luna 9 es el primer objeto fabricado por el hombre que aluniza. No es un cosmonauta, es un robot. Pero son los rusos los primeros en llegar a la Luna.
Tampoco es el primer éxito del programa espacial soviético. Solo uno de tantos.
Aviso a navegantes. No es este un post escrito desde una perspectiva Barça-Real Madrid o Argentina-Brasil. Tal vez ahora, con la entrada de la iniciativa privada se esté perdiendo un poco, pero vengo de unas generaciones que siempre han visto la carrera espacial como un triunfo de la humanidad entera. Más allá de las banderas. No lo viví en directo, pero me siguen emocionando las imágenes del Apolo 11 en la Luna. La NASA es mi equipo y Armstrong, Collins y Aldrin siempre serán héroes.
Es lógico que la carga simbólica de la foto de un hombre pisando la Luna se haya impuesto a lo demás. Sobre todo en Occidente, con todo el peso propagandístico que llevaba adosada la gesta en plena Guerra Fría. A los rusos les sigue faltando un Hollywood a mayor gloria del imperio.Pero creo que es de justicia valorar la aportación soviética a la carrera espacial.
Los soviéticos no dejaron una huella humana en la Luna. Pero hicieron todo los demás. Fueron los auténticos dueños del espacio. No lo digo yo, lo dice, por ejemplo, la BBC en un magnífico documental.
Serguéi Koriolov, el artífice
Creo que esta historia debería empezar por Serguéi Pávlovich Koroliov. Aunque es un trabajo colectivo, todo el mundo está de acuerdo en que Koriolov era el capitán de esa nave. No en vano le llamaban El Ingeniero Jefe, el artífice del éxito del programa espacial soviético. Vale la pena detenerse un momento en Serguéi.
Serguéi había nacido en 1907. Criado por sus abuelos, era un niño solitario que pronto destacó en matemáticas. En 1924 diseña su primer planeador. Acaba sus estudios y en 1930 es ya el ingeniero jefe para un bombardero pesado de Tupolev. Luego se pasa al diseño de cohetes.
Pero el 27 de junio de 1938 es detenido durante la Gran Purga de Stalin. Las acusaciones son débiles y confusas. Le dan una paliza y le arrancan una confesión. Stalin style. Diez años de cárcel. En abril de 1939 lo trasladan al gulag de Kolymá, en Siberia. A disfrutar de la naturaleza (tal como pueden leer en otro post de este blog).
Koriolov consigue sobrevivir a Kolymá, lo que es nada fácil. Ni gratis. Sale de allí con 14 dientes menos, una fractura de mandíbula, una enfermedad cardíaca y escorbuto. Se le rebaja un poco la condena y se le trae de vuelta de Siberia a una prisión para intelectuales. Un lugar más cómodo donde reanuda sus trabajos sobre balística. Se lo ha pedido expresamente Andrei Tupolev para que trabaje en sus aviones. La guerra mundial aconseja a Stalin no malgastar talentos así.
Serguéi Koriolov, a la derecha de la imagen, conversa con Yuri GagarinEn junio de 1944 es puesto en libertad y un año después recibe su primera condecoración. No se la introduce a nadie del gobierno por donde ustedes están pensando, sino que empieza a diseñar misiles. Pero a él le interesa más dedicarse a los cohetes, a la carrera espacial.
Un éxito tras otro
Al mando del Ingeniero Jefe, un pequeño grupo de soñadores con talento y visión empezarán a lograr gestas increíbles.Los estadounidenses van quedando segundos una y otra vez.
Primero fue el Sputnik, cuyo diseño les llevó menos de un mes. El 4 de octubre de 1957 se lanzó el primer satélite artificial al espacio. El impacto mundial fue brutal. Un gran éxito para la propaganda soviética, que decide dar un espaldarazo a Koriolov y sus muchachos.
El 3 de noviembre de 1957 se pone en órbita el Sputnik 2. Un satélite mayor que el primero, tripulado por el primer ser vivo en visitar el espacio, una perra callejera. Laika (ladradora, en ruso) muere a las pocas horas del lanzamiento por exceso de calor. El sacrificio de Laika supone probar que un ser vivo puede sobrevivir en el espacio.
Nuevo éxito de alcance mundial: el programa Vostok (Este). Después de Laika les toca a los humanos. El 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin se convierte en el primer hombre en viajar al espacio. A los mandos de la Vostok 1 da una vuelta a la Tierra. El viaje dura 108 minutos.
Yuri GagarinEl 16 de junio de 1963, la Vostok 6 pone a la primera mujer en el espacio, la cosmonauta Valentina Tereshkova. Hoy sigue siendo la única en viajar sola al espacio.
Valentina TereshkovaAl Vostok le sustituye el programa Vosjod (Amanecer). El 18 de marzo de 1965, Alekséi Leónov se convierte en el primer ser humano en pasear por el espacio exterior. Doce minutos para la historia.
Aleksei Leonov, el primer hombre en pasear por el espacio.El Luna 9 pisa la Luna
Y llegamos al inicio de este post que, para ser un canto a la ingeniería, no ha ido precisamente en línea recta. Koriolov me perdone.
Maqueta de la sonda Luna 9.El siguiente paso de los rusos es la Luna. El programa Lunik se inicia en enero de 1959. Antes de pisarla hay que perfeccionar los cohetes que lleven la cápsula espacial, pero también reconocer el terreno. Era esencial saber a qué se iban a enfrentar los cosmonautas rusos.
En octubre de 1959 el Luna 3 realiza las primeras fotografías de la cara oculta de la luna. Tras varios intentos fracasados, el 31 de enero de 1966 el Luna 9 despega y tras cuatro días de viaje consigue ser el primero en aterrizar suavemente en la Luna. Lo de suavemente es relativo. Era muy difícil conseguir que la sonda frenara al llegar a la superficie, así que el ingenio de los rusos ideó sortear el problema mediante un sistema de airbag.
La Luna 9, que ni siquiera llevaba tren de aterrizaje, se estrellaría violentamente contra la superficie. Pero cinco metros antes de llegar, una cápsula con forma de huevo dentro de un gran globo se desprende de ella y cae rodando por la superficie. Se detiene y se desinfla el airbag.
El huevo despliega una especie de pétalos y del centro emergen cámaras y antenas. Inmediatamente empieza a transmitir. Gracias al Luna 9, los rusos, y la humanidad, veían por primera vez la superficie de nuestro satélite. Koriolov, por desgracia, no pudo verlo.
Muere el Ingeniero Jefe
Aunque esas imágenes, curiosamente, no se vieron primero en la Unión Soviética. Las transmisiones del Luna 9 fueron interceptadas por el observatorio de Jodrell Bank, en el Reino Unido, que las difundió. También las interceptaron los estadounidenses, desde una estación que tenían en Etiopía, pero ellos se callaron.
Los rusos acusaron al gobierno británico de piratería, lo que dio lugar a un pequeño conflicto diplomático. Todavía no está claro por qué el Luna 9 envió las señales sin codificar. Eso lleva a algunos a pensar que el ‘robo’ de las imágenes y su difusión por medios occidentales formaba parte del plan soviético de propaganda.Si fue así, no les salió nada mal.
Sello de 1969 en honor a Serguéi KoriolovPero cuando parecía que los rusos tenían a punto el viaje tripulado a la Luna, la cosa se les torció. El 14 de enero de 1966, unos días antes del éxito del Luna 9, Serguéi Koroliov moría en Moscú. La tortura del gulag y el trabajo intenso le habían dejado una salud precaria. En su funeral, con todos los honores, se da por primera vez su nombre en público. A Koriolov se le había mantenido en secreto hasta su muerte. Ni siquiera fue revelada su identidad cuando la Academia Sueca quiso darle el Nobel en dos ocasiones: primero por el Sputnik y luego por el Vostok de Gagarin.
El programa espacial se quedó sin su Ingeniero Jefe, sin el organizador y el visionario. A esa desgracia se unió un terrible accidente. La presión por los avances estadounidenses, que tras la llegada de Kennedy estaban jugando todo a la carta lunar, llevó a los rusos a la precipitación.
Armstrong, el Salyut y la MIR
El 3 de julio de 1969 el ensayo con el nuevo cohete que llevaría a los rusos a la Luna es un desastre. Se produce una explosión que no solo destruye el cohete, sino toda la plataforma de lanzamiento. Unos días más tarde, el 20 de julio, Armstrong da su primer paso en la Luna. “That’s one small step for a man, one giant leap for mankind”. La NASA se anota el éxito, los rusos quedan fuera de la carrera por la Luna.
De izq a dcha: Serguei Koroliov, Vasili Mishin, Valentin Glushko y Vladímir Cheloméi. Ingenieros y directores del programa espacial soviéticoVisto lo visto, la Unión Soviética aparca su proyecto lunar, aunque siguió adelantando a los americanos en otros aspectos de la conquista del espacio.
En abril de 1971 lanzan el Salyut 1, la primera estación espacial temporal de la historia. Y en 1986 la MIR, la primera estación permanente. Allí se convierten en expertos sobre los efectos de la vida en el espacio. Cuando cae la URSS el proyecto ruso se queda sin dinero y ‘venden’ sus conocimientos a Occidente. LaMIR se convierte en un proyecto internacional.
Lunojold el silencioso
Aunque los rusos nunca abandonaron de todo la Luna. Allí sigue, silencioso pero atento, otro robot: el Lunojod 1. Está desde el 17 de noviembre de 1970. Es una especie de rover dirigido por control remoto desde la Tierra. Tiene poco más de dos metros de largo por uno y medio de ancho y se desplaza sobre 8 ruedas metálicas. Su misión era preparar el terreno para la llegada de los cosmonautas, recogiendo todo tipo de datos de la superficie lunar.
El Lunojod 1, réplica expuesta en el Museo de la Cosmonáutica de Moscú. Foto: Arthur LookyanovEl Lunojod había sido diseñado para ‘sobrevivir’ durante 3 meses. Pero ya saben como fabricaban sus chismes los soviéticos: dura casi un año. Se pierde el contacto el 14 de septiembre de 1971. Se le da por muerto.
Pero en abril de 2010 un equipo de la Universidad de California en San Diego, liderado por Tom Murphy, lo localiza. Desde Nuevo México lo ‘iluminan’ con láser. Contra todo pronóstico, el Lunojold 1 responde a la señal. Maltrecho pero “vivo”.
“Los rusos fueron en realidad los primeros en llegar a la Luna, sólo que lo hicieron con un robot. Fueron los auténticos pioneros de la era espacial, aunque por factores históricos y políticos nunca se hayan reconocido suficientemente sus méritos”. Ian Blatchford, director del Museo de Ciencias de Londres.
Pues eso. Dicho queda en este rincón de Internet. Honor y gloria a los cosmonautas.
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