Cada noche miraba la luna, su amor lejano lo hacía a un tiempo y en esos instantes se sentían más cerca, debajo del mismo cielo. Cada noche le mandaba un mensaje mirandola, un te quiero, un te espero, un beso dulce, un abrazo tierno…
Pasaban los días y esa luna guardiana de su amor le hacía menos tristes las horas, menos solitarias las noches.
Un día su amor se alejó y ella lloraba mirando la misma luna que un día la consolaba, porque estaba bajo el mismo cielo, pero ese cielo ya no cobijaba su felicidad. Tanto lloraba que la luna se iba acercando a ella, quería abrazarla y decirle que alguna noche cerrada, él también la miraba, por darle consuelo, por secar su llanto, por acunarla entre sus rayos, por aplacar su dolor.
La luna también lloraba.
Y sus rayos iban bajando poderosos, tocando los cabellos de la triste dama, con su cofre de recuerdos asido con manos temblorosas.
Tanta luz enviaba la luna que el hada del ocaso acudió a su llamada.
-Dime luna, que pretendes.
-No soporto su dolor. Y el hada del ocaso compadeciendose de ellas lanzó un conjuro:
Luna triste, luna bella, baja al suelo.
Luna nueva, luna entera.
En su cofre descansa y con tu influjo a su caballero atraigas.
Y la luna bajo.
Pasaron los días y la dama miraba su lunita encerrada, esa luna que con su influjo le traería a su caballero. Más como todos los conjuros, este tenía su parte mala, el hada le dijo que el amor de su caballero sería inducido por magia. La dama estuvo muchas veladas despierta, pensando en la vuelta de su bien, de su dulce caballero… Pero su corazón no estaba contento. ¿Quería tenerlo en contra de su voluntad?
El mismo día que él cabalgaba a su lado, la dama con el cofre en la mano y con lágrimas amargas en su corazón, fue al centro del bosque, abrió la tapa y la luna subió.
[Retazos de Zarem]
@zarem9