REDACCIÓN P+D
Ahora que se acerca el 31 de octubre, día de la Reforma protestante, es bueno recordar la película sobre Lutero en la que el reformador aparece ante el gran público con el atractivo de un joven asombrado por el poder liberador de la Palabra de Dios. El protagonista de Shakespeare In Love, Joseph Fiennes, resaltaba su fragilidad con una humanidad, lejos de la figura monstruosa que ha fabricado de él la leyenda negra.
Por eso quien piense que la Reforma no es más que cuestión de política y crea que Lutero no fue sino un mero instrumento de los príncipes alemanes contra los campesinos, no reconocerá al personaje que tiene delante de la pantalla. Ya que en esta historia hay más Evangelio que en toda La Pasión entera de Mel Gibson. Porque el tema de esta película es en realidad la gracia de Dios, que nos revela a un Padre amante y lleno de misericordia.
La película arranca con la ya mítica tormenta por la que Lutero decide hacerse monje en Erfurt en 1505, a pesar de la oposición de su padre. Es allí donde conoce al vicario general de los agustinos en Alemania, Staupitz, magistralmente interpretado por el actor suizo Bruno Ganz, que tantas grandes películas hizo en el nuevo cine alemán con directores como Wim Wenders. Su habitual papel contenido adquiere aquí un singular dramatismo en este interesante personaje, que ha venido a ser prototipo del católicismo-romano más filoprotestante, siempre tan cerca, pero a la vez tan lejos de la Reforma. Para él, como para tantos católicos hoy, el problema del protestantismo es que no ve lo positivo que todavía hay en la Iglesia de Roma, aunque le recomienda leer la Biblia cada día, mandándole a Wittenberg para estudiar.
Puede leer aquí el editorial completo de la Dirección de Protestante Digital titulado Lutero y la Reforma protestante