¿Alguna vez han sentido el aire rodearte sin tocar ni un solo pelo de tu ser?
Sentado sobre la silla de madera, rodillas caídas, sonrisa puesta. Los ojos más claros y transparentes jamás visto, mirada oscura.
Puede que sin tocarlo sin tan solo abrazarlo pudiera ver en él algunas de las heridas, lo soñó y lo vió en sus cuentos pero nunca imaginó que ha de ser el personaje de uno de ellos y con tan bella sonrisa. Era casi el sueño hecho cuento. Jamás vio sonreír a alguien como él, pudo ver miradas de alegría, lágrimas de emoción, besos de orgullo, caricias de felicidad, abrazos íntimos de satisfacción. Sentado sobre la silla frente a ella, la miró como nunca nadie lo había hecho, se le escapó una de esas sonrisas que ella tanto esperaba; si ha de ser artista hubiese elegido ser pintora para retratar tanta magia y sino pues al menos su memoria fotográfica le ha de ayudar.
Sabía que al momento de despegar tan bello sueño a vuelo, no había retorno atrás. Era de esas sonrisas que enamoraban, que de a miles cuentos las musas inspiraban a los escritores.
Lo quería para quedarse, porque no imaginaba tan bella pintura del mundo sin aquella alegría de luz entre tantos rostros.