Título original: M
Dirección: Nicolás Prividera
Año: 2007
Duración: 150′
País: Argentina
Cámaras: Carla Stella, Josefina Semilla y Nicolás Prividera
Edición: Malu Herdt
Premios: Premio FRIPESCI de la crítica internacional. Festival de Mar del Plata (Premio E.Ché Guevara a la mejor película)
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1955 marca el pistoletazo de salida a una serie de acontecimientos de la historia argentina estrechamente relacionados con el documental que hoy comentamos. En ese año un golpe militar deponía del poder y expulsaba del país al mítico general Perón, inaugurando un largo periodo de alternancia entre gobiernos militares y civiles, todos ellos ineficaces, y con un profundo poso de ilegitimidad entre el pueblo argentino debido a un craso error de cálculo político. No contentos con deponer a Perón, su partido, de amplia base social, fue proscrito, negando el acceso a la competencia política durante más de una década a un extenso sector poblacional. En 1966 el general Onganía volvía a interrumpir el gobierno civil con un nuevo golpe, aunque en esta ocasión con objetivos a más largo plazo y con la promesa de acabar con el ciclo de ingobernabilidad. Su estimación: 15 años en el poder. Tal era la situación que más del 70% de la población era favorable a este golpe, pero la realidad de los hechos tornaron, en apenas dos años, las encuestas del revés. Como consecuencia a más de una década de semi-democracia interrumpida y tutelada, el descontento social comenzó a tornar en radicalización hasta el surgimiento de una serie de grupos clandestinos, asociados a la protesta violenta y al terrorismo, y ligados a adscripciones de izquierda, tanto peronista como ajena. Ahora casi el 50% de la población consideraba la protesta violenta como justificada (1971), y tras hechos como el Cordobazo y el secuestro y asesinato del general y ex-presidente Aramburu, Onganía cayó. Dos presidentes-generales después, en 1973, se convocaron elecciones, esta vez con los peronistas autorizados y a la postre vencedores. Lo primero que hizo la nueva cámara fue amnistiar a los presos por violencia política y legalizar sus organizaciones clandestinas. Los años de proscripción, a su vez, generaron dentro del peronismo una grave división entre derecha e izquierda, acentuada en las luchas de poder para optar a puestos y cargos de la nueva democracia con Cámpora al frente. El mismo día del retorno de Perón, 16 muertos tiñeron las calles de sangre. Cámpora renunció ante la presencia del carismático líder, y en las nuevas elecciones la candidatura Perón-Isabelita arrasó. Sin embargo el general tardó poco en alinearse con la derecha, defenestrar a la izquierda de la escena pública y proscribir algunas de sus organizaciones y medios de prensa, arrojando así nuevamente, a los brazos de las armas, con renovadas ínfulas revolucionarias, a las fuerzas de izquierda. La violencia continuó intensificándose, y es en este periodo cuando López Rega, uno de los hombres del gobierno, formó la Triple A, grupo paramilitar, que dió los primeros pasos de la guerra sucia que vendría. En 1976 los Montoneros y el ERP, principales grupos clandestinos, habían dilapidado el apoyo público obtenido años antes y que hizo nutrir espectacularmente sus filas de combatientes. Además, lograron que la escalada de violencia alcanzase tales cotas que la población, en la cual había cundido un profundo sentimiento anti-militar, estuviese ahora mayoritariamente a favor del golpe que acontecería en marzo. Sin embargo nadie previó la represión que se desencadenaría. La Junta, y su Proceso de Reorganización Nacional, resumiría muy bien su ideario de la lucha contra la subversión en palabras de Videla: “un terrorista no es sólo aquel que tiene un arma o una bomba, es también cualquiera que difunde ideas contrarias a la civilización cristiano occidental”. Quedaba por tanto muy claro que la brutal y descarnada represión que iba a desatar el estado no se conformaría con aniquilar a los Montoneros y al ERP, irían también contra cualquiera que diese apoyo, en diversas formas, que colaborase, simpatizase o fuese sospechoso de tener relaciones con entornos izquierdistas. Un terrorismo acabó ferozmente con otro y generó brechas y heridas sociales de muy alto coste.Ficha de Marta Sierra
M es la historia de la búsqueda que lleva a cabo Nicolás Prividera del rastro de su madre, Marta Sierra, desaparecida a los pocos días del golpe, y de la que nunca más se supo. A través de visitas a fundaciones, organismos oficiales, viejos amigos y compañeros de trabajo, y el rescate de fotografías y películas caseras, el hijo trata de entender cuál era la implicación de su madre; si militaba en Montoneros, si tan sólo era una luchadora social comprometida políticamente, si fue traicionada en delación, quiénes fueron los responsables, o qué pasó con ella. Muchas, o casi todas estas preguntas, quedan sin respuesta, pero por el camino aflorarán puntos de debate sobre el odio, la impunidad, el silencio consciente o condicionado por el miedo, la desaparición o inaccesibilidad a documentos, el recuerdo de los proyectos, los sueños y las ilusiones de jóvenes politizados e inmaduros que creían poder cambiar las cosas…y por supuesto la crítica a la canalización de la acción política por la vía violenta. Algo novedoso en este tipo de películas reivindicativas, que suelen centrarse casi exclusivamente en las víctimas de la represión militar. Pero en el fondo, lo que queda, es un treintañero del año 2007 mirando cara a cara a la generación que tenía su edad treinta años atrás, buscando comprender y tratando que la memoria no caiga en el olvido. Un brillante documental para abordar con el contexto argentino del momento al lado.Prividera sobre una imagen de su madre
Placa en memoria de Marta Sierra
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