Revista Cultura y Ocio

M. El hijo del siglo. Antonio Scurati

Por Mientrasleo @MientrasleoS
M. El hijo del siglo. Antonio Scurati
     "Nos asomamos a piazza del Santo Sepolcro. Cien personas escasas, todos hombres de esos que casi no cuentan. Somos pocos y estamos muertos. 
      Esperan que yo hable, pero no tengo nada que decir. El escenario está vacío, inundado por millones de cadáveres, una marea de cuerpos —hechos papilla, licuados— llegada de las trincheras del Carso, del Ortigara, del Isonzo. Nuestros héroes ya han caído o no tardarán en hacerlo. Los amamos del primero al último, sin distinciones. Estamos sentados sobre la pila sagrada de los muertos. 
     El realismo que sigue a cada aluvión me ha abierto los ojos: Europa es a estas alturas un escenario sin personajes".
     Llegó su eco antes que el libro y por eso lo esperaba con ganas. Otra cosa es que se trate de una lectura lenta para poder disfrutarla. Hoy traigo a mi estantería virtual, M.
     Conocemos a Mussolini entre 1919 y 1925.
     Escribir un libro que supera las novecientas páginas sobre Mussolini y que la gente lo lea, suena complicado. Si el libro es, además, la primera parte de una trilogía sobre este hombre, casi parece un suicidio. Pero eso es justamente lo que ha hecho Antonio Scurati y se ha situado en los puestos más altos de las ventas, amén del premio Strega 2019, demostrando que, en la literatura al menos, nunca se sabe. Uno de los secretos posiblemente sea que estamos ante una novela. En el mucho de las etiquetas Scurati ha escrito un libro que relata la vida de esta conocida figura apoyándose en una amplísima documentación que deja patente en el libro y... es una novela. No se habla de biografía, ensayo, biografía novelada, ficción histórica... Es, nada más y nada menos, que una novela (histórica, por supuesto). Y ese es precisamente, uno de sus mayores logros. Scurati escribe en tercera persona una historia en la que el duce es la figura central pero que nos presenta a muchísimos personajes interesantes. Y, sobre todo, nos presenta la situación que se vive en Italia, un país que sale de la guerra con el desencanto y desgaste que eso supone, y un ambiente político tan despistado que la misma persona que en 1919 fue derrotada de una forma tan rotunda como para pensar en dejar la política por las artes escénicas, terminase en el poder. Eso es M.
     La novela, escrita en un presente ya pasado, busca que sea el lector quien valore cada acontecimiento, cada discurso y cada reflexión. Eso significa que para disfrutar de la lectura, hay que dejarse engañar por un presente/pasado y caer en las tentaciones que Scurati nos propone para que nos preguntemos si se puede cambiar o parar lo que en realidad ya sabemos como inevitable. Solo de ese modo funciona el libro como novela, creando tensiones más allá de los típicos paralelismos con la actualidad y las ideas y situación política que, sinceramente, me interesaban entre poco y nada durante la lectura. Yo lo que quería era conocer al personaje, descubrir al tipo calculador, pero también al frívolo y al mujeriego. Entrar en la ficción de los pensamientos a puerta cerrada que me dejaran ver la historia de otro modo o, al menos, completarla. Y es que supongo que en Italia se conozca mucho más de esta figura, pero yo he leído la novela y me he dado cuenta al hacerlo de que no sabía apenas nada. Ni conocía a Dumini o a Bombacci, primero amigo y luego enemigo, y tampoco a Matteotti, opositor perenne que no se dejaba intimidar y que lo pagó, como podéis imaginar, con su vida, y que se convierte en uno de los personajes más interesantes de la novela.
     Sería fácil caer ahora en enumerar los hechos que el autor desgrana, de hecho el propio libro sigue una estructura de crónica en la que abre los capítulos con fecha, lugar y personaje más relevante, pero eso sería estropear una lectura que merece la pena. Si que puedo decir que el autor se apoya en lugares y momentos muchas veces más que conocidos y vistos en películas y documentales, pero eso en lugar de dar regusto a poco original, lo que hacen es ayudar al lector a no perder de vista algo importante: todo lo allí relatado (o casi todo ya que hay personajes y hechos ficticios), sucedió. Y  Scurati que parece no estar allí para juzgarlo evita posicionarse de forma directa, dejar que el lector haga la condena pensando que es independiente a la lectura, que ha sido libre su elección, algo que en este tipo de libros parece casi imposible. De hecho, yo creo que es imposible, la diferencia está en la sutilidad con la que haya quedado patente la opinión de quien escribe. Y evitar tener la sensación de estar ante un libro dirigido, es una gran manera de ganar las simpatías del lector. Con todo, tranquilos, nadie sale de la lectura convertido en un mitómano. Es imposible.
     M es una novela a la que hay que enfrentarse con calma y conociendo su ligereza. Está en ese difícil punto de equilibrio en el que puede encantaros o decepcionaros profundamente, busca el punto justo entre el documental y el cine de entretenimiento. Labor de cada lector es juzgar si lo consigue.
     He comentado que la novela supera las novecientas páginas y yo me pregunto, ¿os importa la extensión de una novela?
     Gracias.
   

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