Revista Expatriados
Querid@s, habréis podido observar que esta última semana he estado ausente. Y es que cuando la obligación te llama, no hay más remedio que atenderla:
Ring-ring...
Yo: ¿Diga?
Mi amiga (llamémosla Mª de la Obligación para respetar su anonimato): Nos vamos a la playa, que calienta el sol...
Yo: Pero si aquí no hay playa...
Mª de la Obligación: Vaya vaya; qué boba eres! Ya lo sé que en Brisbane no hay playa. Coge tu sombrero y póntelo, que nos vamos a la zona tropical al norte de Queensland.
Yo: pppp.... ¿pero así, sin avisar?... No sé si recordarás que nos encontramos en el hemisferio sur, es pleno invierno y tengo los protectores solares caducados de la temporada pasada y dejan uuuunas maaaaanchas, que...
..pi-pi-pi-pi-pi-pi...
Pues nada, me puse de inmediato a grabar CDs de Lady Gaga para el camino, y a meter bikinis y bikinis en las maletas, rellenándola a cual pavo de navidad no -porque sí-, sino -por si a caso-, un importante matiz que mi novio, por años que viva multiplicados por viajes elevados al quadrado que hagamos, nunca entenderá. Pero dejemos a un lado mi vida privada porque ya sabéis que -yo de eso no hablo ;-) cuando uno se va a la aventura por Australia tiene que pulsar el botón de reset de su memoria y borrar los comerciales de Billabong y Rip Curl, con los que ha tendido toda su vida a ilustrar el país. Por poner un ejemplo que todos entendamos: ¿es que a caso los tíos que veranean por Menorca o Formentera, aguantan todo un verano sin mojar porque tu moreno-velero es taaaaaaan especial, y bebes según-que-cerveza? Noooooo, querida... Eso solo pasa en los anuncios. Pues lo mismo sucede cuando uno está sediento de aventura playera aquí en Australia y se encuentra a 100km/h y con 4.000km por recorrer, y en vez de playas paradisíacas, solo hay vacas pastoreando a lo largo de eternas rectas semidesérticas de 700km sin una señal de vida humana. Y si encima, tu GPS cada vez que te saltas el límite de velocidad, muge. Sí, MUGE...lo entendería de una vaca porque es el sonido onomatopéyico que le ha tocado. Pero ¿¡un GPS?! Con este panorama, hasta un vegetariano pacifista mataría por un bistec. Incluso, hasta me lo imagino sacando la cabeza por la ventanilla, y gritando como un descosio: "Vacuno, queremos un 'fillete' tuyo".
Me lo habían advertido los chicos de Asiasido: "mira que Australia no es para recorrérsela en coche...". Pero yo, ni caso. Y eso que -como ya os he comentado alguna vez- las distancias aquí son tan grandes, que cuando me toca ir por el pan lo hago en avión. Todo y así, la niña erre que erre, en coche y en busca de las playas tropicales.
Pero como todo en la vida, tiene un punto de inflexión. Sucede una vez eliminas el pensamiento de que los paisajes reales en Australia llevan impreso un logotipo de una marca surfera en la esquina inferior derecha cuando los miras. Entonces, es cuando de repente, empiezas a disfrutar de Australia, de Queensland, de sus infinitos campos de caña de azúcar, de sus carreteras despobladas, de su árido terreno, de sus junglas tropicales. Entonces, es cuando haces una parada, arrollado por la magnitud e inmensidad de la naturaleza virgen, mientras contemplas un paisaje único en el que darías lo que fuera por...mearte. Y es que si señor@s, no vayamos a ponernos finos, las vejigas son muy egoístas, les da igual que estés en la portada del mes pasado del National Geographic. Y ahí estás tú, con los pantalones bajados, escondida entre unos matorrales de una clase protegida únicos en el mundo, rompiendo la estética del momento.
Una vez aliviado, sigues tu camino y entonces, es cuando llegas a kilométricas playas salvajes y vacías, sin niños ni Davids Civeras berreando la canción del verano a través de los altavoces en un chiringuito playero, ni gitanos gritando "coooocacola-aaaaaagua fresca-bocadillo deh guistanteh, una pezeta". Entonces, es cuando te encuentras buceando por playas de islotes paradisíacos, bajo la Gran Barrera de Coral, y tocando con los dedos peces flourescentes, tortugas, tiburones, rallas y al pulpo Paul.
Por estar en la playa valorada como la más bonita del mundo: WhitSunday Islands, en Agnes Water Beach, en Airlie Beach, en Cairns, en Palm Cove, en Port Douglas. Por encontrarte con un cartel en la playa de "ojo, cocodrilos de agua salada"; por ver el primer pueblo del estado de Queensland descubierto por Capitan Cook: 1770; por ver el parque de Paronella -construido por un catalán que emigró a Australia e inspirado en Gaudí, y logró transformar sus sueños en arquitectura; por los poblados indígenas en mitad de la jungla australiana.
Pero sobre todo, porque tu novio polaco aprenda la canción de "el panxo li va dir al pinxo, vols que et punxi amb un punxó, y el pinxo li va dir al panxo, puntxa'm pero a la panxa no" durante 144 horas metidos en un coche...
...¡Estos 4000km, han valido la pena!