Mariadela Linares.
El miércoles en la noche sentimos un gran alivio. Vimos sentado en Miraflores un representativo grupo de personalidades de diversas tendencias, credos religiosos y organizaciones sociales, reunido para debatir el tema que nos preocupa a todos: la paz.Los ausentes no hacían falta porque han estado alejados de la realidad del país desde el siglo pasado. Los partidos políticos, a excepción del MAS y Copei, se inhibieron de atender la convocatoria, precisamente porque entre sus intereses cuenta poco preservar la democracia y la soberanía.
Quedó demostrado que la ambición de poder es mayor que la necesidad de detener este macabro plan. Ellos solo buscan dar un golpe de Estado para sacar a Nicolás Maduro del cargo que legítimamente ejerce desde hace 10 meses.
En nuestra opinión, las palabras más acertadas las pronunció el pastor que representaba a la iglesia evangélica. Bastó una prolija enumeración de los saldos en víctimas que las guerras civiles han costado a naciones que las han sufrido, para entender a plenitud el alerta que sobre “el abismo de la muerte” hiciera, en ese mismo escenario, José Vicente Rangel. Esperábamos que al día siguiente el país amaneciera con el ánimo del diálogo pendiendo sobre las intenciones de todos.
Pero, nuevamente, el guión mayamero impuso su sinrazón y otra vez, aunque mucho más reducidos, algunos venezolanos se concentraron en el empecinado libreto de seguir órdenes extranjeras, de no abandonar las calles hasta que Maduro se vaya. Quisieron, aunque no pudieron, quitarnos el derecho a disfrutar de vacaciones, pero aún en la distancia del retiro físico logrado, nos pesa el ruido de esas cacerolas, porque la vaciedad de su significado lastima la esperanza de que podamos, algún día, alcanzar mínimos niveles de convivencia, tolerancia y respeto.
Lamentamos profundamente todas las muertes ocurridas, más aún aquellas producidas por guayas criminales o por atropellos de funcionarios, tan brutales como los que creímos haber dejado en el pasado. Pero más duele el empecinamiento autodestructivo que deja de lado, intencionalmente, el hecho de que el chavismo, aún, no ha reaccionado. Pavoroso escenario el que están provocando.
Periodista