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A continuación recojo las reseñas de los periódicos que relataron al país el asesinato que se produjo en Fuenlabrada y que enmudeció a los propios vecinos durante la festividad de los Fieles Difuntos.
Los hechos ocurrieron el día 1 de noviembre del año 1900, en la noche de Ánimas. En el ventorro de la Mora, situado en el kilómetro 18 de la carretera de Toledo, estaban los vecinos de Fuenlabrada: Cecilio U., Ambrosio P., Epifanio F., Victoriano P., Valentín M., y Sotero N.
Entre las nueve y diez de la noche, entró en el ventorro Francisco Sánchez Muedas, de 49 años, y su hijo León de 21 años, ambos vecinos naturales de Mora (Toledo). Se hallaban desde primeros de septiembre de criados de labranza en una casa de Parla. Con el ahorro de su trabajo, diez días antes fueron a Getafe para enviar 15 pesetas a su familia a través del Giro Mutuo. Ese envío debió de perderse, pues así lo refirió la esposa mediante carta y el padre e hijo, aprovechando la festividad del día 1, volvieron a Getafe a por otra duplicada como la obtuvieron.
De regreso, el padre e hijo entraron a tomar una copa en el ventorro de la Mora, ya que oyeron jaleo y se hallaba abierto. Además, el padre tenía problemas estomacales crónicos y debía de tomar bicarbonato de sosa.
Los vecinos de Fuenlabrada, que se hallaban en el ventorro, estaban bailando e invitaron a que hiciesen lo propio a los recién llegados. El joven bailó y el padre cantó de mala gana, y como aquellos vecinos les empujaban, decidieron salirse.
Fue entonces cuando Ambrosio P. embistió al joven y lo abofeteó varias veces en la cara. Mientras, el resto ya habían sacado al padre a la carretera. Estando presumiblemente ebrios por el aguardiente, blasfemando y con las copas en las manos, bailaban y saltaban sobre el cuerpo del padre.
El hijo, magullado y sin poder defender al padre, huyó a Parla donde vivía su tío Deogracias Sánchez, y éste avisó a la Guardia Civil. Al llegar al ventorro, se encontraron con tres de los vecinos y el cuerpo del padre destrozado en el borde de la cuneta. Las señales, del reguero de sangre y el polvo de la carretera, significó que arrastraron el cuerpo. Los vecinos huidos fueron sorprendidos por la Guardia Civil en sus cabañas de campo, cercanos al ventorro.
Tras aviso a los juzgados de Fuenlabrada y Getafe, llegaron y comenzaron a recoger pruebas. El juez, encargado de levantar el cadáver, informó que presentaba una herida en la sien derecha, el cráneo totalmente roto y consiguiente expulsión de masa cerebral, rotura de esternón y casi todas las costillas, pulmón derecho completamente deshecho, el pulmón izquierdo tenía clavados parte de las costillas, corazón herido y cuerpo aplanado como si un bloque le hubiera aplastado.
El 2 de noviembre, en Fuenlabrada fue un despertar de espanto, desolación y lágrimas. Los vecinos no comprendían los detalles que iban llegando del crimen de sus convecinos.
Los días siguientes se fue comentando más detalles, como el de culpabilizar a otras personas que pasaban por la carretera o el propio Sotero N. manifestando a las autoridades que aquel hombre entró a robar en los patatares.
En mayo de 1902, comenzó el juicio en Las Salesas. La sentencia resultante fue: Ambrosio P. con cadena perpetua y a Cecilio U. con 20 años de cadena temporal y 5 de presidio correccional. Sotero N. y Victoriano P. fueron puestos en libertad. Cabe reseñar que no hubo pena de muerte debido a que los vecinos estaban en estado de embriaguez al cometer el crimen, sin tener la intención de causar un mal de tanta gravedad.
(Pincha en la imagen para ampliarla) | Recorte de presa y ubicación del ventorro